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Columna
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El espectáculo y la realidad

Josep Ramoneda

Obama "es un hombre sin resentimiento". Lo dice Martha Nussbaum, una de las figuras más reconocidas de la filosofía americana. La política se había convertido en el escenario del resentimiento, la figura que para Nietzsche representaba la esencia del cristianismo. La revolución conservadora americana, de inspiración evangélica, había propagado el resentimiento por el mundo. En España, donde el PP de Aznar se ofreció como base para su expansión en Europa, el resentimiento se había convertido en la esencia de la vida política. Con Obama se ha recuperado el sosiego. Bush ha optado por acabar su mandato con exquisitez en las formas, quizás confiando en hacer olvidar una derrota de la que es el principal culpable.

Puede que los ciudadanos empiecen a pedir en la calle las respuestas que no hallan en las 'cumbres'

De modo que sólo la señora Palin y el sector más irreductible de la derecha española, organizado en torno a la Conferencia Episcopal, siguen impasibles con sus particulares cruzadas de sembradores de odios. Ahora, la estrategia de la derecha, tanto en Estados Unidos como en Europa, pasa por minimizar la importancia del cambio que representa Obama. La derecha siempre busca ahogar cualquier esperanza de la ciudadanía que pudiera mover mínimamente el statu quo.

Con Obama de moda, Rajoy se ha sentido legitimado en su apuesta por la moderación, convencido de que en tiempos de crisis lo más rentable es la discreción, porque el desgaste del que manda pueda acabar con el poder en manos de la oposición, independientemente de los méritos que ésta haya hecho. Zapatero, con sillón garantizado en Washington, aunque sea por gentileza de Sarkozy (¿cuál sera el montante de la factura?), se las promete muy felices porque consiguió hablar por teléfono con Obama y ya está en la lista de espera para la ansiada visita a la Casa Blanca, que dicen llegará en primavera. Zapatero se equivoca si piensa que, depuesto Bush, todo irá sobre ruedas. Zapatero será escuchado en Washington en la medida en que sea capaz de desarrollar una política internacional que le convierta en aliado necesario para Obama. Y esto no pasa por convocar ejercicios espirituales de la Alianza de Civilizaciones, sino por ejercer influencia y autoridad en aquellos lugares del mundo en que España puede tener algo que decir: Europa, América Latina, norte de África y Oriente Próximo.

Zapatero lleva semanas organizando -con la oposición y los agentes sociales en el papel de comparsas- la comedia de la reunión de Washington. De momento, lo más interesante que este espectáculo ha dado es la foto de Zapatero con Botín que luce unos flamantes tirantes rojos. Tienen los tirantes tradición en la política española. Con ellos Fraga representaba los esfuerzos para que los herederos del franquismo no se cayeran de la Transición. Los tirantes de Botín van camino de convertirse en el Toro de Osborne de la crisis, icono de un sistema bancario que, al decir del diario The Wall Street Journal, deslumbra al mundo.

A medida que se acerca la reunión de Washington crece el número de analistas que piensan que una cumbre mal preparada y con un presidente interino en Estados Unidos no pasará de las vagas afirmaciones y promesas. Sólo una persona con la autoridad que Obama tiene en este momento podría forzar algún punto de acuerdo entre la ortodoxia económica americana, la retórica europea de la refundación del capitalismo, el capitalismo autoritario chino y las reivindicaciones de los países emergentes. Pero Obama no estará. Se equivocan los gobernantes si piensan que con una foto y un calendario de reuniones pueden recuperar la confianza ciudadana.

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Terminado el espectáculo, cuando los líderes regresen a casa, seguiremos en las mismas: con despidos de trabajadores a mansalva. Con impunidad para los que aprovechan la crisis para reducir las plantillas, sin que las autoridades políticas hagan nada para evitarlo. Con la economía productiva ahogada por falta de crédito, sin que los dineros prometidos por el Estado lleguen a puerto. Con el umbral de la pobreza alcanzando ya a sectores de las clases medias. Con el sarcasmo de los bancos repartiendo dividendos millonarios y los ejecutivos cobrando bonos salvajes. Con España perdiendo puestos en el ranking de los países más igualitarios, algo que es constante desde que en tiempos de Felipe González llegó a ser el país con menor diferencial de rentas de Europa. Y con la amarga sensación de que se van tomando medidas al tuntún, sin que nadie sepa muy bien qué es lo que realmente hay que hacer. No es extraño que en algunos países europeos, Francia, por ejemplo, se tema la reacción de los ciudadanos. Estimulados por la ciudadanía americana, puede que empiecen a pedir en la calle las respuestas que no encuentran en las reseñas de las cumbres. Quien avisa no es traidor.

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