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La Hacienda italiana exige siete millones a Botero

El pintor y escultor colombiano Fernando Botero amenaza con marcharse de Italia para siempre después de que la policía fiscal de este país le haya acusado de no haber declarado siete millones de euros. La investigación de Hacienda se remonta hasta 2003. Pese a que el artista tiene su residencia en el principado de Mónaco, trabaja desde hace 30 años en el pueblo toscano de Pietrasanta. Según Hacienda, Botero ha resultado ser un "evasor total" porque, además de no dar cuenta de sus ingresos, compró su villa por 1,2 millones de euros pero ocultó más de 600.000 del precio pagado.

Botero, sin embargo, considera que no debe pagar ni "una sola lira". "Sólo voy a Italia dos meses al año", ha dicho, "y, además doy trabajo a las fundiciones y laboratorios de Pietrasanta". El artista se queja del trato que la policía financiera depara a los artistas que han elegido Italia para trabajar y cree que es una manera de "invitarles a marcharse". Las indagaciones de Hacienda estarían centradas también en otros dos escultores: el polaco Igor Mitoraj y el japonés Kan Yasuda.

Las críticas del escultor

"Me daría mucha lástima irme, porque la calidad del bronce en Italia es excelente y porque soy amigo de todos los que trabajan allí", ha declarado Botero a la edición digital del diario colombiano El Tiempo. Si Hacienda sigue adelante, Botero fundirá sus piezas en Suiza y Alemania, y si finalmente la fiscalía abre el proceso penal el escultor podría enfrentarse, incluso, a penas de cárcel.

Fue a principios de los años ochenta cuando Botero eligió las fundiciones de Pietrasanta, un pueblo de 25.000 habitantes, para dar forma a sus obesos y cotizados bronces. La localidad, situada en la provincia de Lucca, es un conocido centro internacional de elaboración de mármol y bronce que atrae a artistas de todo el mundo y que ha sido bautizada como la "pequeña Atenas".

La relación de Botero con Pietrasanta no ha estado exenta de conflictos. Se domicilió allí en 1983 y fue declarado ciudadano honorífico en 2001. Cuando en 1992 el artista donó al Ayuntamiento su obra Guerrero, instalada en una de las plazas del pueblo, algunos vecinos y artistas protestaron diciendo que era una "monstruosidad y un afeamiento urbano" para un sitio que "había sido honrado" por Miguel Ángel, Kandinsky y Henry Moore.

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