La industria agoniza
La quiebra de empresas viables por falta de liquidez amenaza con una recesión duradera
Aunque las medidas para atajar la crisis financiera son acertadas y es previsible que en un periodo de tiempo razonable contribuyan a restablecer el flujo del crédito, tanto entre bancos como entre instituciones financieras y empresas, la economía industrial y comercial se está resintiendo gravemente de la incertidumbre bancaria. Son muchas las empresas rentables que ven cómo desaparecen las líneas de circulante necesarias para su supervivencia y se cierne sobre ellas la amenaza de cierre. Al problema de la liquidez que asfixia a grupos empresariales sanos hay que sumar ahora la depresión que amenaza a sectores industriales decisivos para mantener la actividad y el empleo, como es el caso del automóvil.
La cuestión se ha suscitado con virulencia en Estados Unidos, aunque es extensible a Europa y, por supuesto, a España. General Motors y Chrysler han acumulado pérdidas mil millonarias y la primera, que ayer se hundió el 30% en Bolsa, ha anunciado que probablemente tendrá que declararse en quiebra en 2008 si no recibe ayudas públicas. Hasta ahora, los Gobiernos han entendido como prioritario y justificado intervenir sobre el sistema financiero, garantizar el nominal de los fondos de dinero y, una medida que en España debería considerarse, negociar directamente el papel comercial con las empresas, para corregir la agonía del circulante. La llamada de auxilio de General Motors pone sobre el tapete si los planes de rescate, tanto en Estados Unidos como en Europa, deben extenderse a la industria automovilística o a cualquier otro mercado fundamental para mantener la actividad y el empleo.
Las consecuencias para la economía de una quiebra de GM y Chrysler aconsejan organizar un plan de ayudas para el automóvil. La Administración estadounidense ya intervino para evitar la quiebra de Chrysler. Tendrá que hacerlo de nuevo porque las quiebras industriales provocarían una nueva desestabilización en el sistema financiero, precariamente apuntalado por los planes públicos, y el paro resultante condenaría a la economía estadounidense a la recesión en los próximos años.
La clave está en las contrapartidas. Si la industria automovilística, o cualquier otra, necesita ayudas públicas, habrá que ver cuáles son las responsabilidades y el destino de los directivos y congelar los incentivos de los responsables. Para que al menos se mantenga el principio de que la ineficiencia recibe su castigo.
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