África abraza al presidente negro
El continente ve al futuro mandatario de EE UU, hijo de un keniano, como uno de los suyos P "Darfur es un genocidio", ha afirmado el político demócrata
Incluso Robert Mugabe, el tirano de Zimbabue de 84 años, parece esperar grandes cosas de Barack Obama y está dispuesto a dejar de ver a EE UU meramente como "imperialista". Tras conocer el resultado electoral, Mugabe dijo "estar dispuesto a entrar en conversaciones con su Gobierno para mejorar las relaciones bilaterales". Todo el mundo espera aquí que Obama, hijo de africano, contribuya a poner en el mapa el continente olvidado y que ayude a resolver algunos de los terribles azotes —enfermedad, guerras, expolio— que lo golpean.
Mientras Mugabe hacía sus inusualmente amables declaraciones, los líderes de la oposición denuncian renovados ataques, torturas y detenciones ilegales por parte de las fuerzas de seguridad del dictador. El caos de Zimbabue (represión política, el 80% de paro y una inflación del 241.000.000%) es uno de los más urgentes retos de la agenda exterior del presidente demócrata en África, un continente que ha sentido la victoria de Obama como propia y donde ningún otro mandatario estadounidense había despertado tantas expectativas. Tantas, que va a ser muy difícil colmarlas.
El 70% de todos los portadores de VIH del mundo vive en países africanos
En Uganda se ha puesto énfasis sobre todo en la promesa electoral de Obama según la cual aumentará hasta los 3.900 millones de euros en 2013 la ayuda para la lucha contra el sida, la gran lacra del continente. Unos 24 millones de africanos viven con el VIH, casi el 70% del total mundial. En Tanzania se espera que los programas existentes de promoción comercial, inaugurados con Bill Clinton y prolongados con George W. Bush, se amplíen, así como los fondos referentes a programas para el sida o para lograr los Objetivos del Milenio, amenazados también por enfermedades como la malaria.
Kenia, donde nació el padre de Barack Obama, aspira a mejorar su balanza comercial con EE UU, según ha admitido el primer ministro, Raila Odinga, lúo como la familia keniana del presidente electo de EE UU: "Queremos que nuestros productos encuentren más mercados allí y esperamos mayor inversión directa aquí". Odinga avisó a los kenianos de que no pueden esperar caridad de EE UU, pero sí "una política más pro-África".
El primer ministro aseguró que Kenia trabajará para luchar contra el terrorismo y afianzar la paz, especialmente en el Cuerno de África. Y es que, si las expectativas de muchos países africanos dependen en parte de las posibilidades presupuestarias de EE UU en un tiempo de crisis, otra cuestión —y más complicada— es sacar del caos a Somalia, donde el Gobierno apoyado por EE UU y los soldados de Etiopía se ha mostrado incapaz de gobernar.
El territorio de Somalia se lo reparten señores de la guerra y milicias islamistas radicales que EE UU considera cercanas a Al Qaeda. Washington apoyó la invasión etíope del país precisamente para evitar que se convirtiera en un refugio para los terroristas. Ahora, limitar la extensión de la red integrista en Somalia o en países como Kenia y Tanzania (donde fueron atacadas en los años noventa las embajadas de EE UU) será una prioridad de Obama. Ello exige necesariamente alguna mejora en este país sin ley.
Darfur es otro de los grandes retos empantanados. Esta región occidental de Sudán acumula 300.000 muertos y 2,5 millones de desplazados. Obama ha sido categórico al calificar la guerra en este país gobernado por islamistas en términos contundentes: "Es un genocidio, una mancha colectiva en nuestra conciencia nacional y humana". El futuro inquilino de la Casa Blanca se ha mostrado partidario de imponer más sanciones y de cooperar para juzgar al presidente sudanés, Omar el Bashir, ante la Corte Penal Internacional.
El conflicto en el este de la República Democrática del Congo, con cinco millones de muertos y contando, está más enquistado si cabe y eso con la mayor fuerza de paz nunca enviada por Naciones Unidas, con 17.000 soldados.
Las buenas relaciones de EE UU con Ruanda, que apoya al general rebelde Laurent Nkunda —que dice defender a los tutsis congoleños de los hutus radicales que perpetraron el genocidio de 1994—, pueden ser claves para encauzar el conflicto pacíficamente en una zona riquísima en metales preciosos para la industria aeroespacial, los teléfonos móviles y las videoconsolas, como el coltán.
La elección de Obama supone también una gran oportunidad para que EE UU recupere el terreno que le está arrebatando China en el África subsahariana, donde cada vez se extrae más petróleo: Nigeria, Sudán, Chad, Angola...
África espera a Obama con mucha esperanza. Pero los retos son tan descomunales que ni siquiera el más entusiasta confía en milagros de forma inmediata.
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