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Reportaje:

El Prado, entre dioses y hombres

La colección de escultura clásica del Museo Albertinum de Dresde sale por primera vez de Alemania para recrear los momentos clave del arte antiguo

Las salas del Museo del Prado servirán estos días como excelente contexto para una constatación infalible: la belleza en la antigua Grecia era atributo de los dioses, y eso era algo que en raras ocasiones disfrutaban los humanos. Zeus, Atenea, la Ménade, son buenos ejemplos de ese concepto de la belleza absoluta plasmada por algunos nombres de resonancias míticas como Fidias o Praxiteles. Bajo el título de Entre dioses y hombres, el Museo del Prado abre mañana al público una gran exposición dedicada a la escultura clásica. Las réplicas que de las desaparecidas obras griegas hicieron los romanos han sido restauradas para esta muestra, articulada en torno a 46 obras maestras procedentes del Museo Albertinum de Dresde: un conjunto que sale por primera vez de Alemania. El propio Prado aporta 20 piezas de sus fondos de escultura.

La belleza en la antigua Grecia era atributo de los dioses

La exposición fue inaugurada por el rey Juan Carlos ayer por la tarde, aunque por la mañana se le había adelantado Durão Barroso. El presidente de la Comisión Europea, de visita oficial en España, había pedido visitar la exposición Rembrandt contador de historias. Pero después, guiado por el director del museo, Miguel Zugaza, se sumó a los periodistas en la presentación de Entre dioses y hombres.

La belleza y la dicha de los dioses clásicos la encabeza Zeus. El ideal humano durante el siglo V y IV antes de Cristo se plasma en cuerpos de proporciones perfectas esculpidas originalmente por Fidias, Mirón, Policleto y Praxiteles. En ese periodo, los rostros de las esculturas van suavizando el hieratismo que les proporciona esa perfección máxima para humanizarse poco a poco. Las representaciones humanas de la época ofrecen un contrapunto muy sorpredente: el dolor por la brevedad de su vida se refleja en unas caras llenas de muecas de angustia. El equilibrio queda en posesión de los atletas, a medio camino entre lo divino y lo humano, como se ve en la cabeza de un joven atleta o en el archifamoso efebo de Dresde, una de las estrellas de la exposición.

La segunda parte del recorrido está centrada en la época helenística, en los siglos III a I antes de Cristo. Los sentimientos, la sensualidad y la alegría protagonizan la expresión de las figuras representadas. De entrada, los artistas se inspiran preferentemente en la mujer: diosas y humanas sirven de percha para mostrar la abundancia y la buena vida. Sus ricos vestidos con volátiles echarpes están perfectamente recreados.

Pero es la expresión que alcanzan algunas de estas mujeres lo que de verdad hace que el arte emocione. El busto de perfil La musa pensativa resulta de una modernidad absoluta. Policromada en origen, su cabello, ojos y boca conservan un sombreado que obliga al visitante a quedarse casi paralizado.

Una sensación similar se siente ante la cabeza de La anciana ebria, aunque por otros motivos: en este caso el gesto de la mujer vieja y fea produce desagrado. La figura formaba parte de un conjunto dedicado a Dionisos en el que ella cantaba y bebía con su boca desdentada. Otra de las joyas es El Intelectual o médico griego, donde se retoman los cánones de la perfección estética a la vez que se muestran sentimientos de preocupación en el rostro de los personajes.

El poder y quienes lo ostentaban ocupa la parte final de la exposición. Aquí se acumulan los retratos ideados para espacios públicos o privados de hombres, mujeres y niños. Hay piezas en las que el viejo mundo grecorromano convive con el mundo cristiano. Los dioses de unos y de otros comparten espacio en relieves y estelas. El broche del recorrido lo pone El disco de Teodosio, espectacular relieve en plata.

Miguel Zugaza aseguró ayer que estas dos colecciones, la de Dresde y el Prado, son un lujo para la cultura europea. "No se entiende la pintura del Prado y sus grandes artistas sin haber contemplado antes este conjunto de esculturas. Pueblan los cuadros de los artistas de este museo y han inspirado los mejores momentos de los grandes genios".

<b>Una visitante contempla </b><i>La musa pensativa</i>, obra del periodo helenístico en el que los artistas llenan sus figuras de sensualidad.
Una visitante contempla La musa pensativa, obra del periodo helenístico en el que los artistas llenan sus figuras de sensualidad.BERNARDO PÉREZ

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