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La carrera hacia la Casa Blanca

Biden da a Obama la solidez que Palin resta a McCain

La amplia experiencia del senador por Delaware beneficia a los demócratas

Mónica Ceberio Belaza

Los segundos son importantes. Sarah Palin es una de las razones por las que Colin Powell ha decidido apoyar al demócrata Barack Obama: dijo ayer que no cree que la gobernadora de Alaska esté preparada para ser presidenta ni vicepresidenta. Y numerosos analistas y diarios conservadores coinciden con él en que el republicano John McCain se equivocó fatalmente al elegirla como compañera de viaje. Mientras tanto, en el lado demócrata, Joe Biden se va consolidando como un buen complemento para Obama. Sin hacer tanto ruido como su rival, Biden convence a los votantes de que él tiene las canas y la experiencia que le faltan al senador de Illinois.

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El punto débil de Obama es su juventud -47 años- y que es un recién llegado a Washington. Frente a la posible preocupación de los estadounidenses por esta escasa trayectoria, Biden aporta 36 años de experiencia en el Senado y un amplio conocimiento en asuntos de política exterior que nadie pone en duda. Recibe una atención de los medios mucho menor que Palin, Obama o McCain, y llena menos estadios que cualquiera de ellos, pero él recorre tranquilo su camino. Visita los Estados clave y deja claro en sus mítines que frente a la inexperta Palin, nadie puede tener dudas de su solvencia. No despierta el entusiasmo de Obama, pero da seguridad.

Biden salta al ruedo en los mítines jugando sus bazas: ser un hombre mayor -65 años-, afable, del pueblo, de clase trabajadora, que conoce bien los problemas de la clase media. Obama también tiene orígenes humildes, pero su trayectoria académica y vital hace difícil a la población identificarse con él. Demasiada excelencia y talento. La identificación con Biden es más fácil. Es un hombre inteligente y preparado, pero más cercano. Biden sonríe a sus seguidores con su perfecta y blanca dentadura, les llama "folks" [amigos] y se dirige a ellos en tono alto y con un lenguaje popular. Es el educado y ocurrente irlandés católico que cualquier familia querría tener en su barbacoa del domingo.

El senador por Delaware juega, además, otro papel fundamental: defender a su candidato. Ante una campaña de constantes ataques personales como la que están llevando a cabo los republicanos, Obama no siempre responde con contundencia. Pero ahí está Biden para hacerlo. "Estoy cansado, cansado, cansado de que los republicanos hablen de patriotismo y decidan quiénes son patriotas", dijo el jueves en Mesilla, Nuevo México. Obama debe tener cuidado para no parecer un angry black en sus discursos y, ante los ataques, debe contenerse. Pero Biden no. "Si sueno enfadado, es porque lo estoy", dice.

También ataca con más intensidad a los republicanos y dedica mucho más tiempo que Obama a insistir en la identificación entre John McCain y George Bush. En los últimos días, el punto estrella de sus discursos ha sido criticar a Sarah Palin por decir en Carolina del Norte que estaba contenta de estar en una "parte del país proamericana". "Damas y caballeros, no sé qué piensa Sarah Palin, pero cada Estado que he visitado es proamericano, todos han mandado a sus hijos e hijas a servir y morir por su país en la guerra", ha dicho Biden en Nevada y Nuevo México.

El senador ofrece tranquilidad a los patriotas desconfiados. Hay estadounidenses que se han creído los bulos de Internet que sostienen que Obama no ha nacido en Estados Unidos, que es árabe y musulmán. Pero, a pesar de que hay quien se ríe de que Obama-Biden suena parecido a Osama bin Laden, nadie puede poner en duda que Joe Biden parece una figura 100% producto nacional, con un hijo a punto de partir hacia la guerra de Irak. Los asistentes a los mítines suelen reaccionar ante él de la misma forma: les transmite confianza. La enfermera Phyllis Williams, de Las Vegas, lo resume así: "Con él, podemos estar tranquilos".

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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