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Reportaje:Primer plano

Intervencionismo contra la crisis

Los expertos alertan que el rescate bancario no podrá contener la gran recesión que se avecina

Cristina Galindo

Desesperado e incapaz de hacer frente a sus deudas, un empleado de la compañía nacional de ferrocarriles de Estados Unidos quemó recientemente su coche en Washington. Fingió que se lo habían robado porque no podía afrontar el pago de la letra mensual de 800 dólares (600 euros) y quería que el seguro se hiciera cargo de este siniestro total. No es el único caso. Apurados por la hipoteca o el vencimiento de pagos, trabajadores y pequeños empresarios recurren a triquiñuelas para engañar a los aseguradores y bancos y obligarles a que se hagan cargo de sus deudas. Por ahora, los Gobiernos de EE UU y Europa prefieren atender a las entidades financieras, destinando casi tres billones de euros para sacarlas de la peor crisis de los últimos 80 años.

Si se toman como referencia los años treinta, no hay razón para el optimismo
Comprar acciones en lugar de activos tóxicos es, en teoría, más rentable
Nueve bancos de EE UU han accedido a vender acciones al Gobierno
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Y esto, ¿quién lo paga?

Pero muchos empiezan a pensar que si no se hace algo y pronto para ayudar a trabajadores como el empleado moroso de Washington -fue detenido-, la economía real entrará en breve en la mayor recesión de, como mínimo, el último cuarto de siglo, y las deudas de miles de empleados y familias a los que ahora nadie avala acabarán por derrumbar el sistema financiero que se quiere salvar. "Los planes de rescate son necesarios para evitar que el sistema bancario se rompa. Sin embargo, ahora parece inevitable que llegue una profunda recesión", advierte el economista Daniel Gros, director del Centro de Estudios de Política Europea en Bruselas.

Las operaciones de rescate para dotar de liquidez y solvencia a la banca -anunciadas en los últimos días por las grandes economías occidentales- constituyen el último capítulo de una crisis financiera que salió a la luz hace 14 meses con el estallido de la burbuja inmobiliaria. El objetivo de estos planes es aliviar la crisis financiera a través de varias fórmulas: comprar acciones de los bancos para recapitalizarlos, avalar los préstamos, comprar deuda y garantizar los depósitos. De forma complementaria, los bancos centrales han inyectado capital en las últimas semanas. Algunos países han elegido una o varias de estas iniciativas, pero todos se han endeudado para salvar el sistema.

La crisis ha vuelto a poner de moda el intervencionismo. La recapitalización es una opción que contemplan Alemania, Francia, Italia, Austria o España (aunque no la ha presupuestado), pero los que más dinero prevén destinar para nacionalizar los bancos son paradójicamente Estados Unidos y Reino Unido, dos de los países que históricamente más han huido de la intervención estatal en los mercados. "El panorama bancario europeo va a cambiar completamente y habrá un mayor control gubernamental", añade Gros.

El modelo de salvamento de los británicos -inspirado en la estrategia lanzada por Suecia en los años noventa para salir de la crisis inmobiliaria que sumió a los bancos del país en la ruina- ha sido el primero de Europa y ha marcado el paso al resto. El Gobierno de Gordon Brown ya ha empezado a nacionalizar el sistema financiero con la inyección de 37.000 millones de libras (48.000 millones de euros) en los tres mayores bancos del país, una operación que puede convertir al Estado en un peso pesado de la City.

Se trata de Royal Bank of Scotland, HBOS y Lloyds TSB, que ingresarán en conjunto 8.000 millones de libras (10.400 millones de euros) procedentes de las arcas públicas a cambio de un paquete de acciones preferentes que el Estado podrá vender pasado un tiempo con una rentabilidad garantizada del 5% anual. Con el resto del dinero, el Gobierno suscribirá ampliaciones de capital de estas entidades, de forma que si inversores privados no cubren la oferta, los poderes públicos asumirán la adquisición de los títulos ordinarios. En este caso, se convertirán en los principales accionistas. El paquete total aprobado por Londres para recapitalizar bancos asciende a 50.000 millones de libras. Este presupuesto no incluye el coste que tuvo la intervención de los bancos Northern Rock y Bradford & Bingley.

Sobre el papel, este mecanismo puede acabar siendo una buena inversión para el Estado, que decide qué bancos vale la pena salvar y qué condiciones les impone. Las retribuciones de los ejecutivos de Bank of Scotland, HBOS y Lloyds TSB se han limitado y las primas por objetivos correspondientes a este ejercicio se cobrarán con acciones; el Tesoro tendrá entre dos y tres representantes en sus consejos de administración, y no se repartirán dividendos hasta que se recupere la inversión. Además, sus presidentes han dimitido.

En el caso europeo, sólo el plan británico y el alemán incluyen condiciones y restricciones como éstas, al menos de momento. En Alemania, el ministro de Finanzas se reserva el derecho de tomar decisiones sobre la política de dividendos y la estructura de capital de las entidades que se beneficien de las ayudas.

El plan británico también ha convencido a la Administración de George W. Bush. En principio, el Tesoro estadounidense iba a destinar los 700.000 millones de dólares (medio billón de euros) presupuestados para salvar a Wall Street con la compra de activos tóxicos (títulos vinculados a hipotecas basura). Pero después ha dado un giro para seguir los pasos de Londres. Cada vez resultaba más difícil poner precio a esos activos y, en lugar de eso, ha aprobado una primera inversión de 250.000 millones de dólares (185.000 millones de euros) para entrar en el capital de los bancos.

Comprar acciones de bancos en lugar de los activos tóxicos es teóricamente más rentable -tiene un efecto multiplicador, según los economistas- y da un mayor control al inversor, que decide qué bancos vale la pena salvar.

El plan de Bush para sostener a bancos grandes y pequeños -unido a las recientes medidas para evitar algunas quiebras y apoyar el crédito y los mercados monetarios- representa la mayor intervención gubernamental en los mercados financieros estadounidenses desde la Gran Depresión, o según algunos, de la historia. Las ayudas que, a raíz del crash de 1929, dio la Corporación de Reconstrucción Financiera, una agencia independiente, tuvieron un coste de 1.300 millones de dólares, lo que en dólares de hoy serían 200.000 millones de dólares (150.000 millones de euros).

Al igual que el paquete británico, la recapitalización del plan de Bush se hará a través de la compra de acciones preferentes. Aún no ha quedado claro si también se suscribirán ampliaciones de capital. Todavía no se ha cerrado ningún trato. El plazo para solicitar ayudas termina el 14 de noviembre, pero la prensa ha publicado que nueve grandes bancos han accedido a vender acciones al Gobierno: Bank of America, Wells Fargo, Citigroup, JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Bank of New York Mellon Corp, State Street y Merrill Lynch.

Una diferencia clara con el plan de Londres es que el Tesoro estadounidense no aspira a intervenir en la gestión de estos bancos, ni estará presente en sus consejos. Tampoco se modifican los derechos actuales de los accionistas ordinarios. Eso sí, impondrá limitaciones en las retribuciones de los ejecutivos y será el único que podrá autorizar incrementos de los dividendos durante al menos tres años.

Sea como sea, se trata de una intervención pública radical para un país en el que nacionalización es una palabra que recuerda demasiado al socialismo y es mejor evitar. Pero no es la primera vez que Estados Unidos se atreve a llevar a cabo medidas como ésta. En tiempos de guerra, en 1917, no dudó un minuto en tomar el control de los ferrocarriles para garantizar el abastecimiento de alimentos a la población y el transporte de soldados y armas. En 1920, estos activos fueron devueltos a sus propietarios, con una compensación. Durante la Segunda Guerra Mundial se volvieron a expropiar temporalmente los ferrocarriles, una docena de compañías y varias minas de carbón. En el sector bancario, el Gobierno estadounidense se hizo en 1984 con una participación del 80% en un banco de Illinois. Más recientemente, bien el Gobierno, bien la Reserva Federal (banco central) han salido al rescate de Bear Stearns, Fannie Fae, Freddie Mac, Merrill Lynch y AIG, aunque dejaron caer a Lehman Brothers.

"El apoyo del capital público es ahora la única opción que queda para que el sector se capitalice suficientemente para eliminar las preocupaciones del mercado sobre la solvencia del sistema financiero", afirma Philip Finch, analista de UBS, grupo que por cierto acaba de recibir una sustanciosa inyección de capital del Estado suizo.

El plan para recapitalizar los bancos con problemas que ahora se negocia incluye, como el británico, una serie de criterios que, de salir todo según lo previsto, pueden convertir esta nacionalización parcial en un negocio. En primer lugar, el Tesoro podrá mantener las participaciones que adquiera durante tres años, y éstas pagarán dividendos anuales del 5% durante los primeros cinco años y del 9% a partir del sexto ejercicio. Además, el Tesoro también recibirá derechos de compra de acciones ordinarias que podrán ser ejercitados durante 10 años a un precio determinado.

"La nacionalización de parte del sistema bancario en Estados Unidos y Europa puede constituir el momento que marca el principio del fin de la crisis financiera", afirma el analista Philip Finch..

La nacionalización no es la única fórmula elegida para el gran rescate. Los avales para estas deudas se llevan el mayor porcentaje del plan en Europa: el Reino Unido destinará 250.000 millones de libras (320.000 millones de euros); Alemania, 400.000 millones; Francia, 320.000 millones, y España, 100.000 millones. En el caso español, hay que añadir la creación de un fondo de entre 30.000 y 50.000 millones para comprar activos de máxima calidad, como los llama el Gobierno sin concretar mucho más.

El objetivo está claro. Se ha dicho una y otra vez que ésta es también una crisis de confianza. Los bancos no se fían de nadie, ni siquiera de sí mismos, y no se prestan dinero. El mercado interbancario se ha colapsado. Una buena prueba de ello se vio cuando, hace dos semanas, los bancos centrales bajaron los tipos de interés medio punto en una acción coordinada sin precedentes, pero la bajada no se trasladó al Euríbor.

"Los Gobiernos se han dado cuenta de que no estamos sólo ante un problema de liquidez, sino también de solvencia", opina Manuel Romera, director del sector financiero de la IE Business School de Madrid. "Los avales tienen sentido, pero lo difícil será ver cómo funciona todo: ¿a quién se debe avalar?, ¿a quién no?, en el caso de España, ¿qué activos se deben comprar?".

El éxito del rescate no está garantizado. Al fin y al cabo, los Gobiernos están asumiendo los riesgos que están ahogando a todo el sistema financiero. Si hay que ejecutar dichos avales en grandes cantidades, o si los bancos nacionalizados se van a pique, las consecuencias son potencialmente devastadoras.

Otra cuestión es si el rescate llegará al resto de la economía, porque las crisis financieras se convierten rápidamente en crisis económicas y nadie suele salir al rescate de las fábricas y sus trabajadores. "Un sector financiero que no se compromete con la economía real no vale la pena ser salvado", afirmaba esta semana el diario británico Financial Times en un editorial. De eso dependerá en parte que la crisis sea corta y llevadera, o larga y muy dura.

Si se toma como referente la anterior gran crisis, la de los años treinta, para ver qué puede pasar, no hay muchas razones para el optimismo. Cuando Franklin Delano Roosevelt llegó a la presidencia de Estados Unidos, en 1933, decenas de bancos habían cerrado o impuesto restricciones en la cantidad de dinero que los clientes podían sacar. "Lo único que hemos de temer es al miedo", declaró. Su primera decisión fue cerrar durante tres días las sucursales bancarias para que los funcionarios estudiaran los libros contables de las entidades. Tras el examen, dijeron qué bancos había que cerrar y cuáles estaban bien.

Eso pareció dar confianza a los estadounidenses, pero tras la crisis bancaria se escondían grandes problemas económicos y al final el sistema se derrumbó al completo. Muchos economistas todavía escriben ensayos sobre si fueron los bancos los que llevaron al país a la crisis o fue al revés. Sea como sea, el mundo no volvió a ver la luz al final del túnel hasta el año 1939.

"Las medidas llegan demasiado tarde para prevenir una recesión", afirma Michael Saunders, analista de Citigroup, en un informe sobre el efecto de los planes de rescate tomados por los países de la zona euro y la inyección de liquidez llevada a cabo por el Banco Central Europeo. "Las medidas [de la zona euro] aliviarán probablemente la crisis financiera, pero dudamos de que sean lo suficientemente grandes como para estabilizar los mercados", añade el experto. Las garantías aprobadas en los países del euro apenas cubren un 7% de los activos consolidados de la banca de la zona, que suman 23,5 billones.

Pese a las numerosas advertencias (el FMI ya apuntó hace meses que sería necesaria una recapitalización y algunos funcionarios en Japón lo hicieron hace un año), los dirigentes políticos han tardado en reaccionar, aunque pasó lo mismo en las crisis de Suecia y Japón.

Las ayudas pueden devolver un poco de calma, pero los expertos advierten de que no pueden corregir los excesos cometidos en la última década, en la que el sector inmobiliario y las entidades que lo financiaron ganaron mucho dinero, mientras los ciudadanos se endeudaron muy por encima de sus posibilidades gracias a unos tipos de interés bajo mínimos. "Los controles fallaron, porque casi nadie quiso reconocer que había una excesiva acumulación de riesgo", explica Gros. Ahora, la aversión a ese riesgo lo paraliza todo.

De izquierda a derecha, Jean-Claude Trichet, Nicolás Sarkozy, Gordon Brown y José Manuel Barroso, en una reciente reunión el Palacio del Eliseo.
De izquierda a derecha, Jean-Claude Trichet, Nicolás Sarkozy, Gordon Brown y José Manuel Barroso, en una reciente reunión el Palacio del Eliseo.AP
Los sobresaltos no acaban de abandonar el parqué de Wall Street.
Los sobresaltos no acaban de abandonar el parqué de Wall Street.REUTERS

¿Otra gran depresión?

Desde Estados Unidos hasta Singapur, la economía está al borde del abismo. ¿Hasta dónde llegará la crisis? Con suerte, será la peor desde los años ochenta, pero algunos economistas temen que sea tan dura como la Gran Depresión de los años treinta, con el cierre de miles de empresas y un aumento récord del paro.

"Ésta es la peor crisis que he visto en mis 50 años de carrera", afirmó la semana pasada William Rhodes, vicepresidente de Citigroup, ante sus compañeros banqueros de Nueva York. "Y todavía tenemos que enfrentarnos a los efectos de la economía real", añadió.

Hay señales de que los dos grandes motores de la economía mundial de los últimos años -el gasto de los consumidores de EE UU y el impulso de las economías emergentes- están echando el freno. Mientras, el patrimonio de los hogares se está esfumando. La reciente semana negra de las bolsas hizo desaparecer 2,6 billones de dólares de la riqueza de los inversores en EE UU.

Habrá que ver qué pasa con el comercio, otro de los indicadores de la marcha de la economía. "La crisis financiera que está afectando a Estados Unidos y Europa impulsarán ciertas actitudes proteccionistas", afirma Katinka Barysch, experta del Centro para la Reforma de Europa, con sede en Londres. El proteccionismo que siguió al crash bursátil de 1929, explica Barysch, se tradujo en una caída el comercio mundial del 14%. Los expertos prevén que los intercambios internacionales crezcan de media un 4-5% el próximo año, frente al 8% de media registrado en los últimos años.

Además, hay que tener en cuenta que la crisis ha provocado depreciaciones en los activos de los bancos que suman 580.000 millones de dólares (430.000 millones de euros) desde mediados de 2007, según el FMI.

Brown, el 'salvador'

Hace poco más de un mes, el primer ministro británico, Gordon Brown, acudía al congreso del Partido Laborista con la popularidad por los suelos y con un pie fuera de Downing Street. Ahora, gracias a la iniciativa que ha tomado en la crisis, se ha convertido en el hombre fuerte que puede salvar la economía de su peor momento.

La fórmula británica para salvar la City -capitalizar los bancos en crisis, dar acceso a la banca a liquidez inmediata y a fondos a tres años vista- ha sido hecha suya por los países de la zona euro y por Estados Unidos, que hasta entonces se mostraba reacio a una solución que implicara entrar directamente en el capital de los bancos. En 10 años de actuación exterior, el ex primer ministro Tony Blair no alcanzó jamás tal éxito internacional.

"Gordon Brown: superhéroe europeo", proclamó una columna del diario francés Le Monde, y mencionó un sondeo según el cual los franceses tenían más fe en Brown -caricaturizado con frecuencia como una persona vacilante, aburrida y sombría- como salvador de la economía mundial que su propio presidente, Nicolas Sarkozy.

"El Gobierno de Brown se ha mostrado dispuesto a pensar con lucidez respecto a la crisis financiera, y a actuar con rapidez una vez que ha llegado a una conclusión. Y esta combinación de lucidez y decisión no la ha igualado ningún otro Gobierno occidental, y mucho menos el de Estados Unidos", afirmaba Paul Krugman en una tribuna que EL PAÍS publicó al día siguiente de serle concedido el Premio Nobel de Economía a mediados de esta semana.

Gordon Brown ha resucitado. Esto no significa que sea el favorito para ganar las próximas elecciones en el Reino Unido, pero al menos ya nadie se atreve a cuestionar su liderazgo dentro del partido.

A la espera de tipos más bajos

La sombra de la recesión se cierne sobre Europa. Todos los países de la zona euro pueden entrar en recesión entre finales de este año y mediados del siguiente, según el Fondo Monetario Internacional. Sólo una bajada de tipos de interés podría aliviar un poco la situación. Los analistas prevén que el Banco Central Europeo (BCE) aproveche la desaceleración de la inflación registrada en septiembre, por la caída del precio del petróleo, para abaratar el precio del dinero, ahora en el 3,75%, hasta llegar al 2,5% a finales del próximo año, según los últimos cálculos de Citigroup.

Tampoco se descarta una bajada de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (banco central estadounidense) en su próxima reunión, prevista para la última semana de octubre. Se especula con un recorte de un cuarto de punto de los tipos, que el 8 de octubre se situaron en el 1,5% tras la decisión coordinada de seis bancos centrales, incluida la Reserva Federal y el BCE, de bajar medio punto el precio del dinero para dar un impulso al mercado interbancario.

De hecho, la desconfianza fue tal en ese mercado que durante unos días no se trasladó la baja de tipos al Euríbor, que además del tipo de referencia para las hipotecas es un índice calculado mediante el interés al que 64 bancos de la zona euro realizan los préstamos a otras entidades. Pero la tendencia cambió. El Euríbor se apuntó el viernes su sexta bajada consecutiva del mes, hasta 5,202%, con lo que se situó ya tres décimas por debajo del máximo histórico intradía del 5,526% que alcanzó el pasado 2 de octubre.

El Euríbor empezó a bajar cuando se anunciaron las medidas de rescate de los mercados financieros acordadas por los Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo. Los analistas prevén que el tipo hipotecario termine el año en el 5%.

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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