Un plan en cada casa
Durante esta semana se han ido conociendo poco a poco los detalles de los planes preparados por los distintos Gobiernos europeos para apoyar a sus sectores financieros respectivos, siguiendo los principios establecidos durante el pasado fin de semana en la reunión del Ecofin, que a su vez recogía lo acordado horas antes por el G7. La idea de esos principios era diseñar un menú de instrumentos para restablecer la confianza en los mercados monetarios y de deuda, cuya situación se había agravado tras la quiebra, hace algo más de un mes, de Lehman Brothers.
Quizás el punto de inflexión fundamental ha sido el plan diseñado por el Gobierno británico a mediados de la semana anterior, que tenía tres características importantes: una, que las cantidades barajadas eran muy elevadas, lo que revelaba que la cosa iba en serio; dos, se incluía un fondo para recapitalizar los bancos, algo que había sido rechazado anteriormente por el Plan Paulson en Estados Unidos y que es clave para atacar el eventual problema de insolvencia de algunas instituciones; y tres, que se trataba de un plan completo que mezclaba esas medidas de recapitalización con un complemento de inyección de liquidez y con un plan de garantías para asegurar las emisiones de deuda y así defender la financiación a más largo plazo.
Probablemente la situación en los mercados empiece a normalizarse lentamente en las próximas semanas
La influencia del plan de Brown, alabado durante toda la semana, ha sido importante no solamente sobre el Tesoro estadounidense, que llevará a cabo ahora medidas de recapitalización, sino también sobre los demás gobiernos e instituciones europeas. A las inyecciones de liquidez del BCE, que han sido acompañadas con la rebaja sustancial de los colaterales requeridos y sobre todo con el compromiso de proveer a las entidades con toda la liquidez que demanden, se han unido los planes de los distintos gobiernos, que en general se han comprometido a garantizar la deuda que emitan las entidades financieras (o directamente a comprarla) y a prometer el dinero necesario para reforzar sus fondos propios. Los planes han sido dispares, tanto en cantidades comprometidas, activos afectados o precios a los que se concederán las garantías. La transparencia de las medidas es también variable, y muestra hasta qué punto es difícil ponerse de acuerdo en Europa, incluso ante situaciones de emergencia. Sin embargo, como en el caso británico, las cuantías manejadas y la variedad de instrumentos harán que probablemente la situación en los mercados empiece a normalizarse lentamente en las próximas semanas, como ya han apuntado los diferenciales interbancarios esta semana.
Todo ello no excluye sorpresas en el futuro y no evitará un impacto de la crisis sobre la economía real más negativo de lo esperado, pero las bases de la normalización parecen estar en marcha.
Economista jefe para Europa del Servicio de Estudios del BBVA
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