El recorte de tipos concertado de seis bancos centrales no logra evitar nuevas caídas
La zona euro, EE UU y varios países más bajan por sorpresa medio punto el precio del dinero - Las Bolsas europeas y asiáticas se despeñan por el temor a la recesión
Llegó el pánico. En plena espiral de miedo en las Bolsas, el círculo vicioso de los mercados financieros empieza a engullir a la economía real. Medidas extraordinarias como los rescates de bancos, las inyecciones globales de liquidez, los planes de salvamento en varios países y la mayor cobertura de los depósitos no funcionan. Lejos de remitir, la psicosis aumenta. La crisis se agudiza. Casi a la desesperada y en una acción sin precedentes, seis grandes bancos centrales -liderados por el estadounidense y el europeo- acordaron ayer rebajar medio punto los tipos de interés, en un movimiento de emergencia diseñado para amortiguar los efectos del huracán financiero sobre la economía. De momento, sin éxito. El temor a una recesión global es más fuerte que nunca.
El BCE anuncia nuevas subastas de liquidez para calmar el mercado
Los expertos afirman que sólo el G-8 podría infundir cierto optimismo
En otra situación, el recorte hubiera desatado la euforia en los mercados. Ocurrió justo lo contrario: tras una efímera recuperación, las Bolsas se despeñaron en Asia, en Europa y algo menos en EE UU. Pero la sensación es que ni siquiera los tipos sirven ya como varita mágica. España no se salvó de la quema, a pesar del plan del Gobierno para dar aire a la banca. El Ibex cayó más del 5%.
El pánico general provocó ataques especulativos sobre las divisas latinoamericanas, que obligaron a intervenir a Brasil y México en defensa de sus monedas. Malas noticias adicionales: la crisis llega a los países emergentes, y las multinacionales españolas y los grandes bancos con presencia en la región lo notarán si la situación no da un giro con rapidez.
De nada sirvió el alud de informaciones destinadas a calmar el marasmo. Los tipos norteamericanos se quedan en el 1,5%; y los europeos, en el 3,75%, en lo que supone la primera bajada en cinco años, aunque falta por ver cómo repercutirá en el Euríbor. Los bancos centrales de Inglaterra, Canadá, Suecia y Suiza, al igual que China y Australia, redujeron también el precio del dinero. El Reino Unido anunció un plan de nacionalización parcial de sus bancos. Nada de eso evitó el desplome. Y no quedan demasiadas balas en la recámara para reconducir la situación.
El presidente de la Reserva Federal de EE UU, Ben Bernanke, avanzó que la Fed seguirá actuando de forma agresiva, por lo que los expertos anticipan nuevos tijeretazos al precio del dinero. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, que anteayer negó que fuera a bajar los tipos, suscribió en el comunicado conjunto de los bancos centrales que "la intensificación de las turbulencias causará restricciones adicionales del gasto, porque reduce la capacidad de hogares y empresas para obtener crédito". Más problemas.
Trichet justificó la rebaja por el alivio de las tensiones inflacionistas, prometió "liquidez ilimitada a los bancos", y pidió a los mercados que no sobreestimen los riesgos. El BCE no se quedó ahí y anunció subastas semanales a tipo fijo para todo el dinero que pida la banca, lo que puede contribuir a normalizar el mercado con las nuevas inyecciones de liquidez. A pesar de ese giro, Trichet es el blanco de las iras de muchos economistas, que llevan meses pidiendo medidas de ese calibre. Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, declaró que el recorte "es positivo, pero llega demasiado tarde y es escaso. El BCE debía haberlo hecho antes para evitar la recesión y mitigar la virulencia de la crisis". "La rebaja debería de haber sido de al menos un punto para tener impacto", abundó Robert Leonardi, de la London School of Economics. "Al menos, los bancos centrales reconocen por fin la gravedad de la situación. Es un primer paso para estabilizar los mercados", afirmó Charles Diebel, de Nomura.
No será sencillo. Las turbulencias cumplen ya 14 meses, nada menos. El clímax ha llegado en el último tramo, tras la quiebra de Lehman Brothers, con una secuencia de vértigo: volatilidad, incertidumbre, miedo y, finalmente, pánico. "En EE UU y en Europa se ha actuado, pero con improvisación", reconoció ayer el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, en relación a la acción de los bancos centrales y a los planes de rescate.
El problema es que, a diferencia de otras veces, la interrelación entre los tipos oficiales, la economía y los mercados es más débil que nunca. La duración y profundidad de la crisis ha minado la influencia del precio oficial del dinero. El mercado interbancario, a pesar de los esfuerzos, no funciona, no responde. Las ayudas no han evitado que los bancos sigan sufriendo. "Hemos traspasado el umbral en el que la política monetaria tiene suficiente tracción", resumía ayer en su blog el economista Paul Krugman.
En EE UU, el problema sigue siendo el colapso inmobiliario. En Europa, al margen de la descoordinación política, las dudas sobre la banca, que ayer sufrió de lo lindo. En el resto del mundo, la misma historia: la Bolsa japonesa registró ayer la mayor caída desde los días negros de 1987. El contagio va llegando, implacable, hasta todos los rincones, incluida América Latina. Algunos expertos ven la última oportunidad para la catarsis en la próxima reunión del G-8, con los mercados seguirán al borde del ataque de nervios.
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