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Linares ya no tiembla por Santana Motor

El ERE se recibe con inquietud, pero sin el dramatismo de la crisis de los 90

Ginés Donaire

El Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que la dirección de Santana tiene previsto presentar en breve, y que va a afectar durante cinco meses a más de la mitad de la plantilla actual de 570 trabajadores, ha resucitado en parte los fantasmas del pasado de Linares, que no concibe su economía sin la presencia de la única industria automovilística andaluza. Sin embargo, el latir de la ciudad no se ha alterado, ni mucho menos, como lo hizo en los años noventa, cuando la estampida de Suzuki llevó a la Junta de Andalucía a hacerse con el control de la compañía. Hoy, Santana ya no es sólo una fábrica de coches y se ha convertido en un parque empresarial donde se fabrican vagones de tren, aerogeneradores o vehículos de emergencias. Por eso, y porque ahora no se menciona la maldita palabra despidos, Linares ya no tiembla por Santana.

Las alianzas con otras compañías generan más empleo que la automoción
"Preocupa pero no nos asusta, estamos curados de espanto", dice el alcalde

Desde el ocaso de las minas de plomo, pasado el ecuador del pasado siglo, pocas ciudades habían tenido una dependencia tan alta de una fábrica como Linares de Santana Motor. Dejó de ser minera y se hizo santanera. La antigua Metalúrgica de Santa Ana, creada en 1956 al amparo del Plan Jaén del régimen franquista, llegó a ocupar en los años setenta -cuando de sus naves salían como rosquillas los famosos Land Rover, un icono del medio rural de entonces- a más de 5.000 empleados de forma directa y a otros cuantos miles de forma indirecta. Y eso para una población de poco más de 60.000 habitantes eran palabras mayores.

Pero Santana empezó a toser y la comarca a resfriarse. Primero fue la crisis de los setenta, aunque el punto de inflexión se produjo en 1994, cuando la multinacional japonesa Suzuki -que había aterrizado en Linares nueve años antes- presentó suspensión de pagos y anunció su marcha de Linares. La noticia se recibió como un terremoto entre los linarenses, que se echaron a la calle y forzaron a Suzuki a dar marcha atrás, aunque, eso sí, el Gobierno andaluz tuvo que rascarse el bolsillo para levantar la suspensión de pagos. Desde entonces, la Junta es la propietaria de esta fábrica, que en los últimos años logró ahuyentar los nubarrones del pasado.

"Claro que nos preocupa el ERE, pero no nos asusta, ya estamos curados de espanto", señala el alcalde de Linares, el socialista Juan Fernández. Y es que la Santana de hoy poco o nada tiene que ver con la de los años noventa, y ello gracias a un plan de diversificación industrial que ha permitido crear varias empresas mixtas en las que ya se genera más empleo que en el segmento de la automoción. La Santana Motor de toda la vida ha pasado a denominarse Parque Empresarial Santana.

Hasta el momento son nueve las firmas con las que Santana ha suscrito alianzas para reorientar su actividad. Destacan la compañía vasca CAF, con una plantilla de 100 empleados que ampliará pronto a otro centenar para la fabricación de trenes; Aemsa, un grupo eólico con una plantilla de 130 trabajadores; Iturri, con otros 100 empleados en el municipio de La Carolina para la fabricación de vehículos ligeros y de emergencias; o el más reciente acuerdo entre CAF, Grupo Gallardo y GEA 21 para fabricar vagones de mercancías y que dará empleo a otros 130 operarios. Eso sin olvidar el centro de I+D, con 15 empleados de alta cualificación.

Lo que ocurre es que nadie en Linares quiere que Santana pierda su vocación automovilística. El mes próximo concluirá el pedido del Ministerio de Defensa del modelo Aníbal, y el año que viene expira el acuerdo con Suzuki para la fabricación del modelo Jimny. El futuro de la rama de automoción se llama ahora Fiat Iveco, la multinacional italiana que, si no cambian las cosas, tiene una opción de compra sobre la fábrica, donde ya fabrica el todoterreno Massif. Con este acuerdo, Santana preveía acabar este año con las pérdidas, que han pasado de 40 millones hace apenas cinco años a los 12 millones del último ejercicio.

La crisis del sector de la automoción ha enfriado los ánimos, pero no cunde el pesimismo. "Es cierto, ahora empezábamos a ver la luz, pero... de todos modos, el acuerdo con Iveco ha abierto unas expectativas enormes, tenemos mucha fe en el futuro", señala Pedro Gálvez, presidente del comité de empresa de Santana, aunque habla como miembro de la sección de CC OO.

Los trabajadores son los primeros que claman por que Santana siga vinculada a la fabricación de coches, por el valor añadido que deja en toda la industria auxiliar y, por ende, en toda la población. "La investigación y la innovación debe estar aquí para que nuestros universitarios no se vayan fuera", comenta Gálvez. Precisamente, el mes que viene se quiere colocar la primera piedra del futuro campus universitario, una de las luchas en las que más energías está gastando la sociedad linarense.

En realidad, el campus va a medir la autoestima de los linarenses, que no pasa por sus mejores momentos. La Estación Linares-Baeza agoniza por el desvío de servicios a las vías del AVE, y, por si fuera poco, hasta el equipo de fútbol local lucha por sobrevivir en el pozo de la Segunda B. Y todo ello en un escenario de crisis económica, del que tampoco escapa el comercio local. La prueba más evidente de ese enfriamiento es el éxito de la feria de saldos instalada durante el fin de semana en el parque de deportes. "Linares es valiente y compra, pero la gente quiere seguridad y ahora no la tiene", sostiene Manuel Gámez, presidente de la Cámara de Comercio linarense. Pero otro empresario ilustre, Luis Rentero, que puso en el mapa a Linares gracias al torneo de ajedrez y que ha visto muchos momentos de depresión en su ciudad, llama al optimismo: "Se han ganado muchas batallas, por qué no se va a ganar ésta".

Los últimos despedidos

Francisco López Escribano entró en Santana como aprendiz de soldador en 1961 y, 40 años después, en 2001, salió de la compañía junto a otros 1.075 compañeros en el que ha sido el último y más doloroso ajuste de plantilla de la factoría automovilística. 600 de ellos se prejubilaron, 400 pasaron a cobrar una póliza de rentas y el resto se acogieron a bajas incentivadas e incapacidad permanente. Ahora, con la perspectiva de los años transcurridos, Francisco se muestra optimista ante el futuro laboral de sus antiguos compañeros. "Aunque el momento es difícil, no hay comparación con la crisis de entonces; ahora no se habla de despidos y Santana está más preparada para amortiguar la crisis. Centralizarlo todo en un único producto era muy peligroso".

Francisco ocupa ahora su tiempo como voluntario de la Asociación de Promoción Social 28 de febrero, que lleva como nombre la fecha del fatídico expediente de extinción de contratos. Fue una iniciativa de la Consejería de Empleo y de los sindicatos para adelantarse a un problema social: ¿Qué hacer con más de 1.000 personas desocupadas de la noche a la mañana? Junto a otros compañeros, como Antonio Orcera, Enrique Moreno, Juan Rey, Víctor Sánchez, llenan su tiempo en la catalogación del Archivo Municipal, en la biblioteca, como guías de los museos o como colaboradores de Cruz Roja.

Pero todos ellos dedican aún muchas horas a rememorar la lucha que los trabajadores y toda la sociedad linarense llevaron a cabo en 1994 para impedir el cierre de Santana. Hubo múltiples manifestaciones, una marcha a pie a Madrid, una huelga general, se cortaron vías férreas y un lazo verde de solidaridad que se extendió por toda la provincia de Jaén.

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