Un pasaporte de Congo a la NBA
Esta mañana de otoño se ha vestido de estrella. Ha posado para estas páginas como lo haría cualquiera de sus ídolos. Pero todavía se parece más a ese chicarrón que abandona en calzonas y chanclas el pabellón del Ricoh Manresa al final de la jornada tras una suave sesión de entrenamiento. Quizá por eso los blanquitos que practican baloncesto callejero en las canastas instaladas por el club catalán en sus inmediaciones no reparen en ese armazón de dos metros y ocho centímetros de pura fibra negra. Apenas imaginan que este congoleño de 19 años podría estar ya disputando un rebote a Kobe Bryant o Pau Gasol. Acaba de renunciar a un contrato de seis millones de dólares por cuatro años en la NBA para jugar en un equipo humilde de la Liga ACB española. Su historia es la de un adolescente que salió de su Brazzaville natal a golpe de mates y triples. Llegó a Europa en busca de una vida mejor como profesional del deporte, pero sufrió la tragedia del inmigrante que carece de permisos para ejercer su oficio. Un rocambolesco rescate diplomático le trajo a España como escala del sueño americano que persigue desde niño.
Serge Jonas Ibaka Ngobila ya parecía conocer su destino en esa foto donde un renacuajo berrea vestido con la ropa y los zapatones de deporte de su madre. Hijo de dos jugadores de baloncesto, el pequeño Serge frecuentaba con apenas 10 años las canchas callejeras de la capital de la República del Congo con mayor asiduidad que la escuela de su humilde barrio de calles embarradas sin asfaltar. Cuando estalló la guerra civil en la vecina República Democrática del Congo tuvo que mudarse con su padre y sus hermanos al norte del país, a la ciudad de Ouesso. "Cuatro años más tarde, regresamos a Brazzaville y las cosas estaban un poco más calmadas. Mi madre había muerto de una enfermedad y mi padre nos mantenía con su trabajo en el puesto fronterizo de la ciudad a través del río Congo con Kinshasa. Él siempre tenía problemas con los militares de [Joseph] Kabila. Una vez le detuvieron en la otra orilla y llegó a pasar un año encarcelado en Kinshasa", recuerda Serge en su castellano con acento afrancesado tras la sesión de fotos de la mañana.
Ahora está a punto de encalomarse un par de crepes de jamón y queso y una hamburguesa con patatas fritas. "No tuve muchas carencias durante mi infancia, la verdad. Pero allí nunca habría jugado en serio al baloncesto. No tenía disciplina de entrenamiento, ni me alimentaba así. Si hubiera podido ser profesional en Congo, me habría quedado. Nadie se marcha de su país por gusto".
con catorce años fichó por el Avenue du Rail, el mismo club donde jugó su padre, Dèsiré Ibaka. A los 16 ya formaba parte del primer equipo y se disponía a abandonar el instituto para participar con la camiseta de Congo en el campeonato júnior de selecciones africanas de 2006, celebrado en Durban (Suráfrica). Allí destacó como uno de los más brillantes reboteadores y taponadores del certamen. Anicet Lavodrama, ex jugador del Fórum Valladolid originario de la República Centroafricana y ex director de desarrollo de relaciones internacionales de la Federación Internacional de Baloncesto (Fiba), fue testigo presencial de sus logros como ojeador del equipo de la NBA Cleveland Cavaliers. Y no tardó mucho en llamar a sus contactos en España para hablarles de un chaval de apenas 17 años que olía a carne fresca para el negocio del baloncesto. "Aparte de un potencial físico enorme, vi en Serge una madurez inusual en su juego y gran capacidad de liderazgo", recuerda hoy Lavodrama.
Aquellas palabras llegaron a oídos de Pere Gallego, miembro de la agencia de representación deportiva U1st Sport, una multinacional que facturó seis millones de euros en 2007 y ostenta 25 jugadores de la NBA en nómina, además de cerca de medio centenar de deportistas y entrenadores de la ACB representados. El criterio de Lavodrama animó a Gallego a marcar el número de Jordi Ardèvol, por entonces director deportivo de L'Hospitalet, club de la Liga Española de Baloncesto (LEB), la categoría anterior a la ACB profesional. El contexto idóneo para comenzar a bandear el rumbo de una joven promesa. "Jordi, tenéis que fichar a un chico de Congo que no hemos visto ni vosotros tampoco conocéis".
Bajo esta incierta premisa, Ardèvol y Gallego contactaron con su padre en diciembre de 2006. Hablaron con su equipo, el Avenue du Rail, y con el presidente de la Federación Congoleña de Baloncesto -a la sazón ministro de Defensa del país- para agilizar los trámites de su traslado a L'Hospitalet. Teóricamente, el 26 de diciembre, Serge debía cruzar de Brazzaville a Kinshasa y presentarse en la Embajada española. Pero el día anterior ya volaba rumbo a Francia con destino a la pequeña ciudad de Prissé. Su club local, Prissé-Macon, se había adelantado en las negociaciones con el equipo de Serge sin que la directiva de la federación de Congo lo supiera.
"nos han robado al jugador". La protesta llega a la Fiba. A Serge le deniegan el transfer internacional por la salida irregular de su país, obviando las gestiones de la federación congoleña. No puede competir oficialmente con el equipo francés. Ardèvol y Gallego intentan llegar a un acuerdo con el Prissé-Macon acreditando un correo electrónico del padre de Serge: "Autorizo a mi hijo a marcharse a L'Hospitalet". Pero el club francés se niega a cederlo. En marzo de 2007, el coronel Nkabi, vicepresidente de la federación de Congo, logra el beneplácito del presidente de la República para viajar "en misión de Estado". Así fue como Serge salió de Francia con un permiso del Prissé-Macon para disputar un supuesto partido con la selección de su país. La pantomima facilitó su llegada a Barcelona el 18 de marzo de 2007. Acto seguido se puso en manos de la agencia U1st, firmó con L'Hospitalet por cuatro años y medio, ganó el Campeonato de Cataluña júnior y después del verano pasó al primer equipo del club en la LEB. Aún se perdería varios partidos de la temporada 2007-2008 por el retraso en los trámites de su licencia internacional.
El Prissé-Macon reclamó al jugador nada más conocer la farsa, pero en septiembre de 2007 desestimó sus pretensiones al recibir 50.000 euros por dejar que L'Hospitalet se quedase con su flamante ala-pívot. "En todo aquel trasiego, con todos los problemas legales, pensé dejarlo todo y buscar un curro. Al menos aquí hay trabajo".
Pero no hizo falta. La maquinaria puesta en marcha por sus representantes le lleva ese mismo verano a curtirse en Las Vegas durante un mes y medio de entrenamientos que costaron 5.000 dólares semanales. "Me gusta Estados Unidos para ir de visita, pero para vivir prefiero España. Aunque iré allí donde esté lo mejor para mi basket". Participa en el Campus Adidas de Nueva Orleans antes de volver a L'Hospitalet. En abril de este año viaja a Portland para debutar en el Nike Hoop Summit, donde una selección estadounidense sub 19 se enfrentó a varios de los mejores extranjeros de esa categoría en todo el mundo. Juega 18 minutos, con un resultado de ocho puntos, ocho rebotes y dos tapones. Los ojeadores de la NBA empiezan a frecuentar el pabellón de L'Hospitalet. El pasado junio se proclama mejor jugador del Eurocamp Reebok de Treviso (Italia) y sus agentes deciden presentarle a la selección del Draft en Nueva York. Sale elegido con el número 24 por Seattle Supersonics, ahora Oklahoma City, propietario de sus derechos para la NBA. Le ponen encima de la mesa seis millones de dólares por cuatro años. Pero ficha este verano por tres años y un salario "muy inferior" -que sus agentes y el club se niegan a revelar- en el Ricoh Manresa, equipo con uno de los presupuestos más bajos de la Liga profesional española (3,8 millones de euros para la temporada 2008-2009). "Aquí podrá formarse como nosotros queremos. Con la posibilidad de disputar minutos y una cláusula NBA coherente, de 500.000 dólares", argumenta Pere Gallego, su agente.
Por el momento, sólo es el jugador extracomunitario más joven de la Liga ACB. "Probablemente no será ni titular", reconoce Jaume Ponsarnau, su entrenador. ¿Sabrá el rookie del Manresa estar a la altura de la atención que ha despertado? "Voy a intentar aguantar las tentaciones", confiesa. "Sabe que, a pesar de ser el 24 del Draft, le faltan técnica y táctica. Y tiene por delante lo más difícil: hacerse un hueco en el equipo y en la ACB", explica su compañero de filas Román Montañez.
Su estrella parece brillar ya al otro lado del charco. Pero debe andar con ojo para no estrellarse por el camino. Vestido con calzonas y chanclas después de entrenarse, todavía parece un sencillo chaval de 19 años aficionado al "hip-hop elegante" a quien su padre dijo un día: "Cuando te fallen las fuerzas, acuérdate de cómo estaban las cosas en tu país y sigue adelante".
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