¿Y ahora qué digo?
Presidentes electos y príncipes herederos, ministros, secretarios generales y comisionados... Todos hablaron con soltura y aparente dominio del tema, aunque al final de sus parlamentos quedara la sensación que habíamos escuchado lo ya dicho hace 30, 40 años... Tras saludarse mutuamente una y otra vez, los políticos insistieron unánimemente en la hermandad entre los pueblos de Iberoamérica, en la "excelsa y profunda" cantera talentosa que estos países tienen en el ámbito del cine, en su fe en la cultura que "es la sangre que circula por la arteria de los pueblos", y en lo eficaz que va a ser este primer congreso de la cultura iberoamericana en México auspiciado por el Gobierno español.
No digo que no acabe siendo útil este congreso, eso ya se verá, pero desanimó la ristra de tópicos de tan altos dignatarios, sin que en ninguno de sus discursos se adivinase un asomo de autocrítica. ¿No tienen ellos algo que ver en lo mal que van las cosas en el terreno de la audiovisual? Alimentaron el pálpito de que no iba a avanzarse mucho. Lo que más necesitan los cineastas para hacer sus películas es apoyo oficial, dinero en definitiva. Así de claro lo expuso el director mexicano Arturo Ripstein. Más hechos y menos charla.
Discursos verborreicos
Hace años la entonces directora general del cine español, Pilar Miró, organizó en Madrid un encuentro entre cineastas españoles y latinoamericanos, y, con el mismo tipo de discursos oídos ahora en México, se quiso montar una especie de mercado común del cine hispano que se quedó en agua de borrajas. Y no era la primera vez. Cada país tiene sus problemas aunque todos sus mercados estén copados por Hollywood. El mal es común pero quizás no las soluciones.
En la inauguración de este congreso de México estuvo muy bien en su breve intervención el centenario cineasta Manoel de Oliveira, a quien se le rinde tributo junto a Saura y Ripstein. Tras el inevitable prólogo de saludos protocolarios, se dijo a sí mismo: "Ahora viene lo difícil, ¿qué seguir diciendo...?". Y al hombre no se le ocurrió más que asegurar que "ahora estamos en México, y hace un mes, no", lo que produjo cierta perplejidad, aunque a fin de cuentas era lo único concreto entre aquellos discursos verborreicos. Cabe preguntarse dónde estaremos dentro de un mes o de un año. Los políticos tampoco lo saben. Quizás dependa de lo que los cineastas sigan diciendo en este congreso... si es que no se quedan atorados como Oliveira.
Babelia
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