Bergara Leumann, el último bohemio bonaerense
Falleció en su casa-museo-teatro el día que cumplía 76 años
El mismo día en que cumplía 76 años, el pasado 5 de septiembre, tuvo su última ocurrencia. Pese a estar muy mal de salud y tener que ser internado de urgencia en la Fundación Favaloro, había organizado una gran fiesta a la que invitó a numerosos amigos del ambiente artístico.
Grosero, excéntrico, chismoso, sus anécdotas dan para llenar un libro
El gran guiñol que representó toda su vida no dejó de aparecer en el final. Eduardo Marcelo Bergara Leumann fue un personaje inclasificable pero representativo de un estilo peculiar de los gays creativos, lúdicos, cultos y excéntricos. Entre sus numerosas ocurrencias analizaba a los argentinos: "Somos italianos que hablamos español, con cultura francesa, economía inglesa, intuición judía y generosidad árabe". Curiosamente, trabajó en varias películas pero no sólo en calidad de actor sino incluso de escenógrafo y vestuarista. Incluso lució su oronda figura en Casanova, la película de Fellini, y en Calígula, de Tinto Brass. Tenía un talento especial para el arte underground y creó un lugar de antología en Buenos Aires, al que bautizó como La Botica del Ángel. Este umbrío laberinto por el que desfilaron toda clase de artistas es una perla en la bulliciosa ciudad que hoy reconoce la pérdida del último gran bohemio, provocador y conductor de su propio programa televisivo que hacía desde la casa-museo.
Cuando el tango y la cultura fueron perseguidos por las dictaduras de turno, Bergara les abrió sus puertas y allí Susana Rinaldi comenzó a demostrar sus dotes de cantante que estaban ocultas tras su carrera de actriz. Figuras que despuntaban hicieron pie en ese escenario: Nacha Guevara, Horacio Molina, Valeria Lynch, Andrés Percivale, Marilina Ross o el Cuarteto Zupay recibieron el abrigo generoso del dueño de casa que mezclaba la aristocracia cultural con la bohemia tanguera.
Bergara comenzó su andadura en una antigua sastrería teatral para luego trasladarse a este local de la calle de Luis Sáenz Peña por donde pasaron todo tipo de personalidades. Su dueño, que comenzó como vestuarista de Canal 13 de televisión, supo transformar una antigua iglesia metodista de 33 ambientes en escenarios teatrales, patios de tango, galerías de arte, cafés concert o terrazas celestiales donde brillan sus célebres ángeles. Un sitio que lo hundió económicamente, perdió la casa y supo reconquistarla más tarde hasta convertirla en un paisaje emblemático de Buenos Aires.
El histriónico conductor de los espectáculos que abría las carteras de las señoras en plena función y contaba al público lo que encontraba en ellas (como le pasó a la nieta de Francisco Franco en su visita junto al marqués de Villaverde), no dejó centímetro de las paredes del lugar sin condecorarlo con un trozo de historia. Desde la frase manuscrita de Lola Membrives ("una no es la que cambia, son los gobiernos"), un cheque firmado por Carlos Gardel, una carta impactante de Alfonsina Storni o pinturas millonarias de Antonio Berni, Vicente Forte, Edgardo Jiménez o Marta Peluffo. Victoria Ocampo dijo que Sur era la obra de una mula solitaria a la que, si no temiera ser mal interpretada, mucho tendrían que agradecerle muchos caballos. La frase quedó ahí, en la pared de la Botica.
Eduardo Bergara Leumann era, como los artesanos antiguos, capaz de hacer el escenario, crear los decorados, armar sus espectáculos, los programas, menús y hasta coser los vestidos, Y en su Botica armó un cabaret dêco y un café-concert.
Grosero, excéntrico, chismoso con talento, sus anécdotas dan para llenar un libro. Y hoy Buenos Aires llora su anunciado final. Invitó a Susana Rinaldi al cumpleaños, pero le anunció: "Ojo, no sé si estaré acá o allá...". Irónico hasta la última hora.
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