El caso de Draka y el fantasma de la deslocalización
El caso de Draka, multinacional holandesa que fabrica cables para la automoción, es un ejemplo de que el fantasma de la deslocalización planea siempre sobre el sector.
La dirección de esta multinacional comunicó en abril que su planta de Mos cerrará a finales de este año. A sus 100 empleados les puso sobre la mesa un plan de recolocación el pasado 18 de julio para que lo firmasen en diez días. No lo hicieron porque "la empresa no nos dio tiempo para estudiarlo", según Alberto Millará, presidente del comité de empresa.
La situación de este centenar de trabajadores, que dieron a su caso un especial protagonismo el Primero de Mayo, sigue siendo crítica, pero no se trata de un cierre motivado por la crisis, sino que, según los trabajadores, "fue una decisión premeditada: nos compraron para liquidarnos", afirman.
Distintas autoridades, desde la propia alcaldesa de Mos, María Jesús Escudero, han mediado en el asunto tratando de evitar el cierre anunciado. Esta misma semana los representantes de los trabajadores se reunieron con el director general del IGAPE y la directora general de Relacións Laborais de la Xunta y la próxima semana lo harán con el conselleiro de Industria, Fernando Blanco, tratando de quemar los últimos cartuchos de la mediación de la Administración autonómica. Pero confiesan que no confían en que nadie vaya a sacarlos del atolladero.
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