Consumo premonitorio
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha confirmado lo que no era difícil deducir desde hace meses: las familias españolas han reducido de forma significativa sus decisiones de consumo. De los últimos datos de contabilidad nacional se deduce que el gasto de los hogares ha crecido en el segundo trimestre al 1,2% (2,2% en el trimestre anterior), mientras que el producto interior bruto (PIB) crecía a una tasa también históricamente baja del 1,8%. Son datos absolutamente consecuentes con el intenso debilitamiento en los indicadores de confianza que venían mostrando las familias españolas. Premonitorios en cierta medida de trimestres con un crecimiento mucho más débil del observado hasta ahora.
Antes incluso de que la actividad económica registrara el deterioro en el que ya está inmersa, la mayoría de los españoles conocieron que la bonanza había concluido por la elevación de los pagos por intereses de su hipoteca. Partida relevante, particularmente sensible en un país con niveles de endeudamiento familiar que superan ampliamente la renta disponible media. El ajuste empezó por las decisiones de gasto en bienes duraderos, automóvil y equipamiento del hogar de forma destacada, y continuará con el resto de bienes y servicios.
Las subidas de precios de bienes básicos, desde los alimentos a los carburantes, acentuaron el ajuste en el consumo de las familias cuyas rentas, en términos medios, han crecido por debajo de la inflación. Finalmente, las señales que ha enviado en los últimos meses el mercado de trabajo son por sí solas invitaciones a la austeridad. Todos ellos son elementos anticipadores de menores ritmos de crecimiento económico en los próximos meses, sin que pueda en modo alguno descartarse registros negativos en el PIB que avalen la entrada en una fase recesiva.
Engañoso consuelo el asociado a la reducción del déficit exterior, en la medida en que es en gran medida la expresión de la anemia, de la contracción en la demanda de importaciones, básicamente. Es tan irreal como creer que en nuestra economía no hay restricciones en la oferta de financiación, sino que es la demanda de crédito la que se está reduciendo a marchas forzadas. Ésa es precisamente la manifestación de que las cosas pueden estar peor de lo que se cree o se transmite, incluida la confianza de quienes han de demandar crédito para financiar inversión.
Y si el comportamiento de la inversión es una forma de apreciar la confianza de las empresas, lo que nos dicen los datos de contabilidad nacional no es muy alentador. El desplome de la construcción no está siendo en modo alguno compensado por otros componentes; en realidad, las inversiones en bienes de equipo siguen desacelerándose. Y sin inversión hoy es difícil sentar las bases de esa ampliamente aceptada recomposición en el patrón de crecimiento de la economía española, de su modernización. La mejor forma de facilitar la recuperación hoy distante es aumentar la inversión pública, anticipar el fortalecimiento del stock de capital público con el que, en algún momento, ha de contar una economía como la española. -
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