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Turquía mira a la UE tras escapar del caos

El Gobierno promete reactivar las reformas después del fracaso del 'golpe judicial'

Juan Carlos Sanz

Borrón y cuenta nueva. La mayoría de los turcos se disponía a emprender las vacaciones con alivio este fin de semana mientras el Gobierno islamista despachaba con normalidad los relevos previstos en la cúpula de las Fuerzas Armadas. La imagen del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, sentado junto al jefe del Estado Mayor, el general Yasar Büyükanit, es la mejor señal de que Turquía se ha librado, aunque por muy poco, del caos.

El presidente apoya "la reconciliación y la restauración democrática"
"Sin consenso social las turbulencias se prolongarán", dice el escritor Çakir

A salvo por un solo voto de ser disuelto por el Tribunal Constitucional, el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se ha comprometido a "empezar de cero" y restablecer el consenso con el aparato laico del Estado. El objetivo central es reanudar el proceso de integración en la UE, estancado hace más de un año por los enfrentamientos entre un movimiento islamista moderado que goza de un formidable apoyo en las urnas y una élite secular que, escudada en el Ejército, ha dirigido la Turquía moderna desde la caída del Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial.

"Hay que seguir adelante y volver al camino de Europa. El AKP ganó las elecciones limpiamente en julio de 2007 con el 47% de los votos porque su primer mandato estuvo marcado por las reformas democráticas, el progreso económico y el inicio de las negociaciones de adhesión a la UE", explica la presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias de Turquía, Gülseren Onanc, "pero se equivocó después al aparcar el proyecto de nueva Constitución y aprobar la ley que autorizaba el uso del velo islámico en las universidades. Es un problema que sólo afecta a unas 13.000 alumnas turcas, mientras hay aún 600.000 niñas sin escolarizar".

Como afirmaban en las encuestas dos de cada tres turcos, Onanc rechaza también que los jueces pudiesen haber ilegalizado el miércoles al partido más votado. "En una democracia son los ciudadanos quienes exigen en las urnas responsabilidades a los gobernantes. La demanda del fiscal del Tribunal Supremo contra el AKP, al que acusaba de violar los principios laicos del Estado, era inaceptable. Claro que Turquía es aún un país muy diferente de Europa", reconoce esta empresaria, que dirige una agencia de venta de entradas a espectáculos en Estambul.

El partido de Erdogan no fue disuelto -votaron seis jueces a favor, uno menos que los siete prescritos por la ley turca- aunque recibió una sanción, avalada por 10 de los 11 magistrados: se le recortará a la mitad la financiación que recibe del Estado, como el resto de las fuerzas parlamentarias. "Es una seria advertencia", precisó el presidente del tribunal, Hasim Kiliç, el único que votó en contra del castigo económico al AKP.

El presidente de Turquía, Abdulá Gül, figuraba junto a Erdogan en la lista de 71 dirigentes del partido para quienes el fiscal del Supremo reclamaba además la inhabilitación para ocupar cargos públicos, entre otras acusaciones por la aprobación de la "ley de velo". Ahora es el propio Gül -arquitecto del proceso de integración en la UE en su etapa como ministro de Exteriores-, quien parece haber tomado las riendas del llamado proceso de "reconciliación y de restauración democrática". El presidente turco ha convocado al jefe del Gobierno y a los presidentes de la Asamblea Nacional y del Tribunal Supremo para el 1 de octubre, cuando el Parlamento reanude el periodo de sesiones, indicó ayer el diario Zaman, cercano al AKP.

"Volver a empezar" es el mensaje. Gül tiene previsto también convocar a todos los líderes de los partidos del arco parlamentario para lanzar una propuesta de nueva "Constitución civil con estándares europeos" para sustituir a la aprobada bajo la tutela del Ejército tras el golpe de Estado de 1980. La reforma del poder judicial y de la legislación sobre partidos políticos estará también sobre la mesa. La mano tendida a la oposición laica, representada por el Partido Republicano del Pueblo (CHP), para buscar un compromiso que dé estabilidad a Turquía sería la principal novedad de este "proceso de restauración democrática".

"El AKP ha recibido un mensaje muy claro del Constitucional y esta vez no puede ignorarlo. Habrá cambios, pero está por ver si se producirá una verdadera transformación", advierte el escritor Rusen Çakir, autor de numerosas obras sobre el islamismo político turco. "El gran problema de Turquía es que una parte importante de la sociedad -las clases medias que representan a más de un tercio de sus 72 millones de habitantes- tiene un miedo irracional a perder su estilo de vida laico y occidental y a que se le imponga un modelo islámico".

Çakir, columnista del diario Vatan, sostiene que "el Gobierno tiene que hacer un esfuerzo de pedagogía y diálogo". "Si no se crea un consenso social en Turquía, las turbulencias políticas se mantendrán indefinidamente", pronostica, "ya que una mayoría del 47% de los votos no da derecho a aplastar a las minorías". "¿Se imagina qué pasaría si los socialistas españoles ignoraran sistemáticamente los valores democristianos de parte de la población?", pregunta antes de despedirse.

Desde el embarcadero de Kadikoy se goza de una vista asombrosa de las mezquitas que siluetean el Cuerno de Oro en la parte europea de Estambul, en la otra orilla del Bósforo. A un lado, un joven en bermudas y camiseta recoge firmas en una campaña de Greenpeace. Al otro, una muchacha cubierta con el turban o velo y vestida con un tessetur que la cubre desde el cuello hasta los pies, pide donativos para una asociación de ayuda a los ciegos.

Cerca de allí está la redacción del diario Taraf. Su directora adjunta, Yasemin Congar, acaba de terminar la reunión en la que se decide el contenido de la primera página: "Informamos sobre la muerte de 17 niñas en una escuela coránica cerca de Konya. Y también hemos tenido acceso al sumario del caso Ergenekon, parece que Erdogan ya fue informado en 2003 por el MIT [servicio secreto turco] de que había una conspiración golpista en marcha". Desde su aparición, hace nueve meses, Taraf se ha convertido en el medio turco mejor informado sobre la investigación de la trama de antiguos militares y funcionarios acusada por la fiscalía de Estambul de intentar derribar el Gobierno. El resto de la prensa suele citar sus revelaciones sobre un caso que ha sacado hecho emerger a la luz pública el llamado Estado profundo turco.

"Nos acusan de criticar a los militares, pero sólo informamos sobre una organización criminal investigada por policías y fiscales. Al principio éramos los únicos, nadie se atrevía a entrar en un terreno que podía chocar con una institución intocable", asegura la directora adjunta de este diario lanzado por una familia propietaria de editoriales y una cadena de grandes librerías. "También nos acusan de apoyar al Gobierno, pero aquí somos muy poco religiosos", argumenta.

Congar sostiene que "Erdogan ha perdido mucho tiempo en la disputa sobre el velo y ha tenido actuaciones reprobables, como la desproporcionada represión de las manifestaciones del pasado 1 de Mayo. Pero el AKP es el único partido que cuenta con una voluntad reformadora, ya lo demostró entre 2002 y 2007, para hacer los cambios que necesita Turquía si quiere formar algún día parte de la UE".

El Ejército, mientras tanto, calla. Mañana deberá confirmarse el relevo al frente del Estado Mayor del general Büyükanit, que pasa a situación retiro por edad a final de mes, por el actual jefe del Ejército de Tierra, general Ilker Basbug, considerado un halcón dentro de las Fuerzas Armadas. Entre el centenar de detenidos en el marco de la investigación del caso Ergenekon figuran dos ex generales.

"En realidad Ergenekon es una mentalidad antidemocrática, más extendida de lo que parece, antes que una organización golpista", reflexiona en voz alta el ex diplomático Akin Ozer, miembro del equipo que preparó las primeras reformas legales para la integración de Turquía en la UE y buen conocedor de España tras su paso por la Embajada turca en Madrid. "La transición política española me sigue pareciendo modelo exportable para superar, mediante la búsqueda de consensos, nuestras grandes diferencias, aunque no sé si Turquía cuenta con líderes políticos capaces de asumir el reto".

Después de publicar sendas obras sobre el nacionalismo vasco y la España autonómica, Ozer se retiró voluntariamente de la carrera diplomática al comprobar que su nombre ya no contaba mucho en el estricto escalafón funcionarial del Estado unitario turco. Ahora dirige un portal de información hispano-turco en Internet e imparte clases en la universidad. "Mis alumnos saben que Ibarretxe no es igual que Oçalan [líder de la guerrilla separatista kurda PKK], pero en Turquía es muy difícil explicar la necesidad de que surja un movimiento nacionalista kurdo que rechace la violencia si queremos vivir en paz", explica en un fluido castellano.

Afortunado, con un pie en París y otro en Estambul, el escritor turco Nedim Gürsel pasa los veranos en una casa cercana al Bósforo. Pero su última novela, Las hijas de Alá, está amargándole las vacaciones. "Sigo esperando a que el fiscal rechace las acusaciones contra mi libro de atentar contra los sentimientos religiosos, pero el informe del teólogo que ha actuado como perito ha sido negativo", se lamenta Gürsel, profesor de literatura turca en la Universidad de la Sorbona.

Gürsel confiesa que a cada nueva visita a Turquía descubre un país cambiante. "Han caído muchos tabúes: la cuestión kurda, el genocidio armenio... ahora hay una gran libertad de expresión", reconoce el novelista, que tuvo que exiliarse tras el golpe de 1980. "Y aún queda por deskemalizar el país. La figura de Atatürk, con sus estatuas omnipresentes, es ahora más legendaria que histórica. La occidentalización que impuso, aunque autoritaria, sirvió para acercarnos a Europa. Hoy debe ser asumido como un personaje real, como De Gaulle en Francia", destaca. "No les tengo ninguna simpatía a los islamistas, como los que han denunciado mi libro, pero no se puede disolver un partido sólo por sus ideas", aclara tras el fallo del Constitucional. "Aunque creo que en el corazón del AKP no hay una voluntad real de integración en la UE; simplemente les conviene. Es una experiencia paradójica que unos conservadores religiosos nos estén acercando más que nunca a Europa".

Como muchos otros viajeros que recorren Turquía de tiempo en tiempo, Gürsel se sorprende del creciente número de cúpulas y alminares en todo el país -"¡hasta en las áreas de servicio de las autopistas he visto mezquitas!"- y de la escasez de restaurantes que sirven raki, el licor nacional turco -"¡en mi barrio ya sólo queda uno!"-, en una imparable islamización de la sociedad. "¿Dónde están los cientos de miles de manifestantes que hace un año defendían el laicismo y se oponían a que el Ejército sacara de nuevo los tanques a las calles?", se interroga el escritor. "Turquía ha cambiado y sólo espero que a nadie se le imponga un modo de vivir distinto del suyo".

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, durante una reunión el viernes con la cúpula militar en Ankara.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, durante una reunión el viernes con la cúpula militar en Ankara.AP
Protesta en Estambul contra la prohibición del velo islámico en la Universidad.
Protesta en Estambul contra la prohibición del velo islámico en la Universidad.AFP

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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