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Bush reorganiza los servicios de espionaje de EE UU

El director nacional de Inteligencia restará competencias a la CIA

A cinco meses de abandonar la Casa Blanca, el presidente George W. Bush ha culminado esta semana una de las mayores reestructuraciones a las que se ha sometido a las 16 agencias de espionaje de Estados Unidos. En una orden ejecutiva emitida ayer, Bush pone en manos de la figura del director nacional de Inteligencia la organización y el funcionamiento de los diversos organismos de espionaje. El mismo presidente creó este puesto en 2005 para ejercer un mayor control sobre las tareas de espionaje y acabar con las históricas divisiones y rencillas que existían entre departamentos como la CIA y el FBI.

La CIA pierde su monopolio sobre los datos facilitados por agencias extranjeras
La medida culmina un reequilibrio de poderes iniciado por el presidente en 2005

Para conferirle al director de Inteligencia, Mike McConnell, poderes casi plenipotenciarios sobre todos los organismos, Bush aprobó ayer diversos cambios en la orden ejecutiva sobre las Agencias de Inteligencia, emitida por el presidente Ronald Reagan en 1981. "La nueva versión de esta orden decreta que las diversas agencias deben aportar información certera e intuitiva, en un calendario adecuado, sobre las amenazas que suponen el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva", dijo ayer la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino.

A partir de ahora, este director, al que se conoce coloquialmente como el "zar de la inteligencia" y que depende directamente del presidente, deberá aprobar cada detalle relativo a las diversas agencias, desde los presupuestos hasta sus prioridades de acción.

Desde la creación de esta figura hace tres años, había existido un acalorado debate entre los diversos departamentos de espionaje sobre cuáles deberían ser sus funciones y sus límites. Ayer, Bush despejó cualquier duda, otorgándole a McConnell incluso el poder de organizar a los cuadros de mando de las 16 agencias. Sobre él recae a partir de ahora la responsabilidad de nombrar a todos los directivos, tanto a aquellos que ocupen los puestos más altos de responsabilidad como a sus subordinados directos.

Además, Bush le retira a la CIA la potestad de centralizar los canales de información y espionaje entre el Gobierno de EE UU y los de otros países. Hasta el momento, era la CIA la agencia que se encargaba de analizar y procesar los datos procedentes de sus homónimos en el extranjero. Con la nueva orden, esta responsabilidad recaerá sobre el director nacional de Inteligencia.

Desde su llegaba al Gobierno, Bush le ha recortado a la CIA su papel de departamento que centralizaba las acciones del resto de agencias. Hasta 2005 era el director de la CIA, puesto ocupado ahora por Michael Hayden, quien asesoraba al presidente en materia de espionaje y quien presidía sobre los otros 15 organismos. En aquel año, Bush subordinó esta figura a la del director nacional de Inteligencia, elegido por él mismo y con un canal de acceso directo al Despacho Oval.

El informe del Congreso sobre los atentados del 11-S culpaba a la CIA, entre otras agencias, de la cadena de fallos que permitieron la muerte de más de 3.000 personas. Se acusó a este organismo de no haber perseguido a tiempo al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en Afganistán, y de no haber informado al FBI de que los terroristas suicidas Khalid Almihdhar y Nawaf Alhazmi habían obtenido sendos visados y que se encontraban en suelo estadounidense en el verano de 2001. Ambos estrellaron el avión de la línea 77 de American Airlines contra el Pentágono, un atentado en el que fallecieron 184 personas.

El propio director nacional de Inteligencia, Mike McConnell, ha trabajado en la reestructuración durante más de un año. Ayer, mientras informaba de sus nuevas responsabilidades a la Cámara de Representantes, los miembros del Partido Republicano abandonaron la sala en protesta. Muchos de ellos consideran que Bush debía haber consultado con el Congreso antes de aprobar estos cambios.

George Bush, tras una declaración en la Casa Blanca.
George Bush, tras una declaración en la Casa Blanca.REUTERS

El Pentágono fija el terrorismo como prioridad

El Pentágono ha elaborado una nueva Estrategia Nacional de Defensa en la que asegura que ganar las guerras de Irak y Afganistán no "supondrá una victoria" en sí misma, y que el verdadero reto al que se enfrenta Estados Unidos es una "larga guerra" contra la "amenaza del terrorismo", calificada de "conflicto irregular". La principal novedad de este documento, desclasificado ayer y considerado la hoja de ruta del Pentágono, es que aconseja acompañar las acciones militares con iniciativas diplomáticas. Además, apostilla que la tarea más importante del Ejército es preparar a las naciones aliadas para que se gobiernen y defiendan por sí mismas.

"Irak y Afganistán siguen siendo los frentes centrales en esta batalla, pero no podemos perder de vista las implicaciones que supone un conflicto duradero, episódico, con varios frentes y multidimensional, más complejo y diverso que la confrontación contra el comunismo en la guerra fría", se dice en el documento.

Después de siete años de guerra en Afganistán y cinco en Irak, el Pentágono quiere modificar la estrategia de lucha contra células terroristas. Del ataque directo se pasará a la colaboración con fuerzas y grupos locales. "Los esfuerzos militares para capturar o matar a terroristas se deberían subordinar a medidas para promover la participación de grupos locales en programas económicos y de gobierno", dice el texto.

En este documento, utilizado por el presidente para detallar su estrategia militar al Congreso, se hace mención también al uso de la diplomacia para tratar con insurgentes. " esfuerzo para comprender y tratar los problemas que normalmente subyacen en el corazón de las insurgencias", añade este texto. "Por este motivo, se puede argumentar que el componente más importante de la lucha contra los extremistas violentos no es la batalla en la que nosotros nos involucramos personalmente, sino cómo ayudamos a nuestros aliados a defenderse y organizarse".

La estrategia augura una larga temporada de "luchas irregulares", en lugar de "guerras convencionales", como las que se libraron en el siglo XX contra el comunismo o el nazismo. Para poder enfrentarse a problemas como el del terrorismo internacional, el Pentágono solicita que el Gobierno de EE UU colabore estrechamente con países hasta hace poco considerados enemigos, como China o Rusia.

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