Homenaje a la uva viognier

Quién hubiera dicho hace unos años que esta pequeña uva, de cuyo origen se sabe poco y fantasea mucho -gloria de la región vitivinícola francesa de Condrieu, en la zona norteña del Ródano-, iba a recibir en nuestro país una atención cada vez mayor, particularmente en tierras castellano-manchegas. Pero el excelente ejemplo de Vallegarcía, blanco del que ya tuvimos ocasión de hablar, ha dado sus frutos. Y no es fácil, porque la viognier es una variedad complicada, de bajo rendimiento, muy sensible a las heladas, oxidativa, que pide ser vendimiada en su punto óptimo de madurez para desarrollar todo el potencial aromático y gustativo, por lo que en nuestras tierras soleadas (como en California) se corre el riesgo de obtener un vino de alta graduación alcohólica y baja acidez.

Sortear estas dificultades, y más si se trata de una planta jo-ven, que sólo a los 30 años produce grandes vinos, es todo un alarde vitivinícola. De esto saben mucho Pepe Hidalgo y Ana Martín, los asesores de este vino impactante. El cuidado en la elaboración -que incluye vendimia refrigerada, fermentación en barrica de roble francés y su posterior crianza sobre lías- se nota en su profunda y elegante nariz: complejo frutal (albaricoque, pera, melón, durazno...) aromatizado de flores (magnolia, azahar... ) y notas herbáceas sobre un fondo de tabaco rubio, humo, canela y vainilla. Untuoso, rotundo y persistente, tiene un sabroso y agradablemente amargo paso de boca vigorizado por la acidez.