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De política y economía

Ni el debate parlamentario sobre la crisis económica ni el congreso del PSOE han aportado grandes novedades. Los dos principales partidos siguen igual. El Popular vuelve a descalificar al Gobierno y a llamar a Zapatero mentiroso. Tanto revuelo después de las elecciones del 9-M, tanta renovación del equipo, tanto anunciar una evolución hacia el centro para luego hacer más de lo mismo. Según el líder de la oposición, el presidente del Gobierno sabía desde hacía tiempo que venía la crisis y el muy ladino se guardó de decirlo y, lo que es peor, no adoptó las oportunas medidas. Es decir, ha engañado, igual que en la legislatura anterior, cuando decía que iba a acabar con ETA y en realidad la aupaba, siempre a la búsqueda torticera de votos.

Es curioso: la derecha pide al Gobierno más intervencionismo en el mundo económico

Rajoy, bien mirado, es digno de compasión. Buen patriota y orgulloso de ser español, vive en un país cuyo presidente del Gobierno es un embustero compulsivo y donde una mayoría de españoles, algo simplones, se dejan embaucar una y otra vez, a pesar de las machaconas advertencias del propio Rajoy.

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En cuanto al PSOE, ha ocurrido algo parecido a lo sucedido en el PP. Éste dice que va a girar hacia el centro y sigue en la derecha. Los socialistas anuncian que van a moverse hacia la izquierda y siguen, al menos por ahora, en el centro-izquierda. Esto último no tiene en sí nada de malo y gustará más o menos según piense cada cual, aunque exista la amenaza de que resurja Izquierda Unida y arramble con un millón o más de votos. Es cierto que en su cónclave los militantes socialistas han pedido avances en el derecho a morir dignamente, en la ley del aborto y en materia de laicidad, pero sin fijar fecha, aceptando que todo ello se haga de modo paulatino. Mientras tanto, se seguirán dando en España circunstancias anómalas. Si, Dios no lo quiera, fallecieran Rodríguez Zapatero o Felipe González, ambos agnósticos convictos y confesos, ¿habría, vistos los precedentes, que hacerles un funeral religioso, llamado de Estado, con catedral, cardenal y homilía?

Con todo, lo más importante de momento para los ciudadanos es la crisis económica. Por cierto, el hecho tan reprochado de que las autoridades políticas y económicas se resistan a emplear la palabra tiene su explicación. Entre las muchas cosas que se requieren para salir de un bache económico figura el optimismo. Conviene así que los gobernantes no digan que la situación es mala, aunque lo sea, pues, como toda crisis, tiene un componente psicológico: si hay malos augurios oficiales, la gente consumirá e invertirá todavía menos, con lo que se irá de mal en peor.

En cuanto a las medidas para evitar una crisis o, una vez producida, subsanarla, desgraciadamente son casi inexistentes, al menos a corto plazo. Ello es así por varias razones. En primer lugar, la dependencia energética del exterior, la globalización y la europeización hacen que los llamados factores exógenos influyan mucho. También se debe a que cambiar los aspectos estructurales más débiles de una economía para fortalecerla es tarea complicada y lenta. Aumentar la competitividad, mejorar los cauces comerciales, incrementar los conocimientos, transferir rentas sin cercenar afanes empresariales, consumir menos energía, abaratar la financiación sin perjudicar a bancos y cajas, equilibrar los sectores económicos para no depender demasiado de algunos, todo ello es bien difícil con los instrumentos de que dispone el Gobierno en un país con economía de mercado. Mejor o peor, es lo que se está intentando hacer ahora, aunque es cierto que algunas de esas medidas deberían haberse tomado hace tiempo. Incluso así, no se habría evitado la recesión y sólo una oposición descalificadora puede sostener que es posible desde La Moncloa evitar los altibajos económicos. Llama la atención a este respecto que la derecha, tan ufana de su liberalismo contrario a la intervención del Estado, se queje ahora de que no se tomen más medidas interventoras.

Además, ¿por qué cuando gobernó el PP no se mejoraron los peores aspectos estructurales de nuestra economía, que desde luego ya existían entonces? Aquí, como en otros terrenos, por ejemplo, la lucha antiterrorista, se da una curiosa circunstancia, a saber, que los políticos olvidan con suma facilidad su pasado. Oyéndolos, diríase que acaban de aterrizar procedentes de otro planeta y que nunca han tenido nada que ver con lo acontecido en el país. Si en los últimos 30 años, en los que se ha ido gestando la España de hoy, la izquierda ha gobernado en 17 y la derecha en 13, algo tendrán ambas que ver con lo bueno y lo malo que hay. Obra de todos es el que tengamos un país con puntos fuertes y flacos. Por ello, sería obligación también de todos colaborar en su mejora, cosa, sin embargo, inviable cuando precisamente uno de los puntos débiles es nuestra afición a tirarnos los trastos a la cabeza, tanto más cuanto más problemas haya.

Francisco Bustelo es catedrático jubilado de Historia Económica y rector honorario de la Universidad Complutense.

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