Tesoros dispersos, joyas destruidas
Un experto lamenta la pérdida del patrimonio cultural valenciano expoliado
A mediados del siglo XIX, lord Taylor, a las órdenes de Luis Felipe I de Francia, organizó el gran expolio de obras de arte de España. El experto en arte Francisco Fernández Pardo lo llama "la gran evasión" y con ella cruzaron las fronteras la mitad de los Riberas, los Ribaltas y los Espinozas, las obras de tres de los mejores pintores valencianos de todos los tiempos. Y para hacer la sala española del Louvre, Dauzart fletó un barco con más de 400 obras, "de las que ciento y pico eran de artistas renacentistas valencianos". No fue un robo, más bien "compras clandestinas": los curas y las monjitas vendían a bajo precio un "patrimonio que no era suyo, solo eran los custodios de un patrimonio que habían depositado en sus manos los fieles".
"Los curas solo son los custodios de un patrimonio que han depositado los fieles"
Francisco Fernández Pardo (Logroño, 1937), presentó ayer en el Museo de Bellas Artes San Pío V su obra Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español, una edición de lujo en cinco volúmenes con más de 3.000 páginas y 3.500 ilustraciones que recopila parte del inmenso caudal de obras de arte que han desaparecido, se han expoliado o simplemente permanecen fuera de las fronteras españolas dejando unos huecos irrecuperables. Y en la Comunidad Valenciana permanecen muchos de esos huecos.
Doctorado en Filosofía y licenciado en Psicología, el experto lleva dedicados 35 años a otra materia: "Mi pasión es el arte". Numerosos libros escritos y exposiciones organizadas avalan su trayectoria. "Hace 25 años, casi nadie sabía quiénes eran José y Mariano Benlliure y yo llevé su obra a San Sebastián", afirma Fernández Pardo, que también organizó hace un par de décadas una muestra del escultor renacentista Damián Forment (Valencia, 1480) para Bancaixa. Un genio casi desconocido en su propia tierra.
Pero entre los autores valencianos más dispersos, Fernández Pardo destaca a Francisco Domingo Marqués (Valencia, 1845-Madrid, 1920), "precursor de Sorolla, de Pinazo, de José Benlliure, lo imitaban todos, era el gran maestro de toda la generación de pintores valencianos de finales del siglo XIX y principios del XX". Domingo se marchó joven a París porque en Valencia "no había burguesía, mejor dicho, había dinero pero no una burguesía ilustrada y los artistas tenían que emigrar". En París, los grandes marchantes "monopolizaron sus pinceles, todo lo que pintaba estaba vendido". Por eso, la mayor parte de su obra se encuentra en Estados Unidos, en Argentina o en Chile.
El experto sitúa en la misma órbita de pintores poco representados en su tierra a los herederos de Domingo.
En la pérdida del patrimonio artístico valenciano, el autor destaca, cómo no, la Guerra de la Independencia. En Valencia, el general Suchet, "que no era un vándalo", bombardeó la ciudad. La gran desgracia es que ardieron el archivo y la biblioteca de la sede de la Universitat de València, con "cientos de incunables, códices medievales, manuscritos...". Pero la mayor destrucción la provocaron los propios valencianos, para evitar la entrada de los franceses, destruyendo el Palacio Real.
La destrucción de la muralla de Valencia, "con fines especulativos"; el abandono de 30 o 40 palacios barrocos, renacentistas y, sobre todo, góticos en el casco histórico de la ciudad; y la fuga de obras de arte vendidas por la Iglesia sin luz ni taquígrafos en la España de Franco, se añaden a una lista negra irrecuperable. "Mis libros producen una tristeza inmensa", reconoce Fernández Pardo, "cuando las obras y los monumentos desaparecen nadie se acuerda de ellos".
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