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UN ASUNTO MARGINAL | OPINIÓN
Columna
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El misterio de las manos robadas

Enric González

¿Y si las manos robadas ocultaran el secreto? No es probable, pero nada es probable en este caso. Italia y Argentina son dos países inverosímiles. Cuesta creer que dos sociedades cultas, asentadas sobre territorios generosos, acumulen tantos fracasos. Y tantos misterios. Falta una explicación coherente para ese paralelismo. Ante un enigma, los italianos suelen tender a la dietrología, la ciencia de lo que está detrás, escondido, y aciertan con frecuencia. Quizá las manos de Perón, robadas en junio de 1987, no oculten nada. Quizá ya no existan. Pero no caben dudas sobre la conexión masónica entre ciertos poderes de Italia y Argentina, urdida por Licio Gelli en la posguerra y robustecida por la logia secreta P2 (Propaganda Due) en los años de plomo y de la Junta Militar. La tentación de especular resulta irresistible.

La tumba había sido profanada y alguien había cortado con una sierra las manos del cadáver embalsamado

El robo de las manos de Perón es bien conocido. El 29 de junio de 1987, el caudillo peronista Vicente Leónidas Saadi recibió una carta firmada por "Hermes Lai y los 13" en la que se exigía un rescate de ocho millones de dólares por las manos, el anillo y el sable de Juan Domingo Perón. Saúl Ubaldini, dirigente sindical del peronismo, recibió casi simultáneamente una carta similar. Los mensajes incluían, como prueba de autenticidad, un pedazo del poema de Isabelita Perón colocado sobre el féretro. La tumba, en efecto, había sido profanada, y alguien había cortado con una sierra eléctrica las manos del cadáver embalsamado. Los profanadores rompieron la urna, supuestamente para despistar: poseían las 12 llaves de apertura. Nunca más se supo de las manos o de los ladrones.

El juez que investigaba el asunto, Jaime Far Suau, murió en noviembre de 1989 en accidente de tráfico: su coche volcó en una larga recta, de forma técnicamente inexplicable. El comisario Carlos Zunino, que trabajaba con el juez Far Suau, recibió un balazo en la cabeza, pero salvó la vida. Paulino Lavagna, vigilante nocturno del cementerio de Chacarita, donde se encontraba la tumba, denunció que intentaban matarle; poco después fue asesinado a golpes. María del Carmen Melo, una mujer que dijo haber visto a un sospechoso cerca de la tumba, también murió a golpes.

El juez Far Suau trabajaba sobre tres hipótesis. Una, que las manos o el anillo de Perón ocultaban la clave de acceso a cuentas cifradas en Suiza; eso se descartó poco después. Dos, que el acto fue cometido por un grupo de militares, con el objetivo de desprestigiar el Gobierno democrático de Alfonsín y frenar las investigaciones sobre los crímenes de la dictadura. Tres, que se trató de un castigo ritual ejercido por miembros de la logia P2, como represalia por el incumplimiento, por parte de Perón, de los acuerdos económicos establecidos con su viejo amigo Licio Gelli.

Leandro Sánchez Reisse, matón durante la dictadura y breve compañero de celda de Gelli en Europa, acusó públicamente al fundador de la logia P2 de organizar la mutilación ritual. Dos periodistas, David Cox y Damián Nabot, sostuvieron la misma tesis en La segunda muerte, un libro basado en argumentos esotéricos.

¿Conoce la verdad Licio Gelli? Fue fascista durante la guerra y trabajó en la posguerra para que varios jerarcas nazis pudieran escapar hacia Argentina; fundó la logia secreta a la que pertenecieron casi todos los poderosos italianos (Silvio Berlusconi incluido) y varias figuras del peronismo tardío, como José López Rega, El Brujo, y de la posterior dictadura militar argentina, como el ex almirante Emilio Massera; fue procesado (y absuelto por falta de pruebas) por el asesinato de Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y gestor de fondos del Vaticano y de la Mafia. Gelli, el grande vecchio, sigue vivo, tranquilamente retirado, a los 89 años, en su casa de Arezzo, y no suelta sus secretos. Escribe poesía, añora el fascismo y deplora la decadencia italiana. Esa decadencia que, dice, él intentó frenar con el gobierno clandestino de la P2.

Es curioso el nexo de Gelli entre dos países tan peculiares y sufridos como Italia y Argentina. Es curioso que de los tres cadáveres argentinos más célebres, Gardel aparte, uno fuera robado (el de Evita Perón) y otros dos sufrieran la mutilación de las manos (el de Perón y el del Che Guevara). Es curioso que Italia y Argentina acumulen tantos misterios sin resolver. -

Perón and the enigmas of Argentina, de Robert D. Crassweller. Editorial Norton. 432 páginas.

Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Duarte, en la jura como presidente del primero, el 4 de junio de 1952.
Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Duarte, en la jura como presidente del primero, el 4 de junio de 1952.AP

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