Rehenes voluntarios
La dependencia parlamentaria de Ibarretxe respecto a la izquierda abertzale no es una fatalidad de la política vasca, sino la consecuencia de una elección deliberada. La que el PNV hizo en 1998, con el pacto de Lizarra, a favor de la agrupación de fuerzas abertzales y que Ibarretxe ha prolongado a su estilo una vez que ETA quebró en 1999 las expectativas de paz concebidas entonces.
La apuesta soberanista, que suponía ineludiblemente romper con los partidos no nacionalistas, combinada con un marco político tan plural como el vasco, ha llevado a Gobiernos en minoría, supeditados a los antojos del movimiento antisistema que es la izquierda abertzale. De hecho, Ibarretxe apuntaló en 1998 su primer Gabinete PNV-EA, con un pacto de legislatura con Euskal Herritarrok (EH), que se vio obligado a romper en febrero de 2000 tras el asesinato del dirigente y parlamentario socialista Fernando Buesa.
La supeditación continuó pese al resonante triunfo de electoral de 2001 y la entrada de Ezker Batua, ya que su suma seguía sin dar los 38 votos de la mayoría absoluta en la Cámara de Vitoria. Se hizo especialmente visible cuando en diciembre de 2004 el lehendakari logró sacar adelante su plan con el voto calculadamente esquizofrénico de EH, que le dio el sí de tres parlamentarios y el no de otros tres. El séptimo, Josu Ternera, había pasado a la clandestinidad para reintegrarse a la dirección de ETA. Quienes permitieron aprobar el Nuevo Estatuto Político que encalló meses después en el Congreso (Arnaldo Otegi, Joseba Permach y Jon Salaberria) se encuentran hoy en prisión; el último por pertenencia a ETA.
Menos de un año después, la izquierda abertzale salvó a Ibarretxe a costa de desnudar su debilidad. En su tercera sesión de investidura se arriesgaba a que Patxi López le desbancase si recibía el apoyo del PP (en total, 33 votos), como sucedió. Sin embargo, en una maniobra calcada a la de 2004 y la de ayer, el PCTV anuló la intriga sumando dos de sus nueve parlamentarios a los 32 de PNV-EA-EB.
Con estos antecedentes, y sabiendo que la consulta no va a llevarse a cabo -será suspendida por el Constitucional y la respuesta del PNV no llegará a la insumisión-, el pleno de ayer se convirtió en la práctica en una moción de confianza indirecta para el lehendakari. Y el resultado ratifica que Ibarretxe y el PNV continúan rehenes de su apuesta, como se encargaron de ponerlo de manifiesto los sucesores de Batasuna.
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