Ser policía y conciliar, algo difícil
Estamos a punto de cumplir los 30 años de nuestra incorporación al Cuerpo Nacional de Policía. Primero debutamos en el Cuerpo Superior en 1978, y seis años más tarde, en 1984, en el Cuerpo Nacional de Policía. Pero ya antes, otras mujeres habían realizado tareas policiales, eran compañeras de los cuerpos generales de la Administración; voluntarias, a las que se les dotó de un permiso para portar un arma corta de pequeño calibre... fueron las pioneras, las integrantes del Cuerpo Especial Femenino, dedicado sobre todo a servicios de vigilancia y seguimiento.
Desde entonces y hasta ahora, el número de mujeres policía se ha incrementado de forma inalterable, en un proceso lento sólo impulsado por un incremento de plazas en la última promoción.
En cualquier caso, y aún lejos de una situación de igualdad (suponemos sólo un escaso 9% del colectivo), estamos presentes, en menor medida de la deseada, en todas las escalas. No somos una anécdota, y nuestra integración es una realidad no diferente a la de otros ámbitos profesionales.
Tras esas primeras etapas de incorporación e integración en un colectivo de patrones tradicionalmente masculinos, hemos afianzado nuestra posición y la hemos consolidado contribuyendo con aportaciones que nada tienen que ver con la renuncia a nuestra condición de mujer. Atrás ha quedado la adopción de roles masculinos, y aquellas que se sientan "uno más" obedece a posturas personales.
Ahora estamos en el momento de solucionar cuestiones a otro nivel distinto al de resolver dudas sobre si somos o no capaces de desarrollar un determinado tipo de tarea. Resulta imposible evitar actitudes reticentes y aisladas dentro de un colectivo tan numeroso, pero no creemos estar "directamente" discriminadas. Somos conscientes de que la gran discriminada en nuestro trabajo no es la mujer, sino la maternidad. No podemos negar que la vida familiar y laboral son difícilmente compatibles, y esto conlleva en muchos casos el sacrificio de la vida profesional de la mujer. El hombre, en general, apuesta por su promoción profesional, y la mujer, en general también, lo subordina a "sus compromisos" familiares.
Por eso, como mujeres, como policías, como madres, y como defensoras del equilibrio entre hombres y mujeres, desearíamos que la Administración ofreciera una respuesta que paliara las insuficientes medidas de política familiar que, sin lugar a dudas, afectan más directamente a los planteamientos laborales de la mujer. Una actitud acorde con las necesidades, aplicable a todos y a todas, evitando caer en políticas exclusivamente de mujeres cuyo único resultado es ahondar en la brecha de las diferencias ya existentes.
Pilar Olalla es coordinadora del Foro de la Mujer del Sindicato Unificado de Policía (SUP).
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