Euskadi como avatar estadístico
Uno de los fastidios de tener una identidad conflictiva consiste en que se tiende a producir un discurso monotemático y casi nada resolutivo que conduce a la melancolía. Otro, de entidad más llevadera pero a veces más irritante, es que la afirmación de las aspiraciones particulares se apalanca en hechos dudosos, cuando no en flagrantes falsedades o retorcimientos de la realidad. A esta segunda faceta responde el empeño de nuestros dirigentes en dar un sentido político conveniente a lo que es simplemente una realidad que pueden constatar los ciudadanos y corroborar las estadísticas: que en Euskadi se vive bien y se disfruta de unos niveles de renta y servicios públicos por encima de la media europea.
El mundo ignora el milagro de este país que rivaliza con los mejores
La estadística es maleable y permite todo, pero no puede cambiar la realidad
En los últimos tiempos, nuestro Gobierno se ha especializado, con la ayuda del Servicio Vasco de Estadística-Eustat, en crear una especie de comunidad internacional virtual en la que el País Vasco (o su avatar), convertido por arte de magia en Estado independiente, se codea sin complejos con el resto de países del mundo. Y lo fascinante de este Second Life estadístico es que casi siempre salimos ganando en el cotejo, sin importar cuál sea el indicador elegido (siempre positivo) y el tamaño o la potencia de nuestros competidores.
El lehendakari Ibarretxe es un puntual usuario de este juego. El pasado día 12, en un seminario celebrado en Bilbao, volvió a exponer una tesis que lleva camino de convertirse en un clásico. Euskadi, proclamó Ibarretxe, ocupa el tercer puesto en la clasificación mundial del Índice de Desarrollo Humano (un marcador ideado por la ONU para medir el desarrollo de los países según la renta, expectativas de vida y nivel de educación de sus ciudadanos), por detrás de Islandia y Noruega, y por delante de Australia y Canadá; España figura en un honroso decimotercer puesto, precedida por Estados Unidos y seguida de Dinamarca. Además, dijo, el País Vasco está en el tercer lugar del ranking de la Unión Europea (tras Luxemburgo e Irlanda) por renta media y en el segundo (después de Suecia) por menor tasa de riesgo de pobreza. Maravilloso.
Lástima que sólo los vascos podemos gozar de tal revelación. El resto del mundo sigue ignorante del milagro de este pequeño gran país que parece rivalizar con los mejores en todo lo mejor. Si se acude a la página web de la ONU (www.un.org), no hay manera de encontrar al País Vasco, Euskadi, Euskal Herria o Vasconia en el listado de estados soberanos. Y si se consulta el citado informe sobre Desarrollo Humano, se descubre que algún desaprensivo nos ha escamoteado el puesto en la clasificación. Ahí está en primer lugar Islandia, y en segunda posición Noruega, como anunció el lehendakari, pero en el tercer puesto no aparece el País Vasco, sino Australia, a la que sigue Canadá. Efectivamente, España sigue figurando en el decimotercer lugar, pero ni rastro de Euskadi.
La decepción se ahonda cuando se acude a las páginas web de Eurostat (el servicio estadístico de la UE), del Consejo o la Comisión Europea. No hay manera de confirmar en ellas el privilegiado estatus de Euskadi que se nos ha anunciado. A lo mejor el problema consiste en que, además de habernos transformados en Estado sin serlo, nos hemos permitido alguna licencia con las estadísticas, siempre tan maleables, comparando realidades y magnitudes regionales con medias estatales. De acuerdo, pero es que tampoco hay manera de contrastar esa posición aunque se baje a un nivel más razonable de comparación, el regional.
Por ejemplo, Euskadi no aparece en las posiciones prometidas en las clasificaciones regionales de competitividad (World Knowledge Competitiveness Index) que elabora la prestigiosa consultora Huggins Associates (www.cforic.org). De hecho, ni figura como comunidad diferenciada, sino dentro del cajón geográfico "Noroeste". La lista mundial (2005) la encabeza, razonablemente, el área metropolitana de la ciudad californiana de San José, donde se encuentra Silicon Valley, y la de Estocolmo es la primera región europea en asomar la cabeza, en el puesto octavo. La Comunidad de Madrid figura en el 92, entre dos regiones australianas. A su vez, la lista europea (2006-2007) aparece liderada, también razonablemente, por el área de Bruselas, seguida de una región finlandesa (Uusimaa), París y su entorno, y Estocolmo. Sin noticias de nosotros.
La estadística lo aguanta todo, hasta los juegos malabares. Tiene la capacidad de maquillar la presentación de la realidad, pero no de cambiarla sustancialmente. Y su utilización triunfalista lleva a la perplejidad si se utiliza para dar ese pretendido salto hacia la independencia que se expresa con todo tipo de embozamientos verbales.
"Estamos tan bien que no podemos seguir así", tal es la conclusión que se deriva de los dos mensajes que el lehendakari Ibarretxe lanza simultáneamente: el que vende los resonantes éxitos de la Euskadi estatutaria y el que deplora al mismo tiempo la subordinación que sufre a manos de España. La versatilidad de la política permite sostener un silogismo tan dislocado, pero a costa de asesinar a la lógica.
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