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Reportaje:

La ciencia necesita tu PC

El CSIC invita a los ciudadanos a poner sus ordenadores a disposición de tres proyectos de investigación de alto nivel

Javier Sampedro

Para el usuario viene a ser como un salvapantallas: salta en los ratos muertos de las sesiones de ordenador, mientras está leyendo algo que ha impreso o atracando la nevera entre dos webs. Para los científicos es la única oportunidad de sacar adelante tres proyectos de investigación que requieren una capacidad de cálculo que sólo los ordenadores de 100.000 ciudadanos pueden aportar.

El proyecto se llama Ibercivis, y recibió ayer el aval de las más altas instituciones científicas: el secretario de Estado de Investigación, Carlos Martínez; el presidente del CSIC, Rafael Rodrigo, y el director general del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, Juan Antonio Rubio. El proyecto, dirigido por Alfonso Tarancón, cuenta con el respaldo de los ayuntamientos de Madrid y Zaragoza.

El objetivo es llegar a los 100.000 colaboradores a final de año
El programa arranca cuando el usuario deja de utilizar la máquina

El precedente de Ibercivis es SETI@home, el proyecto de computación distribuida que lanzó en 1999 el Search for Extra-Terrestrial Intelligence (SETI), el instituto californiano dedicado a la búsqueda científica de inteligencia extraterrestre. No la encontraron, pero SETI@home llegó a contar con 5,2 millones de participantes en todo el mundo, computó 1.000 trillones de operaciones (un 1 seguido de 21 ceros) y demostró que los sistemas de computación distribuida son una valiosa herramienta para la investigación.

La potencia de computación de SETI@home (480 Teraflops, o billones de operaciones por segundo) es comparable a la de Deep Blue, el campeón mundial de ajedrez hecho de silicio. La experiencia ha dado lugar a algunos experimentos de menor entidad para la investigación del sida y otras enfermedades infecciosas.

Ibercivis, sin embargo, es el primer proyecto de computación distribuida que no depende de una investigación concreta, sino que se pone al servicio de la comunidad científica, con una exigente preselección de proyectos, y con la vocación de servir como plataforma de información a los ciudadanos sobre estos proyectos.

El sistema en red ya está funcionando en fase de pruebas con unos 500 ordenadores. La previsión de los organizadores es contar con 10.000 voluntarios a fin de este mes, y con unos 100.000 cuando acabe el año. Son unas cifras muy similares a las que esperaba el SETI al lanzar su sistema (se quedaron cortos en 50 veces).

Quien se quiera apuntar, encontrará lo necesario en www.ibercivis.es. El usuario tiene que descargarse el programa BOINC, y registrarse para colaborar en uno de los tres proyectos científicos seleccionados. Cuando el usuario tenga su ordenador encendido, pero no lo esté usando, el programa solicita a Ibercivis un trabajo de computación y lo ejecuta. El colaborador sabe que su ordenador está trabajando para la red científica porque le aparece un salvapantallas de Ibercivis. Basta mover el ratón para que se detenga y la máquina se vuelva a poner a su servicio.

Los científicos ofrecen todas las garantías contra el riesgo de virus informáticos, y unas mínimas molestias para el usuario. Tarancón aseguró ayer que la colaboración supondrá un mínimo gasto de energía, alrededor de 16 vatios durante "periodos cortos".

El primer proyecto se relaciona con el stellarator TJ-II, un reactor experimental donde los científicos del CIEMAT investigan la fusión nuclear, una energía del futuro que ni emitirá dióxido de carbono ni generará residuos radiactivos de larga duración.

El segundo proyecto es del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y se refiere al desarrollo de nuevos fármacos diseñados para bloquear la proteína concreta que causa una enfermedad. El tercero, de las universidades Complutense y de Extremadura y el Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos de la Universidad de Zaragoza, explora nuevos materiales como los vidrios magnéticos, con aplicaciones que abarcan desde las tarjetas de crédito hasta los exámenes médicos por resonancia magnética nuclear.

Una puerta al futuro energético

La percepción pública del cambio climático ha reabierto el debate de la energía nuclear, limpia en el sentido de que no emite gases de efecto invernadero, pero muy sucia por los residuos radiactivos de largísima vida que produce. Las centrales actuales son de fisión: rompen átomos muy pesados como el uranio en isótopos radiactivos de cesio y rubidio con una larga vida media. Las centrales del futuro (tal vez en 50 años) serán de fusión: dos versiones del hidrógeno (el deuterio y el tritio) se funden en un átomo de helio, un gas noble. Sin emisiones ni residuos.

Para que el deuterio se fusione hay que calentarlo a cientos de millones de grados. El gran reactor termonuclear experimental ITER, que empezará a funcionar en el sur de Francia en 2016, utilizará para ello la técnica de confinamiento magnético, y convertirá el deuterio en un tipo de plasma nunca antes visto por el ser humano.

La máquina experimental de fusión del CIEMAT, el stellarator TJ-II, funciona también por confinamiento magnético. Sus datos se introducirán en la red Ibercivis para hacer unos gigantescos cálculos que ayuden a comprender los fenómenos que ocurren en esos nuevos tipos de plasma. Los cálculos se compararán con los resultados reales del ITER, en la próxima década.

El Sol es una gigantesca bola de hidrógeno y helio: es la fusión del hidrógeno en helio lo que le hace brillar. La energía solar puede ser la fuente energética del futuro en más de un sentido.

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