La burbuja de la construcción le estalló a Georgi
Un 'sin papeles' subcontratado muere asfixiado en la caseta de una obra
Sus compañeros lo encontraron muerto al amanecer. Estaba tendido, tirado en el suelo de una caseta metálica prefabricada de un color azul eléctrico. Durante la noche del miércoles, se había resguardado allí del frío. Era uno de los vigilantes de la obra en la que trabajaban, en un polígono industrial a medio camino entre Torrejón de Ardoz y San Fernando de Henares. Ninguno vio qué pasó. Sólo saben que por la mañana el vigía Georgi Krashimirov, de 23 años, ya no vivía.
No tenía papeles. Ni contrato laboral. Ni piso, ni habitación, ni unas horas de compartida cama caliente. Nada que enviar a su madre, en Bulgaria. Vivía en el coche que le prestaba un conocido suyo, en Getafe, junto a su mejor amigo, Krasi, también pobre. Krasi, delgado y alto, recuerda con los ojos hundidos cómo animó a Georgi, íntimo suyo desde que eran críos, a venir a Madrid, hace cerca de cuatro meses, a buscar trabajo. Recuerda, en búlgaro, lo feliz que se puso Georghe cuando le ofrecieron cobrar por vigilar una obra en San Fernando. "Quería enviar dinero a su madre", traducen sus amigos. "Le había llamado diciendo que ya no tenía ni para comer".
No tenía papeles, ni contrato, ni piso, ni habitación. Vivía en un coche prestado
La madre cayó enferma. El padre sólo piensa en cómo repatriar el cuerpo
La familia de Georgi, en Bulgaria, vive de prestado en casas de amigos y familiares. Sus padres están separados. Su madre tuvo que vender la casa para pagar una fianza que sacase al hermano mayor de Georgi de la cárcel, según sus amigos. Su padre, Krasimir, llegó desde Bulgaria el viernes para reconocer el cadáver de su hijo pequeño. Los amigos de Georgi en Getafe pusieron cada uno lo que pudieron para comprar su billete de avión a Barajas desde Sofía.
Ana, también búlgara, trabaja en un bar cerca de la Universidad Carlos III en Getafe. Por su barra pasan muchos búlgaros. Entre ellos, solía visitarla uno que se hacía llamar Risto y que solía dar trabajo a "sin papeles", como dice ella. Recuerda cómo se acercó a Georgi a ofrecerle el puesto de trabajo en la obra de San Fernando. Tenía que vigilar las noches. Trabajó cinco días. Risto le pagó en metálico y le dijo que no hacía falta que volviese en unos días. Cuatro jornadas después, regresó. Fue la noche del día anterior a que lo encontraran muerto.
Risto, quien subcontrató a Georgi para vigilar las obras, no da explicaciones. Ya no va por el bar. Tiene apagado el móvil. Dice que él, de lo que ocurrió esa noche, no sabe nada. Huye cuando se acercan a preguntarle.
El padre de Georgi, Krasimir, siempre va del brazo de Ana, que hace las veces de intérprete. Con ella reconoció el cuerpo de su hijo. Ambos dicen que cuando lo vieron tenía moratones en el cuello y la cara y una herida en la frente. El forense que lo examinó en Coslada les explicó que la causa de la muerte había sido intoxicación por inhalación de humo. Según el informe judicial, en la caseta azul había un generador eléctrico. Se baraja que fuesen sus humos los que provocasen la muerte de Georgi. El padre lo duda. Y su abogado. Han decidido pedir una segunda autopsia.
La madre de Georgi cayó enferma al conocer la noticia, según explica otra amiga del fallecido. Ahora Krasimir sólo piensa en cómo llevarán el cuerpo del chico hasta Bulgaria para enterrarlo con los suyos, porque no tiene los 7.000 euros que costaría repatriar el cadáver. Krasimir agacha la vista, cansado. Cansado del forense, de la autopsia, de la policía, de la embajada, de los juzgados, de que no haya un papel que diga que su hijo trabajaba aquella noche.
Georgi tenía unas manos firmes que le ayudaron a pasar el servicio militar en la marina de Bulgaria. Luego se enroló como marinero en un buque. Trabajaba en las cocinas. Aun así no logró un trabajo que le permitiera mantener a su familia, por lo que en noviembre de 2007 decidió venir a España. Estuvo tres meses en Barcelona, trabajando en la construcción. A partir de enero, según explicaron sus amigos, Georgi empezó a notar el parón inmobiliario. Krasi le convenció de que viniese a la capital y compartiese habitación con él para que buscasen fortuna juntos, donde llegó hace cerca de cuatro meses.
En Madrid el trabajo escaseó hasta desaparecer. Hace dos meses tuvieron que abandonar el piso compartido porque no podían pagar la habitación. Ni la comida. Fue entonces cuando otro amigo suyo empezó a prestarles su coche para pasar la noche. Allí vivía Georgi cuando le ofrecieron ser vigilante nocturno en la obra.
Un nombre que no está entre 58
El nombre de Georgi, el sin papeles búlgaro que murió asfixiado en una caseta de la obra que vigilaba, no consta en el recuento oficial de los accidentes laborales en la región, según los sindicatos. Cincuenta y ocho trabajadores murieron en accidente laboral en los cinco primeros meses de este año -ocho menos que en el mismo periodo de 2007-, de los que 13 perdieron la vida en mayo, informa Efe. Según los datos de siniestralidad laboral hechos públicos el lunes por la Comunidad de Madrid, los accidentes mortales en el trabajo descendieron un 12,12% hasta junio. De los 58 accidentes, 42 se produjeron en la jornada laboral (un 6,67% menos que los 45 registrados en el mismo periodo de 2007), el resto, en el camino al trabajo. Según estos datos, el número de accidentes leves, graves y mortales bajó un 15,15% en el mes de mayo respecto al mismo mes de 2007. En agricultura descendieron un 31,86%; en construcción, un 25,13%; en industria, un 19,12%, y en servicios, un 10,65%.
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