Del Rastro a La Habana
El cantaor Diego El Cigala mezcla 'jondura' con los ritmos cubanos - 'Dos lágrimas', su disco más personal, se vende mañana con EL PAÍS
La etiqueta "fusión" no va con el cantaor Diego El Cigala. Él prefiere explicar sus excursiones flamencas a la música cubana, del magistral y exitoso Lágrimas negras, aquel dúo con Bebo Valdés que batió marcas (un millón de copias en 2003 en plena crisis), a su muy esperada continuación, Dos lágrimas, como música de "raíces negras". "El flamenco y el son, el guaguancó o el danzón comparten raigambre. Raigambre negra", explicaba recientemente.
Ésa sería razón suficiente a por qué su voz ("el metal", lo llama él) casa tan bien con los ritmos calientes de la isla. Ya lo hizo en Lágrimas negras, un prodigioso encuentro propiciado por Fernando Trueba, que una mañana invitó a su estudio al cantaor. Cuando escuchó a Bebo intervenir en el documental Calle 54, casi en trance, embargado por la emoción, el cantaor le dijo a su amigo Trueba que tenía que conocer imperiosamente a ese señor "tan mayor y tan niño" que majestuosamente sabía sacar "a las teclas el alma".
"Flamenco, danzón y guaguancó son música de raíz negra", para el artista
Sus ojos y orejas le guían por la vieja Habana, adonde viaja a menudo
Aquella magia se amplía en Dos lágrimas, que a partir de mañana se vende por 9,95 euros en exclusiva con EL PAÍS durante un mes. Un proyecto personalísimo en el que El Cigala se embarcó cuando Bebo le dio la bendición pare volar libre. "Sin ella no me habría atrevido". Y vaya si lo ha hecho. Para esta fiesta, El Cigala ha convocado a otros músicos cubanos venerables, como Guillermo Rubalcaba, Reynaldo Creagh o Tata Güines, que falleció en febrero y "no verá por desgracia el final del álbum", lamenta el cantaor.
El vínculo con el pueblo cubano sigue siendo estrecho, por tanto. Sus ojos y orejas le guían ahora bien atentos por las calles de la vieja Habana, adonde viaja a menudo. "Recuerdo una vez que di un recital en el estadio Karl Marx, donde toqué con Chucho [Valdés, hijo de Bebo]. Hubo gente que hizo noche a las puertas. Que pagó un dineral, para los sueldos de allí, por verme. "¿Cómo no me va a unir un afecto especial por ese pueblo?", argumenta. No es en vano que El Cigala se ha convertido en un entusiasta aficionado e investigador de la música cubana, sin desdeñar todo lo que trae desde crío en los genes, esa inmensa tradición flamenca, que mamó en las calles del Rastro.
Hijo de Aurora Salazar Motos, que cantaba flamenco en la intimidad con una pasión que emociona a los que la recuerdan, y sobrino del genial Rafael Farina, el niño Dieguito -todavía no era El Cigala- pasó su infancia por las calles del Rastro madrileño jugando al balón, a las chapas y a las canicas en alguno de los solares al raso que de vez en cuando descubrían en pandilla entre los vericuetos y amasijo de callejuelas del barrio. Dicen que Dieguito dejaba la diversión y el juego infantil cuando de la ventana más próxima o de un bar cercano salía una tonada flamenca.
Y no ha perdido esa curiosidad ingenua. La misma que le lleva a colaborar con Montserrat Caballé en un disco previsto para septiembre. "Ya hemos ensayado y he visto bien cómo encajan nuestras voces", explica el cantaor. "Será un sueño hecho realidad: llevar a cabo un disco con una sinfónica. ¡Y con ella! Es una diva por excelencia. Para mí, un verdadero honor".
Babelia
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