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Reportaje:

Una extraña y pequeña historia de éxito

Feist, cantautora 'indie', llega a España tras vender un millón de copias

Iker Seisdedos

Cuando eres una exquisita cantautora de pop sensacional y voz prodigiosa; has vendido un millón de copias de un disco (The reminder) que creíste que escucharían a lo sumo 200 y tu vida transcurre sobre escenarios y dentro de hoteles de Sidney, Madrid o Berlín, buscas tus "raíces" hasta en las armónicas. Leslie Feist (Nueva Escocia, 1976) llena los bolsillos de sus chaquetas con 10 de esos pequeños instrumentos que un tío suyo le regaló un buen día en Canadá. Mete la mano, las extrae y se siente en casa, en esa cabaña que se compró en los bosques, el "rancho del unicornio" la llama, un lugar para percibir "cómo cambia el signo de las estaciones" y adonde viajará cuando su gira europea (hoy toca en Barcelona; mañana, en Madrid) termine.

El vídeo del primer sencillo de su disco fue un fenómeno en Internet
"Nada debería oscurecer una bonita melodía", dice la cantante

"Si no fuera por ellas, el camino se haría muy solitario y doloroso", explica en un hotel londinense donde el diseño alcanza cimas del absurdo. No deja de ser irónico que la suite en la que se ovilla sobre un sofá blanquísimo parezca el interior de un iPod. Si Feist puede considerarse "famosa" fuera de los reducidos circuitos de rock independiente de los que procede es gracias a un anuncio de Apple. En él, para cantar las excelencias de un reproductor enano de mp3 y vídeo, se empleó el videoclip del primer sencillo, 1, 2, 3, 4.

Tan irresistible como el tema, mezcla de marcha militar, canción infantil y arreglos ensoñados, resultaba su vídeo (decenas de bailarines, una coreografía absurda y sola toma). Se convirtió en un éxito en YouTube (más de nueve millones de visitas acumuladas hasta ayer mismo). "Por supuesto que he acabado odiando la canción", reconoce ella tajante. "Pero no me arrepiento de haberla vendido para el anuncio. No lo haría de nuevo, aunque el resultado fue bastante respetuoso. Aquella extraña y pequeña travesura que rodamos, tres días hasta dar con la toma exacta, ha llegado a un montón de gente y eso era precisamente lo que Patrick [Daughters, director] y yo buscábamos".

Más allá de la plenitud de la fama en términos posmodernos (¿hay algo más allá de ser estrella de Apple y YouTube?), el multipremiado The reminder se convirtió en uno de los discos del año pasado. Capaz de conquistar a nuevas y enormes audiencias sin defraudar al reducido grupo de los que sí conocían de antes a la chica y a su folk metafórico (ella ama las alegorías; las verdades son "claras como el cristal", el sexo explícito, "un espejo ahumado" y sus bailes "torpes y candorosos", la única forma que conoce de "hacer el sonido visible").

De modo que sí, Feist existía antes de su fenomenal e "impredecible" éxito (no ha habido para tanto en España, el disco ha vendido lento, pero seguro, hasta alcanzar las 5.000 copias). Descubierta en 1988 en extrañas circunstancias (un concurso de talentos en torno a los Juegos Olímpicos de invierno de Calgary), se desgañitó de adolescente en bandas de hardcore locales. Y esta vez no es una metáfora. La chica perdió la voz a los 17 y no pudo cantar durante un año entero. "Gracias a aquello aprendí a tocar la guitarra, a susurrar, a manejar las sutilezas. Por suerte no me preocupé demasiado, porque era una niñata inconsciente y pensé: 'Si no puedo cantar, ya haré otra cosa".

Su figura menuda emergería tiempo después asociada a la fecunda explosión creativa canadiense de hace unos años como miembro de Broken Social Scene (colectivo de indie-rock), corista de Peaches, campeona del punk lúbrico, y socia creativa de Gonzales, músico mutante y productor de los dos últimos discos de Feist.

Nadie esperaba que la chica que siempre andaba rodando acabase como el centro de todos los focos. Aunque no había ninguna razón en su contra. No hay nada de minoritario (salvo quizá la actitud) en el mensaje de Feist. La música es bonita; la producción, cristalina ("teníamos claro que todo debía sonar bello y claro; nada debe oscurecer una melodía") y la actitud, modesta. ¿No debería ser suficiente para alcanzar el éxito en un mundo perfecto?

Feist, en una actuación de febrero en Los Ángeles.
Feist, en una actuación de febrero en Los Ángeles.AFP

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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