Zapatero a tus zapatos
Están dimitiendo directores de festivales españoles de cine como si se tratara de una plaga. Primero, el de Valladolid; luego, el de Sevilla, y ahora, el de Málaga. Pueden caer otros, no se desanimen. Dependerá de cómo se entienda cada cual con sus respectivos alcaldes, concejales, consejeros de cultura o asesores municipales, y de la habilidad que tengan para esquivar sus intromisiones.
La mayoría de nuestros festivales, casi 300 al año, aunque no todos ellos sean certámenes de verdad, depende de las arcas municipales y, por tanto, de las ideas o caprichos de quienes regentan el municipio.
A sus interferencias se añaden con frecuencia las de funcionarios de las diputaciones, que no se cortan al decidir cómo hay que organizar las cosas, y que con aplastante seguridad dan órdenes irrevocables: "¡Que venga Julia Roberts!".
Hay para todos los gustos. El Festival de San Sebastián encontró la forma jurídica de sociedad anónima, y su municipio actual acepta de buen grado las reglas del juego. Tampoco en Gijón parece haber problemas de este tipo, ni en Huesca, donde hoy por cierto celebran un homenaje a quien lo dirigió durante 30 años, Pepe Escriche, recientemente fallecido... Los directores que ahora han dimitido en cadena lo han hecho por no entenderse con quienes manejan el dinero público, por no poder trabajar en libertad. Digan lo que digan en sus declaraciones públicas, cortesía obliga, ésa es la razón común de los tres.
Autoridades prepotentes
Un concejal puede decidir en su nombre quiénes son los invitados; un alcalde prepotente puede dibujar el perfil del ayudante de dirección; un consejero puede atreverse a calcular el tiempo del año en que realmente hay que trabajar para organizar un festival... En definitiva, un disparate. Si el país entero funcionara de esa forma, nos iríamos al carajo. Hagamos votos por que lo que está ocurriendo en estos festivales de cine no sea un síntoma...
En Cannes, el responsable de aquel festival, Gilles Jacob, lleva en ello desde 1978. Durante ese tiempo se han sucedido ministros y alcaldesas, pero a ninguno se le ha ocurrido aconsejarle cómo hacer su trabajo. En el de Valladolid, los 20 años en que fue dirigido por Fernando Lara fueron los más fértiles. Los alcaldes le dejaron hacer.
¿Por qué no aprenden? La promoción que pueden hacer los festivales de cine en estos años de crisis no puede estar al arbitrio de ordenos y mandos. Zapatero a tus zapatos, dicho sea con los debidos respetos.
Babelia
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