"Ahora no somos ciudadanos, somos clientes"
Se llama simplemente Ajo, un derivado de María José. Para qué más. Tres letras y pura sustancia energética. Y así es casi todo lo que ella hace. Seis años atrás, en un momento de crisis de identidad, un amigo le comentó casualmente: "Y ahora, cuando te pregunten a qué te dedicas; ¿qué vas a decir?". Sin pensarlo, respondió: soy micropoetisa. El insomnio que padecía hizo el resto. Empezó a escribir micropoemas, algo entre el aforismo o las rimas de pocos versos, el pensamiento ingenioso y casi hasta el refrán. "Bastante tiene una con lo que no tiene" o, "Desordenando la felicidad me encontré con la vida", son una muestra de ellos. Los editó en un primer volumen del que ha vendido ya 4.000 ejemplares en cinco ediciones, una cifra apreciable para la poesía, y después se alió con el músico Nacho Mastretta para montar el espectáculo Striptease cardiovascular, del que ya han dado 79 conciertos y que en su página de Myspace ha recibido una avalancha de visitas de todo el mundo. Ahora acaba de editar un segundo volumen, Micropoemas 2 (Arrebato) y está inmersa en mil proyectos.
Ha logrado la proeza de convertir la micropoesía en medio de vida
Ajo (María José Martín, Saldaña, Palencia, 1963) es menuda y de sonrisa fácil. Posa para las fotos en la barra comiendo una aceituna. Otra foto, otra aceituna. Y otra. Ya no puede más. "Soy de poco comer, soy más de fumar", dice. Eligió este restaurante céntrico de Madrid porque le gustan "los sitios rancios, como Lhardy, con señoras setentonas". Lleva una camiseta con la palabra amor, con hache. "Hamor con humor se paga", apostilla.
Todo para ella ha ido saliendo sin buscarlo. Tenía ya experiencia en escena, como parte del grupo Mil Dolores Pequeños, que también era un sello discográfico independiente. Al poco de publicar sus micropoemas le dieron un espacio en Radio 3, vino la gira con Mastretta y ahora prepara otro espectáculo a dúo, Pimpipoets, con el poeta Gonzalo Scarpa. "Grabo sonidos como de mar, vidrios, frases sueltas dichas en la calle, y después los comentamos".
En la mesa nos ponen más aceitunas y un platito de chistorra. "Qué buena costumbre la de las tapas. Mi tía Pepi solía decir: 'el que regala, bien vende'. Es que si no me ponen aunque sea unos cacahuetes con la copa, me voy".
Se declara anárquica y autodidacta. Ha ido siempre por la vía de servicio, no por la autopista de la cultura. En su escritura ha dejado de lado los temas del desamor y bajas pasiones para preocuparse por el clientelismo y el miedo. "Tratan de vendernos cosas constantemente. Ya no somos ciudadanos, ahora sólo somos clientes, hasta para la Sanidad", afirma. También denuncia las estrategias del miedo: "Te regalan miedo y te venden seguridad".
Suelta frases cortas. Ideas claras. No es de excesos. "Vivo igual con mil que con cero", afirma. "No necesito nada, sólo un pequeño entorno seguro, mi perrina, mis amigos y poco más". No toma postre, sólo una infusión. Al traernos la cuenta, nos cobran las tapas no solicitadas, y la frase de la tía Pepi queda resonando como un eco del pasado. "Nos venden cosas constantemente. Hemos dejado de ser ciudadanos para ser considerados sólo clientes", sentencia.
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