"¡Que te calles!"
Más que una orden fue un grito de rabia. Casi un desahogo. Se estaba jugando la vida de verdad, ante un marrajo que le quería abrir los muslos en canal, y un subalterno no dejaba de aconsejarle desde el burladero. Enfurecido, volvió la cara Perera, y con los ojos como platos, le espetó: "¡Que te calles!". Y se calló, vaya que si se calló.
Era el sexto de la tarde un toro violento, brusco, que lanzaba gañafones a degüello. Y tenía delante a un hombre transfigurado en héroe -a un torero de verdad-, pegado a la arena, seguro de sí mismo, en una actitud admirable de valentía y poderío. La plaza entera tenía un nudo en la garganta; se presentía la cogida.
Era una pelea sin cuartel entre un toro agresivo que estaba loco por coger a su presa, y un torero de raza, exponiendo lo humanamente posible para alzarse como vencedor. Le robó muletazos en los que los pitones rozaron las taleguillas, sorteó como pudo los derrotes y, al final, tras una lucha sin tregua, derrotado, el toro tiró la toalla y se refugió, vencido, en las tablas.
Ymbro / Abellán, El Juli, Perera
Toros de Fuente Ymbro, justos de presentación; muy manso el primero, cumplieron en el caballo segundo, tercero, quinto y sexto; todos desclasados a excepción del tercero, muy noble.
Miguel Abellán: estocada trasera (silencio); dos pinchazos, estocada y tres descabellos (silencio).
El Juli: pinchazo, metisaca, pinchazo, estocada baja y ocho descabellos (algunos pitos); tres pinchazos y estocada caída (algunos pitos).
Miguel Angel Perera: -aviso- estocada baja (gran ovación); -aviso- estocada baja (gran ovación).
Plaza de Las Ventas. 27 de mayo. 20ª corrida de San Isidro. Corrida de la Asociación de la Prensa. Lleno. Los príncipes de Asturias asistieron desde una barrera.
La plaza entera tenía un nudo en la garganta; se presentía la cogida
¡Qué disposición de torero auténtico! ¡Qué lección de vergüenza torera la de este Perera! No hubo trofeos porque la estocada cayó baja, pero quedó la estela de una heroicidad apasionante.
Ya había avisado de sus intenciones Perera en su primero, más noble, al que exprimió materialmente en una faena de poderío, de dominio total, no exento de hondura y buen gusto. Inició la faena de muleta citando desde los medios, el toro acudió con alegría desde las tablas, y el encuentro fue emocionante. Pero la alegría duró poco porque el animal, que había empujado con fijeza en el caballo, se quedó sin fuelle. Pero cuando un torero asienta las zapatillas y se coloca en el sitio justo, un toro como ése se deja la vida en el envite. Y así ocurrió: surgieron tandas de naturales largos y ceñidísimos, y algunos de pecho sencillamente inmensos. Se emborrachó de toro y lo rompió literalmente. Otra vez, la espada cayó baja.
Hubo otro héroe en Las Ventas: Vicente Yángüez, El Chano, subalterno de Abellán, que colocó dos emocionantísimos pares de banderillas al manso agresivo que salió en primer lugar, y que no lo prendió de milagro en dos persecuciones ciertamente agobiantes.
Y hubo más: hubo dos perdedores: Miguel Abellán y El Juli. El primero no tuvo delante un lote de triunfo -brusco e incierto el primero, y aplomado el cuarto-, pero lo que cuenta es su actitud: desfigurado, sin ideas ni recursos, afligido y descompuesto. Y El Juli no dijo ser el torero poderoso de otras veces. Se dejó vencer, impotente e insípido, por el segundo, nada fácil, dificultoso, en un trasteo a la defensiva, y no superó la prueba ante el quinto, al que ligó con eficacia una tanda de derechazos, pero de forma acelerada y ventajista. Y mató mal, echándose fuera, de manera impropia para una figura.
Babelia
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