El régimen chino se mueve
Pekín busca legitimarse ante su puebloy enterrar la polémica de la antorcha con una reacción rápida al terremoto
"Soy el abuelo Wen Jiabao, aguanta chico, te rescataremos". Fueron las palabras que el primer ministro chino gritó a uno de los miles de estudiantes que quedaron sepultados bajo los escombros tras derrumbarse sus escuelas a causa del terremoto que el lunes de la semana pasada devastó la provincia de Sichuan, dejando más de 70.000 muertos y desaparecidos. Wen, vestido con cazadora deportiva y megáfono en mano, se puso al frente de las labores de rescate sobre el terreno, a las pocas horas de producirse el desastre, con una celeridad de respuesta que ha provocado fuertes simpatías tanto dentro como fuera del país. Días después le siguió el presidente, Hu Jintao, quien declaró en un colegio de Beichuan (cerca del epicentro), en el que cientos de colegiales yacían bajo los escombros: "Mientras haya un rayo de esperanza, utilizaremos todos los medios posibles para rescatarlos".
A diferencia de la crisis tibetana, ahora se ha permitido la presencia de la prensa
Todo sobre Pekín 2008 |
La visita de los líderes chinos -cuyos encuentros con los afectados para reconfortarlos, con los soldados y los equipos de salvamento han sido ampliamente cubiertos por la televisión estatal CCTV y otros medios chinos-, y el rápido despliegue del Ejército en las zonas siniestradas revelan los esfuerzos del Gobierno para tranquilizar a la población y al mundo frente a la catástrofe natural más grande que ha vivido el país en las tres últimas décadas. Al mismo tiempo, pretende mostrar que Pekín está preparado para cualquier eventualidad de cara a los Juegos Olímpicos del próximo agosto.
"Hu Jintao y Wen Jiabao tenían que venir, porque China es una gran familia, y ellos son los padres", afirma Li, un refugiado que huyó de su pueblo, destrozado por el seísmo.
Autoritario y falto de la legitimidad que proporcionan unas elecciones, el Ejecutivo de Pekín necesita cultivar el apoyo popular para gobernar este inmenso país, en el que la inestabilidad social es uno de los grandes peligros, según ha afirmado en numerosas ocasiones el propio Partido Comunista Chino.
Los líderes han querido mostrar que tienen la situación bajo control, y legitimarse de paso. Una señal de ello podría ser el hecho de que por primera vez en su historia, China ha permitido la entrada en su territorio, en un caso de desastre, de equipos de rescate extranjeros; aunque los primeros autorizados -los japoneses- no pudieron hacerlo hasta pasados cuatro días del temblor, cuando la posibilidad de encontrar supervivientes eran ya muy pequeñas.
La respuesta china ante el seísmo de fuerza 7,9 en la escala Richter, que ha dejado a 4,8 millones de personas sin hogar, contrasta con la de Myanmar (antigua Birmania) ante el ciclón Nargis. Mientras Pekín ha despertado la simpatía internacional, la Junta Militar birmana ha provocado rabia, debido a los impedimentos que ha puesto a la llegada de ayuda extranjera.
La tragedia ha cambiado, en cierta medida, la percepción de China por parte de la comunidad extranjera, suavizando las protestas provocadas por la represión de las revueltas que tuvieron lugar en Tíbet en marzo pasado. El conflictivo recorrido de la antorcha olímpica y los Juegos han pasado a un segundo plano ante las consecuencias del terremoto. Los líderes extranjeros están enviando mensajes de condolencia, en lugar de discutir posibles medidas de boicoteo contra los Juegos Olímpicos, como había ocurrido hasta que la tierra sacudió Sichuan a las 14.28 horas del pasado día 12.
Los grupos de defensa de derechos humanos y activistas no han anunciado, sin embargo, ninguna disminución de sus planes con vistas a la cita deportiva. Entienden que la situación de las cuestiones que defienden no ha cambiado.
La actuación del Gobierno también ha recibido críticas. Algunos afectados aseguran que la intervención inicial de los equipos fue demasiado lenta, escasa y desorganizada.
A diferencia de la crisis tibetana, en la que Pekín impidió a los periodistas acceder a esta región autónoma y a otras zonas de mayoría de esta comunidad en provincias vecinas, los informadores se han podido mover con una libertad nunca vista en este país -aunque aún controlada- para cubrir el seísmo. La consecuencia ha sido una gran ola de solidaridad y de simpatía con los líderes chinos. Un hombre de 31 años fue rescatado ayer con vida, tras 179 horas bajo los escombros.
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