Si no pasa nada, respiramos hondo
Suena el clarín, las puertas de chiqueros se abren y muy pronto aparecerá el primer toro de la tarde..., pero mucho antes hay multitud de personas que ya están en sus puestos dentro de la plaza de toros.
Nosotros, el equipo médico, estamos una hora antes preparando los últimos detalles de la enfermería y, desde entonces, comienza nuestro estrés. Hablamos del tiempo, si hace viento o no, de la terna de toreros, de la ganadería, incluso repasamos los pesos de los toros para concienciarnos aún más de la importancia de los momentos que vamos a vivir.
Con tiempo ocupamos nuestro burladero, esperando el instante descrito de la aparición del primer toro. Nuestro corazón empieza a latir más deprisa y nuestros ojos se enfocan al trapío del toro y a los pitones, su arma defensiva. No perdemos ojo de la forma de tomar el primer capote, de la forma de volverse, de si tiende a acostarse por un pitón u otro, de cómo obedece a los capotes, y, según sea, los latidos son más o menos frecuentes.
Y así toda la lidia, pues sabemos por experiencia que en cualquier momento, en un instante, puede suceder lo que no queremos, la cogida. Por eso, nuestros sentimientos están tensos y alertas, pues si sucede tenemos que entrar en acción de inmediato.
Si no pasa nada y termina la lidia, respiramos hondo y nos relajamos, volviendo nuestros latidos a la normalidad. Salimos del burladero, damos unos pasos, estiramos los brazos y piernas y comentamos lo sucedido.
Pero en unos minutos suena de nuevo el clarín y se repite paso a paso lo anteriormente descrito.
Esta atención, este estrés constante sería muy difícil de soportar si no fuera porque cuando hay torería de la buena, cuando hay una faena de enjundia y arte disfrutamos como nunca, paladeamos el sabor torero que emana de la conjunción entre hombre y toro.
Al morir el sexto toro se acaba la corrida, nos retiramos del burladero con la satisfacción de que no hubo percance, pero aún no ha terminado nuestra labor. Debemos esperar a que se evacue la plaza, pues no podemos olvidar que también estamos para atender a los espectadores, y es muy frecuente que alguien pase por la enfermería.
En las ferias importantes, como la pasada Feria de Abril o la que estamos viviendo, de San Isidro, este esquema se repite día tras día hasta 20 o 30 veces y supone un estrés añadido para todo el equipo médico.
Así y todo, no cambiaría mi puesto en la plaza por nada del mundo.
Ramón Vila Giménez es cirujano jefe de la plaza de la Maestranza de Sevilla.
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