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Reportaje:Salud

Preparados frente a fugas radiactivas

El hospital de referencia para contaminación nuclear sólo ha atendido un caso grave

Si la fuga radiactiva ocurrida en la central nuclear de Ascó el pasado mes de noviembre hubiera alcanzado a alguno de los escolares que visitaron la central por aquellos días o a los trabajadores de la planta, ¿qué hubiera ocurrido? ¿Qué tratamientos habrían recibido? ¿En qué centro se les hubiera ingresado? Calificado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) como uno de los cuatro incidentes más graves de la historia de las nucleares en España, la fuga se conoció mucho después de producirse. Afortunadamente, ninguna de las personas expuestas ha resultado afectadas por radiaciones ionizantes, asegura Rafael Herranz, coordinador del Centro de Irradiados y Contaminados del hospital Gregorio Marañón de Madrid, el centro de referencia reconocido por el CSN en España para tratar a personas sometidas a radiaciones ionizantes. Y Herranz lo sabe bien porque de haber resultado "contaminado o irradiado" algún escolar o trabajador, su centro se hubiera "activado".

Una guía establece los protocolos de actuación ante una emergencia nuclear
Los contaminados deben ser aislados para que no afecten a otras personas
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Desde su creación, dice Herranz, "sólo hemos tenido un caso que se pudiera considerar de riesgo real". Se trataba de una persona que trabajaba en un oleoducto y no seguía las medidas de seguridad, por lo que se expuso a una irradiación. En esa ocasión, no se presentaron síntomas, por lo que no hubo tratamiento, pero se estableció una vigilancia por el riesgo de alteraciones hematológicas a largo plazo. Desde su puesta en marcha, el centro ha atendido a 2.243 personas, "la mayoría, revisiones médicas obligatorias de trabajadores de entornos con radiaciones ionizantes con el fin de obtener la licencia para trabajar en dichos centros".

¿Qué es lo que haría el centro si hubiera habido contaminación en el accidente de la central de Ascó? En una situación hipotética como ésta, hay una guía del CSN que establece los protocolos de actuación ante una situación de emergencia nuclear. En ella, además de determinar las medidas en la zona afectada (evacuar a las personas, acordonar la zona, medir la radiación con un dosímetro, etcétera), se establece la forma en la que se debe enviar a los afectados una vez que han sido identificados y se ha corroborado su contaminación. El traslado "se debe hacer en una ambulancia medicalizada o en un helicóptero, cuando sea posible", afirma Herranz.

Además, las personas deben ser envueltas con un material especial para evitar la contaminación. Una vez recibidos en el Centro de Contaminados e Irradiados, se procede además a verificar la presencia de contaminación en todos los elementos y personas: "Si el vehículo está contaminado, se aislará. Y todos los materiales utilizados se almacenarán en el depósito de residuos sólidos para su control".

Desde 1989 se dispone de un sistema de dosimetría biológica, una técnica que permite estimar el daño producido por las radiaciones ionizantes sobre los cromosomas humanos e, incluso, conocer exactamente la dosis de radiación recibida. Esta técnica también se usa en estudios de población y en proyectos de investigación.

Las personas sometidas a una exposición de material radiactivo pueden resultar contaminadas o irradiadas. En el primer caso, las partículas radiactivas se han introducido en el organismo por vía digestiva o inhalada, y la persona, además de estar contaminada, puede contaminar. Por eso, mientras las irradiadas no tienen que ser forzosamente aisladas, las contaminadas sí. "Tienen que estar aislados y blindados" en una habitación con unas características especiales, muros de un determinado espesor, mientras se mantenga la contaminación. "Nuestro trabajo es hacer que los niveles de contaminación se vayan reduciendo gracias a los tratamientos disponibles. Sabemos qué tipo de fármacos son los más indicados para cada contaminación radiactiva", asegura Herranz.

La mayor preocupación son las personas contaminadas o irradiadas. El individuo irradiado, aunque en principio no necesita aislamiento, sí necesita tratamiento. "Es una persona que ha estado sometida a una exposición a material radiactivo en el que los efectos de la radiación se mantienen", dice. "Se maneja como un quemado y dependerá del grado de quemadura si se aísla o no". La gravedad del irradiado puede ser la misma que la del contaminado, pero la diferencia fundamental es la forma en la que se trata al paciente.

El contaminado debe ser aislado, y se debe tratar al individuo y a sus residuos (orinas, heces, salivas, sudor, vómitos), que son radiactivos. El irradiado puede haber sufrido mucho daño tras la exposición a la radiación, fundamentalmente a nivel hematológico, y ser tratado como un paciente trasplantado de médula porque su sistema inmunológico está "por los suelos". Por eso se manejan en habitaciones asépticas.

Los medicamentos que se emplean favorecen la eliminación del elemento radiactivo por la orina e impiden que se absorba en el intestino. Herranz explica que se usan agentes quelantes: fármacos que se fijan en el contaminante, lo inactivan y lo eliminan de forma rápida. Si, por ejemplo, en el caso de Ascó la inhalación de cobalto 60 hubiera sido muy alta, "habríamos hecho además un lavado broncoalveolar", asegura.

Otro aspecto determinante es el manejo de los residuos. Señala Herranz que la orina de las personas contaminadas se almacena en unos depósitos especiales ubicados en el propio centro y no se diluye hasta que la contaminación desaparece totalmente. Todos los elementos tienen una vida media; por ejemplo, el yodo radiactivo de Chernóbil tiene una vida media de siete días y medio, mientras que el cesio tarda 30 años.

Tampoco los síntomas de un irradiado y un contaminado son los mismos. El primero tiene tres tipos de sintomatología, y depende de la dosis recibida: primero hay un daño en la médula ósea, "por lo que disminuyen las defensas y el paciente tiene anemia"; el siguiente es el deterioro en el intestino, y el último es la afectación neurológica. En los contaminados depende de la cantidad de material radiactivo incorporado al organismo, de la partícula ingerida y de la vía por la que se ha incorporado. Por ejemplo, en el caso del espía Alexandr Litvinenko se sospecha que el plutonio se ingirió por vía oral, "y del sistema digestivo pasó al resto del organismo". Normalmente es por vía respiratoria, como hubiera sido el caso de los trabajadores de Ascó que no utilizan la protección e inhalan partículas, que "pasan del pulmón a la sangre y de ahí al riñón, etcétera".

Imagen de la central nuclear de Ascó, en Tarragona.
Imagen de la central nuclear de Ascó, en Tarragona.

Nivel 2: aislados y blindados

El Centro de Irradiados y Contaminados del hospital Gregorio Marañón de Madrid está incluido desde 1984 en los planes de emergencia de todas las provincias españolas con centrales nucleares y participa en los simulacros de accidentes radiológicos y nucleares que se realizan cada año en España. Según su coordinador, Rafael Herranz, el centro tiene la categoría de nivel 2, "que es el más alto que hay en España". Los niveles 1 corresponden a las centrales nucleares, la fábrica de uranio de Juzbado (Salamanca) y el cementerio nuclear de El Cabril (Córdoba).

El papel del nivel 1 ante una sospecha de radiación es informar. Y cuando hay riesgo de contaminación, se activa el nivel 2, es decir, la intervención de este centro. En este caso, previo informe de la situación, las personas irradiadas deben ser trasladadas a sus instalaciones, donde serán "convenientemente aisladas y blindadas".

La unidad del Gregorio Marañón depende a su vez de un centro de nivel 3, que está fuera de España, donde se guardan todos los antídotos disponibles para casi cualquier tipo de material radiactivo. Si se produjeran "bajas masivas", es decir, la irradiación de muchas personas, se activaría entonces una red de hospitales de primer nivel que en cada comunidad autónoma han sido habilitados y disponen de medios para atender a los posibles afectados. La atención médica se coordinaría en este caso desde el centro de Madrid.

Miles de trabajadores están en España en contacto con fuentes radiactivas. La radiación es muy peligrosa, pero afortunadamente se puede medir y, muchas veces, los servicios de atención a los irradiados son requeridos para intervenir en casos de sospecha de irradiación que luego no se confirman.

Rafael Herranz explica que los límites de exposición a radiación establecidos por las normativas están muy por debajo de lo que se supone que puede causar algún daño a la salud. Sin embargo, existe una radiofobia causada por la catástrofe de Chernóbil o el caso Litvinenko. "El accidente de Chernóbil provocó radiofobia en muchas personas que pensaban que todas las radiaciones son perjudiciales para la salud", dice. "Por eso, en la mayoría de las ocasiones nos limitamos a dar la información adecuada".

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