Ahí donde la Liga Norte grita más
El opulento Véneto reclama a Roma una gran reforma fiscal
"En Treviso puedes comer en el suelo. Hay orden, está limpio, todo funciona, y los inmigrantes están bien integrados porque tienen trabajo". El que habla es Mario Moretti Polegato, multimillonario, fundador y presidente de Geox, la empresa que fabrica los "zapatos que respiran", segunda marca mundial en calzado urbano. Su sede está en Montebelluna, distrito de Treviso, región del Véneto. Hace sólo 30 años, este noreste llano y fértil era uno de los sitios más rurales de Italia. Hoy es uno de los motores económicos del país, un ejemplo de dinamismo empresarial y un feudo de la vociferante y exitosa Liga Norte: 31% de los votos en las últimas elecciones.
La región es motor de Italia y ejemplo de dinamismo empresarial
La retórica xenófoba tiene mucho de teatro en la protesta contra Roma
La provincia de Treviso es un microscosmos liguista: hay pleno empleo, sus 830.000 habitantes se reparten 84.000 empresas, la mayoría de menos de 20 empleados, muchas de ellas líderes en su nicho: la provincia exporta zapatos, muebles, ropa, vino, metales y otros bienes por valor de 9.900 millones anuales, y la renta por cabeza es de 25.241 euros (datos de 2006).
El secreto del éxito de la Liga en la región ha sorprendido incluso en Italia, pero se inspira en razones sencillas: sus alcaldes son gente eficaz, autoritaria y directa, hombres pegados al territorio que tienen el apoyo de un tejido social basado en la empresa familiar, un reducto donde la lucha de clases no existe y los sindicatos no aparecen.
Muchos de esos emprendedores viven en viejas casas patricias y trabajan en fábricas contiguas, con media docena de parientes y tres o cuatro inmigrantes. La norma es sudar, producir, innovar, reinvertir y vender. "Aquí los patrones no llevan corbata y traje, llevan mono y trabajan codo a codo con sus empleados; por eso los dos votan al mismo partido", explica Giuseppe Bortolusso, secretario general de la Asociación de Artesanos y Pequeñas Empresas (CGIA) de Mestre.
"Antes los vénetos éramos el saco de todos los chistes", cuenta sonriendo Ulderico Bernardi, historiador de la Universidad de Treviso. Región de expatriados hasta los años sesenta, la transformación ha sido rápida y brusca, de la mano de una nueva clase de vénetos que Bernardi llama los mediermetálicos (cruce de mediero y obrero), y que empezó a abrir sus propios negocios. La izquierda denigró a esas empresas familiares llamándolas "fábricas a la sombra del campanario". Roma no hacía mucho por ellas, salvo dejarles hacer: "El modelo fue creado por la Democracia Cristiana", explica Bernardi, "que daba terrenos a bajo precio, y eso creó una nueva relación social: el patrón era tan obrero como sus empleados. Eso, unido al viejo espíritu veneciano de apertura, al gusto por la acumulación de riqueza, y al deseo de controlar el propio destino, convirtieron al Véneto en una sociedad moderna y avanzada". Hoy, en la pequeña Cataluña italiana muchos de sus cinco millones de habitantes comparten tres reivindicaciones: fiscalidad federal, inmigración ordenada, mejores infraestructuras. Las tres se resumen en un cartel de la Liga: "Roma ladrona".
Llueve a mares y el camino de Treviso a Montebelluna, una nacional de un solo carril, es una piscina llena de camiones. Bortolussi, el secretario de la CGIA, hombre afable y poco radical, defiende a muerte la fiscalidad federal y clama contra la casta política. "El Estado no ha hecho nada para mejorar las infraestructuras", explica. "Aquí exportamos mucho a Alemania. Pagan bien y puntuales, pero te exigen calidad y puntualidad. Si acabas el pedido, y lo tienes que mandar por una carretera atascada y no llega, ¿de quién es la culpa? Por eso es urgente el federalismo fiscal".
Bortolussi se explaya con una metáfora: "Imagine dos grandes edificios. En uno, el portero es amable, las escaleras están limpias, la calefacción funciona y los vecinos pagan unos gastos de comunidad razonables. En el otro, el portero no aparece, todo está sucio, la calefacción no va y los gastos son más altos. Entonces, usted, que vive en el segundo edificio, protesta al administrador: '¿Por qué pagamos más si tenemos un servicio peor?' Y él: 'Es que el del quinto no paga'. Ah". Según la parábola, el primer edificio representa a Alemania o España, "países virtuosos y federales", y el segundo a Italia. "Los italianos pagamos más impuestos que nadie; a cambio, recibimos un servicio pésimo".
En Montebelluna triunfa hace muchos años la oferta y la demanda. El origen de la riqueza fue el boom de las botas de esquí en los años setenta. El líder del Distrito Sportsystem es Geox. Fundada hace 14 años, su historia resume la de la región: Mario Polegato era viticultor; un día, paseando por Reno (EE UU) mientras vendía su vino, decidió hacer dos agujeros en las suelas de sus zapatos con un cuchillo para aliviarse el calor. Al volver a Italia, patentó y desarrolló esa idea genial: hoy vende 21 millones de pares de zapatos agujereados con alta tecnología en 60 países.
Geox elabora el 80% de su producción fuera de Italia, sobre todo en Rumania y Eslovaquia. "Desde que cayó el muro, el noreste se puso a deslocalizar. Incluso las compañías medias. Era la única manera de evitar el cierre", explica Bortolussi. "Es nuestra expansión natural, somos la puerta central de Europa para el Este", añade Andrea Tomat, presidente provincial de la patronal Confindustria.
Timisoara y Arad son las nuevas fronteras del Véneto. Y Rumania es el país que, paradójicamente, sufre los mayores recelos xenófobos en Italia. Según Polegato, si se cumple la promesa de la Liga y Berlusconi e Italia expulsa a los inmigrantes irregulares, se vendría abajo el chiringuito: "Cerrarían la mitad de las empresas, porque muchas tienen entre un 30% y un 40% de inmigrantes". En la provincia de Treviso residen 78.000 extranjeros regulares. Muchos más son ilegales y trabajan igual: "El Estado no llega, y los listos hacen la trampa", reconoce Polegato.
La realidad revela, en todo caso, que la gritona xenofobia de la Liga es, en buena medida, parte de su campaña de propaganda anti-Roma. "Cáritas ha certificado que el sitio donde mejor se integran los inmigrantes es aquí. El resto es puro teatro, tenemos una vena goldoniana y nos gusta actuar", dice el profesor Bernardi. "En las ciudades donde la Liga tiene más fuerza, existen las tasas más altas de asociacionismo y solidaridad".
Samira, senegalesa de 33 años, cuida a una anciana en un pueblo cercano a Treviso. Vive aquí hace ocho años y está contenta, aunque todavía es clandestina. "Hago más de 25 horas semanales, pero la señora no me contrata para no pagar las tasas, y sin eso no me dan el permiso". Parece un problema menor en esta región opulenta y satisfecha de sí misma que en sólo 30 años ha sido capaz de convertir las huertas feudales en un campo de fábricas donde los reyes son el orden, la plusvalía, el tiramisú y la tecnología punta. Y la Liga, claro.
La gota roja
Ese sentimiento de injusticia que esgrime la Liga Norte lo tiene también la izquierda, pero es nuevo. El alcalde de Venecia, Massimo Cacciari (que lo es también de Mestre y Porto Marghera), se ha erigido en líder de la nueva corriente que, dentro del Partido Democrático, aboga por un nuevo reparto de recursos. "No puede ser que el norte pague el 80% de los impuestos para que el Estado los reinvierta no se sabe cómo en el sur. Es injusto, y una de las causas evidentes del ascenso de la Liga", explica.
Venecia es una gota roja en un océano verde. El filósofo y político sabe que es hora de que la izquierda se dote de un partido regional: "En España, los socialistas catalanes son socialistas, pero catalanes; los vascos y valencianos, igual", dice. "Nosotros debemos hacer lo mismo".
¿La lección de las elecciones es que para gobernar Italia hace falta la periferia? "Es obvio, el gran problema es territorial, el desequilibrio norte-sur, y el error de la izquierda ha sido olvidarse de Sicilia y Lombardía-Véneto-Friuli. Ahí viven un tercio de los italianos. Si no ganas ahí, no gobiernas".
Lombardía, Véneto y Emilia Romagna son las únicas regiones italianas que aportan al fisco más dinero del que reciben. Sicilia, con su régimen de autonomía especial, tiene 18.000 funcionarios públicos. Véneto tiene 2.776.
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