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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desaceleración intensa

La rebaja de las previsiones del Gobierno deja entrever la dureza del ajuste que se avecina

El Gobierno afirma haber completado el mapa de la desaceleración económica con la drástica revisión a la baja de las previsiones que ayer presentó el vicepresidente Pedro Solbes. Para este año y el que viene se anuncia una tasa de crecimiento del 2,3%, ocho y siete décimas menos respectivamente sobre las proyecciones presupuestarias. El frenazo tiene, no obstante, fecha de caducidad: la economía recuperará tasas de crecimiento próximas al 3% a partir de 2010, según el nuevo cuadro macroeconómico recién presentado, que se ha cerrado no sin que sufra un tanto la coherencia interna. Hay algunas cifras difíciles de creer (el paro, por ejemplo, que la realidad puso ayer mismo en entredicho) y otras que casan mal entre sí: probablemente Solbes esté convencido de que el crecimiento este año no llegará al 2,3%, y quizá incluso de que no supere el 2% (como augura el FMI), pero el optimismo oficial que se espera de un alto funcionario le ha impedido poner estas cifras negro sobre blanco.

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El vicepresidente insiste en que la economía española está mejor preparada que otras para afrontar la recesión, aunque es evidente que para que esa afirmación tenga validez deberán cumplirse algunas condiciones. Por ejemplo, que se mantenga una firme contención de los gastos públicos no implicados en el plan recientemente aprobado y que las medidas se vayan modulando en consonancia con el alcance y duración de la crisis.

La revisión del cuadro macroeconómico no hace sino reconocer lo evidente: que la profundidad de la desaceleración es mayor de lo que se esperaba, que la contracción vertiginosa de la construcción está provocando un fuerte descenso del empleo y que los ingresos públicos se resienten de la depresión inmobiliaria. Baste recordar el descenso de más del 50% en el superávit durante el primer trimestre, debido en parte a la caída del IVA, y el riesgo creciente, aunque todavía no inquietante, de que la desaceleración se transmita en forma de crecimiento de la morosidad al sistema financiero.

El flanco más débil es sin duda el empleo. La Encuesta de Población Activa del primer trimestre reveló ayer que el número de parados ha crecido en 246.000 personas y ha empujado la tasa de desempleo hasta el 9,6%. El dato, dolorosamente espectacular, indica que el ajuste del empleo en el sector de la construcción se está ejecutando a velocidad de vértigo. Resulta poco práctico y creíble achacar esta mala evolución a factores estacionales o recordar que es compatible con las previsiones oficiales, que cifran la tasa de paro en un máximo del 10% durante esta desaceleración. Porque el mercado laboral empeorará seguramente en el segundo trimestre y, ante una pérdida de ritmo en el crecimiento, las posiciones más razonables consisten en confiar en los estabilizadores automáticos y aliviar las consecuencias de la desaceleración con las medidas de estímulo al consumo y apoyo a las familias que ya se han tomado.

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