Preocupaciones
Si yo fuera católica, estaría preocupada por el júbilo con el que la Iglesia italiana ha acogido la victoria de un delincuente condenado por corrupción, que abandera el fraude fiscal, la insolidaridad y los campos de detención para inmigrantes. Berlusconi no va a legalizar el matrimonio homosexual, pero para todo lo demás hay barra libre. Supongo que los obispos españoles no necesitan que yo les recuerde que la moral llega más allá del sexo, pero me permito indicarles que aquí también tenemos magníficos ejemplares de políticos corruptos cuya causa podrían abrazar con alegría. ¿Julián Muñoz aprobará las bodas gays? En caso contrario, y con lo bien que le sienta la mantilla a su señora, deberían considerar esa posibilidad.
Si yo fuera del PP, estaría aún más preocupada por lo que, a dos meses del próximo congreso, no es ya un melón sucesorio, sino toda una empanada ideológica, en un partido que, paradójicamente, huye de la ideología como de la peste. Porque, claro, estas cosas tienen sus consecuencias. Antonio López-Istúriz, secretario general de los populares europeos, acaba de declarar, por ejemplo, que Zapatero no tiene liderazgo ni en Europa ni en España. Y yo me pregunto... ¿Pero es que este señor no sabe quién ha ganado las elecciones? Total, que entre las crisis de ansiedad que provoca Soraya, las que padecen sus diputados sin cargo y las que promueve la Cope, en Génova no van a ganar para orfidales.
Si yo fuera socialdemócrata, estaría preocupadísima ante la posibilidad de que alguien me confunda con Rajoy. Y si fuera liberal, me pasaría lo mismo con Aguirre. Como no soy ni católica, ni del PP, ni socialdemócrata ni liberal, la verdad es que no recuerdo cuánto tiempo hace que no me divertía tanto, pero conservo una pequeña preocupación. ¿Qué hacer? Porque a este paso, ya ni con apostatar vamos a tener bastante.
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