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Abandonada en su casa a los 99 años con el alta del hospital

Vecinos de Chueca denuncian la falta de asistencia social a una anciana

Patricia Ortega Dolz

Cogió su llave, la del llavero dorado, para dejarla puesta en la puerta por dentro. Pero cuando fue a encajarla en la cerradura no entraba. Creyó que eran sus dedos torpes de 99 años y lo volvió a intentar. Nada. Pero eran sus llaves, era su casa, sus fotos con sus aires de Bette Davis colgaban de las paredes, aquella era su puerta... Adela, nombre ficticio de esta anciana, no era capaz de entender lo que pasaba. Se acordaba del hospital, de la niña que le regaló la pulsera que llevaba colgada en la muñeca, de la ambulancia con la que llegó a su casa, de las personas que la subieron hasta el cuarto piso de ese edificio de la calle de Pelayo (Chueca), donde vive "desde siempre" en alquiler, casi desde antes de trabajar en la administración del teatro Infanta Isabel, que ahora, como ella, celebra su centenario.

La ambulancia llegó el pasado 9 de abril. "Como no tenían llaves, esperaron a que un vecino abriese la puerta del portal y luego llamaron a un cerrajero que cambió la cerradura de la puerta y la dejaron ahí, sin ni siquiera agua corriente porque la llave de paso estaba cerrada", cuenta una vecina. Adela venía del hospital de La Concepción (Fundación Jiménez Díaz), donde había ingresado 15 días antes. Sus vecinos la habían encontrado tirada en el pasillo de su casa. "Me extrañó no escuchar el volumen de la tele y subí porque hace tiempo que va de mal en peor... Una señora con un glamour increíble que se apaga, no sale, se le olvida comer, se orina...", cuenta otro vecino, que tenía llave de la casa desde que ella se las dio "por si acaso". "Debía llevar 12 horas en el suelo, deliraba, creía que la casa estaba llena de gatos y me pedía que les echara".

"Confusión mental", dice el informe médico del hospital al que tuvo acceso este periódico. Adela ingresó en La Concepción acompañada por sus vecinos, los mismos que la han cuidado durante este año, los que aparecen en sus fotos del salón, "las únicas personas que tengo", dice envuelta en una bata fucsia en el sillón de su casa, antigua como ella, sin agua en el baño y con la nevera vacía.

Pero esos mismos vecinos han visto cómo los Servicios Sociales del hospital y del Ayuntamiento, que en teoría se coordinan y asumen estas situaciones, se desentendían de la señora pese a sus llamadas. Por eso han acudido a la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias (Avinesa), que ha remitido una carta a la Fiscalía de Madrid.

En La Concepción aseguran que Adela "estaba consciente y en su sano juicio", y que "si no quiere ir a una residencia no se puede hacer nada, tiene que decirlo un juez", aunque no habían iniciado ningún trámite al respecto porque "eso le corresponde a los Servicios Sociales del Ayuntamiento". Los servicios municipales, alarmados por las llamadas de este periódico, aseguran que, desde que volvió Adela del hospital, "tiene un auxiliar de hogar que va dos horas por la mañana y una por la tarde de lunes a domingo, además de teleasistencia [hay 82.000 instaladas en Madrid] y ahora vamos a ponerle comida a domicilio".

Pero el día en que este periódico visitó su casa, no fue nadie a verla por la tarde y no tenía instalada la teleasistencia, algo que verificaron los vecinos. Adela estaba obsesionada con no tener llaves de su propia casa y no entendía qué había ocurrido con su puerta. Comentó que creía que había venido alguien por la mañana, "cuando estaba mi vecina". Se trata de la persona que le ha hecho la compra y la ha cuidado hasta cambiarle los pañales en los últimos tiempos.

A sus 99 años, viuda, con una escueta pensión y sin hijos, Adela está sola en el mundo. No quiere dejar su casa. "Ha llegado a ponerse de rodillas en nuestra puerta suplicando que no la abandonemos", cuenta el vecino con impotencia. Podría no ser necesario si los Servicios Sociales no se limitaran a cambiar las cerraduras de las puertas y atendieran a lo que hay tras ellas.

Una foto antigua de la mujer de 99 años.
Una foto antigua de la mujer de 99 años.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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