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Reportaje:

Cultivar tomates en medio de la ciudad

Barcelona tiene 12 huertos urbanos que benefician a 286 jubilados

No hace falta ir al pueblo para coger un manojo de perejil y llenar una cesta de alcachofas y patatas. En plena ciudad de Barcelona, entre bloques de viviendas y frente a una zona de carga y descarga de camiones, es posible ver azadas trabajando la tierra. Desde finales de 2007, cada distrito de Barcelona tiene por lo menos un huerto, 12 en total, y se planea crear otros tres en Horta-Guinardó, Sant Martí y Sant Andreu. La iniciativa de Parcs i Jardins se puso en marcha en 1997 en la Zona Franca con el Huerto de Can Mestres y, en la actualidad, beneficia a 286 personas jubiladas, 22 de las cuales son mujeres. Rodeado de acelgas, lechugas y flores, Lázaro, un usuario de 82 años, explica que, al vivir al lado del huerto, le parece que tiene "una casita con jardín en el medio de la ciudad".

La red de huertos urbanos tiene como objetivo dar a los jubilados un espacio para realizar agricultura biológica, acercar las escuelas al conocimiento de la realidad agrícola y recuperar espacios urbanos para el uso público. Sin embargo, "se ha tenido que luchar mucho para que un terreno fuese destinado a huerto y no a otros equipamientos municipales", explica Josep Ordóñez, responsable de la red de huertos de Barcelona.

La adjudicación de las parcelas se hace por sorteo para un periodo de cinco años. Pueden optar a ellas los jubilados de más de 65 años que estén empadronados en el correspondiente distrito y con capacidad física para cultivarla.

"El huerto me ha cambiado la vida, evita que me pase todo el día en la cama o peleándome con mi mujer", cuenta risueño Antonio, de 67 años, mientras corta lechugas en el huerto del Eixample. Para Antonio, que trabajó toda su vida en una fábrica, el huerto significa un retorno a las raíces de su infancia rural en Soria. Gracias al huerto ha conocido a "mucha gente en el barrio" y asegura que algunos de sus vecinos de parcela son "como hermanos". De hecho, se reúnen a menudo en la mesa de pic-nic de la que dispone el recinto para jugar a las cartas y almorzar. "Hemos comprado un jamón y un queso entero entre todos y también tenemos una bota de vino", comenta.

Sin embargo, la convivencia también entraña, a veces, conflictos. En el huerto del Raval, Lázaro confiesa resignado que son "pocos pero mal avenidos". Parcs i Jardins se ofrece a mediar entre las partes, y, en el peor de los casos, puede llegar a permutar la parcela. A un jubilado de la Zona Franca, por ejemplo, le tocó cultivar justo al lado del "encargado de la fábrica que durante 20 años había estado controlándole con un cronómetro". Solución: cambiarle de parcela. La red de huertos urbanos, además de mejorar la calidad de vida de sus usuarios, ha sido muy bien acogida por los vecinos de los distritos. María, de 43 años, vive cerca del huerto del Eixample y opina: "es un lugar precioso que alegra mucho el barrio".

Los cultivadores también se muestran encantados de poder realizar visitas comentadas a los grupos escolares. Agustín, de 76 años, explica riendo lo que le pasó cuando preguntó a los niños qué tubérculo se vendía en las churrerías. Sin pensarlo exclamaron: "¡harina, churros, buñuelos!". El que se decantó por las "patatas fritas" se alegró de ver que era el que más se había acercado a la respuesta correcta.

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Aunque hasta hace unas semanas las hortalizas tenían un aspecto saludable, ahora se empiezan a resentir de la sequía que se cierne sobre Cataluña y que ha forzado a decretar la prohibición de regar los espacios verdes. El responsable de la red de huertos de Barcelona dice que el riego gota a gota sería ideal, pero no se utiliza porque "si se automatizan las cosas los jubilados se quedan sin una ocupación en el huerto y la actividad decae". Los usuarios como Nieves, de 74 años, se desaniman al ver que la tierra se seca. Pero como la necesidad agudiza el ingenio, algunos optan por como comprar botellas o reutilizar el agua del hogar para regar las hortalizas.

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