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OPINIÓN
Columna
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Los amortiguadores

Joaquín Estefanía

El discurso de Rodríguez Zapatero en el debate de investidura fue excelente. Conviene leerlo con detenimiento (www.la-moncloa.es). En él hay un diagnóstico de la doble crisis que padece la economía española: la primera, la importada, vinculada como está al resto de la economía global, las turbulencias que soporta Estados Unidos, la crisis de liquidez financiera en nuestro entorno, la escalada de los precios del petróleo (se han multiplicado por cuatro en los últimos cuatro años) y de muchas materias primas y alimentos; la segunda se conjuga con las dificultades autóctonas del sector de la construcción de vivienda y con la acumulación de algunos desequilibrios, fundamentalmente el déficit por cuenta corriente y el diferencial de inflación.

Nadie puede establecer una previsión exacta sobre el alcance de la desaceleración. Faltan datos

Pocas horas después de emitido este diagnóstico, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hacía públicas sus últimas perspectivas para la economía mundial, en las que rebajaba muy notablemente las previsiones de crecimiento de la economía española para el año en curso y 2009 (1,8% y 1,9%), muy por debajo de lo que tradicionalmente ha sido necesario para crear empleo. El FMI dejaba en el terreno del optimismo los pronósticos que unas horas antes había anunciado el servicio de estudios del BBVA, entidad privada, o los que había determinado el Banco de España. Una de las características más recurrentes de esta coyuntura es que todas las instituciones que la pronostican actualizan constantemente sus previsiones a la baja, a la luz de los nuevos datos que se van conociendo. Para España y para el resto del planeta. Pero ello no tiene que ver con los pronósticos aventurados y adelantados que los augures de la catástrofe llevan haciendo desde hace meses, con escasa información y exceso de ideología.

Cuando compareció Zapatero el segundo día de la sesión de investidura, conociendo ya el informe del FMI y su previsión sobre España, corroboró la incógnita en la que vivimos: "Nadie puede garantizar lógicamente en estos momentos o establecer una previsión exacta sobre el alcance de la desaceleración". En realidad, el principal eje del debate económico con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, no tuvo que ver con la profundidad y duración de la reducción del crecimiento, sino sobre si España está mejor o peor preparada que en otros momentos de su historia reciente para hacer frente a la crisis. Zapatero, que es quien va a gobernar, dijo también otra cosa sensata: "Las fortalezas de nuestra economía son un buen amortiguador, pero no son un muro que nos aísle de las turbulencias de la economía mundial".

El modelo que propuso Zapatero tiene mucho que ver con el de la socialdemocracia clásica: el dinero que ha ahorrado el Estado en cada uno de los cuatro años de la legislatura pasada (el superávit) se destinará a apuntalar el crecimiento económico y a mantener los derechos y las promesas sociales. ¿Será suficiente? -

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