Al suelo, que vienen los nuestros
"¡Al suelo, que vienen los nuestros!", solía decir el ministro Pío Cabanillas, un político con tanta experiencia y de vez en cuando tan buen juicio que aún hoy día sus consejos deberían ser oídos con atención por sus compañeros de la derecha, que como se sabe hace aguas y tiene a media tripulación amotinada contra el aparato y confusa, como si vivieran sin vivir en ellos. No hay más que ver al portavoz del PP en la Asamblea de Madrid diciendo, cuando le preguntan si apoyaría el asalto de su jefa, la presidenta de la Comunidad, a la silla de Mariano Rajoy: "Tengo un sentimiento personal mío de que yo sí acompañaré a Esperanza Aguirre en aquello que ella quiera hacer". Imagínense, ni más ni menos que un sentimiento personal suyo; lo cual debe de significar que hasta ahora se manejaba con sentimientos personales de otros o suyos pero impersonales; es decir, que el pobre hacía lo que le mandaban, cobraba su nómina y se iba a casa. Qué tristeza.
Fraga salió corriendo hacia el coche tapándose la entrepierna con las manos
Lo del aparato siempre le había hecho gracia a Juan Urbano. ¿Por qué demonios a los que controlan un partido se les llama el aparato, como si en lugar de personas fuesen un teléfono o una aspiradora? Pero el sustantivo, además de ridículo era siniestro, dos cosas aparentemente antagónicas pero que en la política suelen hacer buena pareja, como demuestran en un extremo los Francos, Mussolinis y Pinochets de la Historia y en el otro gente del tipo de Bush o Aznar. Cuando Juan Urbano oía hablar del aparato pensaba en El castillo de Kafka, ese edificio que en la novela lo gobierna todo desde el silencio y la oscuridad de sus muros. Se rió imaginándose a Esperanza Aguirre, el portavoz Beteta y el secretario general Granados escalando los muros del castillo de la calle Génova vestidos de Tortugas Ninja,
Es que Kafka ya lo dijo casi todo, también que sobrevivir es ir sufriendo metamorfosis y despertarte un día en tu propia casa, cuando menos te lo esperas, convertido en una cucaracha. Aguirre, que acusaba a Ruiz-Gallardón de querer saltarse al aparato mientras corría hacia La Moncloa, ya no es una pieza de ese aparato, sino su rival. La presidenta, que siempre ha hablado de Madrid como del feudo esencial de su poder dentro del PP, tendrá que subirse al AVE, atravesar en él sus tierras de Guadalajara y pasearse por provincias en busca de apoyos a su candidatura, para lo cual, cuando llegue, por ejemplo, a Barcelona, va a tener que renunciar a buena parte de los sentimientos personales suyos, y tal.
En cuando al propio aparato, lo extraño es que les extrañe. ¿Tan raro les parece que alguien aspire a liderar el partido o que muchos crean que Rajoy, tras dos derrotas, no puede aspirar más que a la tercera? Será que como es aficionado al ciclismo, no entiende que otro de los corredores del pelotón quiera ganar la carrera: el jefe es el jefe y los gregarios son los gregarios. Y que se sienta dolido con Esperanza Aguirre porque no se esperaba algo así de ella, pues es un rasgo de inocencia: al fin y al cabo, esto es como en los crímenes, que lo primero que tiene que hacer un buen policía es sospechar del entorno de la víctima. Y Rajoy no es policía, pero fue ministro del Interior, o sea que algo debía de habérsele pegado.
Mariano, la política es ingrata, pero en algunas ocasiones se pueden dar casos de camaradería, como recordó Manolo Rivas en un artículo en el que también hablaba de Pío Cabanillas y en el que contaba cómo en una ocasión estaban éste y Fraga pasando junto a una playa desierta y Cabanillas le sugirió que se dieran un baño para combatir el calor que hacía. "Pero, hombre, Pío, si no tenemos bañador", dijo Fraga. "No pasa nada, Manolo: como no hay nadie, nos bañamos desnudos". Se metieron en el agua, con tan mala suerte que, cinco minutos más tarde, aparecieron de excursión, en la playa, un par de monjas con un grupo de niñas. Fraga, intentando proteger su imagen de hombre público, salió corriendo hacia el coche como alma que lleva el diablo y tapándose la entrepierna con las manos, mientras Cabanillas, tirando de pura sensatez, no hacía más que gritarle: "¡La cara, Manolo! ¡Lo que tienes que taparte es la cara!". Si es que quien tiene un amigo, tiene un tesoro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Opinión
- VIII Legislatura CAM
- Esperanza Aguirre
- Presidencia autonómica
- Vicepresidencia autonómica
- Gobierno autonómico
- Comunidades autónomas
- PP
- Parlamentos autonómicos
- Madrid
- Política autonómica
- Parlamento
- Conflictos políticos
- Partidos políticos
- Política
- Gobierno Comunidad Madrid
- Comunidad de Madrid
- Administración autonómica
- España
- Administración pública