Cómo mola mi pistola
1 Todos ustedes recuerdan la foto, porque hace un mes la acogieron todos los periódicos: de pie en primera fila del teatro Kodak de Los Ángeles, plantado frente a su madre con los puños cerrados y exultante como un hooligan gritando un gol de su equipo, Javier Bardem celebra su Oscar. La foto no contiene nada especial, pero por algún motivo la recorté y la guardé, y durante los días siguientes a su publicación, mientras los periódicos y las radios abundaban en comentarios reticentes al Oscar de Bardem, la miré a menudo. La palabra "reticente" es un eufemismo. Un articulista de Abc escribió estas palabras: "Dar un Oscar a un actor español es como dar triunfador de San Isidro a un torero norteamericano". El símil ha sido profusamente aplaudido.
2 La reputación del cine español es pésima. Veo pocas películas españolas, pero también leo pocas novelas españolas, y no me parece que las películas españolas sean inferiores a las novelas españolas; sin embargo, no oigo decir a nadie que la novela española sea una mierda (más bien oigo a menudo decir lo contrario), y en cambio no paro de oír que el cine español es una mierda. Es raro: no conozco ningún novelista español de la primera mitad del siglo XX comparable en calidad (no digamos en reputación internacional) a Luis Buñuel, el tándem Berlanga-Azcona es perfectamente comparable (si no superior) a cualquier novelista español de la segunda mitad del siglo XX, y por supuesto no hay ningún novelista español actual cuyo prestigio e influencia en el mundo puedan compararse a los de Almodóvar. Y está Erice. Y están Penélope, Bardem, Banderas. Y si vamos a los directores de mi quinta, me salen cuatro o cinco nombres cuya calidad y prestigio fuera de España son en conjunto superiores a los de los novelistas de mi quinta. Así que la pésima reputación no puede atribuirse a una calidad pésima o a una falta de reconocimiento internacional. Tampoco, aunque lo parezca, a motivos políticos: los cómicos suman un notorio y ruidoso rojerío, pero eso, que a derecha los demoniza, a izquierda los ensalza, porque los convierte al menos en un buen instrumento electoral. Se dice que el cine español es un cine subvencionado, y que encima reclama privilegios que lo eximan de competir en pie de igualdad con el cine americano. Lo primero es verdad y es un horror, pero el hecho es que prácticamente todo lo que se hace en España -desde la cría de ganado vacuno hasta la industria del automóvil, pasando por el teatro, la danza o la literatura, por no hablar de los partidos políticos o de la Iglesia católica- recibe directa o indirectamente subvenciones: no veo por qué el cine debería ser una excepción; en cuanto a lo segundo, quien a estas alturas no se haya enterado de que es falso es que no se ha querido enterar: la realidad es que ahora mismo una novela española compite en igualdad de condiciones en las librerías españolas con una novela norteamericana, pero una película española compite en la cartelera española con una película norteamericana en una evidente inferioridad de condiciones. Así que la pésima reputación del cine español no se debe a sus privilegios, ni a motivos políticos, ni a su falta de calidad o de reconocimiento, ni siquiera a la falta de público, que es desde luego muy superior al de otras artes. Entonces a qué.
3 Vuelvo a mirar la foto de Bardem. Ahí está: triunfal e histriónico. Ha pasado la noche sentado en primera fila del teatro Kodak, junto a Jack Nicholson, rodeado de gente a la que admira y a la que jamás soñó siquiera que podría emular, pensando: "¡Cómo mola mi pistola!". Cuando un escritor español recibe un premio, no sonríe jamás, jamás se ríe, como si no se alegrara o como si quisiera sugerir con su rictus solemne que posee una intensa vida interior, o que el premio es poco para él, a quien aguarda la vida inmortal; Bardem no: en la foto es todo exterior, todo instante, todo alegría. La miro otra vez: Bardem estuvo la noche anterior en una fiesta con champán y langosta en el Soho House, con Penélope, y ahora está en la fiesta del Kodak, y cuando acabe esta fiesta del Kodak se irá a otra fiesta con champán y langosta y Penélope, joven, rico y feliz, mientras miles de mujeres en el mundo sueñan con él. Y de repente lo comprendo todo, comprendo la reticencia y la pésima reputación y los toreros americanos en San Isidro; de repente comprendo que he sido un idiota: he tardado un mes en comprenderlo. Retiro todo lo escrito. Ahora veo de verdad la foto; mírenla ustedes: ahí tienen a Bardem, viviendo de fiesta en fiesta, como todos los del cine, porque un rodaje -lo sabe cualquiera que haya asistido a alguno- es una fiesta disfrazada: una mera excusa para follar, beber champán y comer langosta. Es verdad que el cine español es una mierda, la novela es mucho mejor, el teatro y la danza y el ganado vacuno y la Iglesia católica son infinitamente mejores; a qué coño viene tanta alegría, qué coño celebra tanto Bardem: un Oscar no es para tanto, Bardem no es para tanto, Buñuel no es para tanto, Azcona-Berlanga no son para tanto, Almodóvar no es para tanto. ¿Quién se ha creído que es esta gente? En realidad no son más que una panda de golfos, chupópteros, sinsustancias, pichalocas y maricones. Que se jodan.
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