"La burbuja inmobiliaria hace que España sea más vulnerable a la crisis"
A lo largo de casi 19 años al frente de la Reserva Federal -la autoridad regulatoria de EE UU, equivalente al Banco Central- Alan Greenspan (Nueva York, 1926) navegó por crisis financieras, recesiones y periodos de gran bonanza. Ahora, desde su experiencia, pronostica -en una conversación telefónica mantenida con motivo de la publicación en España de su libro La era de las turbulencias- que "hay más de un 50% de posibilidades" de que EE UU entre en una recesión económica.
Alan Greenspan asegura que "este periodo va a ser mucho más difícil", desde el punto de vista de la política monetaria, de lo que fue toda su época en la Reserva Federal. Ahora que ya no ocupa ese puesto, el que fue gurú de la economía estadounidense recibe críticas -Paul Krugman le acaba de considerar "uno de los malos de la película"- por las consecuencias de la crisis hipotecaria, pero él se defiende: "El gasto del consumo tiró de la economía después del 11-S, y lo que tiró del consumo fue la vivienda". Consciente del riesgo financiero causado "por la relajación de las condiciones del crédito hipotecario", Greenspan defiende que "los beneficios de ampliar la propiedad de las viviendas compensan ese riesgo".
"Este periodo va a ser más difícil que cuando yo presidí la FED"
"Soy republicano y apoyo a McCain, al que conozco muy bien y respeto"
"Hay miedo de que el proteccionismo vaya más allá de lo recomendable"
"Las probabilidades de que lleguemos a una recesión son superiores al 50%"
"Está acabándose el periodo del crecimiento económico sin inflación"
"Les va a ir mejor a las economías que se abran que a las que traten de protegerse de la competencia"
Pregunta. Los precios de las viviendas se están desplomando, la crisis crediticia hace quebrar a empresas y bancos. ¿Qué es lo que tenemos por delante?
Respuesta. Cuando se está en una situación así, que se caracteriza porque todo el mundo retrocede, hay un marcado deterioro de la necesaria confianza en la solvencia de las partes, lo cual es un factor clave, en el sentido de en la medida en que la gente vive en la incertidumbre, como está ocurriendo desde el pasado 9 de agosto, tiende a retroceder, a apartarse e invertir menos capital y, en muchos aspectos, rebajar muy considerablemente el volumen de actividad de los mercados financieros. Pero el grado de flexibilidad que existe en el sector empresarial norteamericano es de tal magnitud -aunque habría que excluir el sector financiero- que el nivel de demanda de fondos no es muy elevado; incluso sabiendo que el coste de estos fondos está subiendo, aún está lejos de crear problemas significativos con respecto a la actividad económica.
P. ¿Dónde está entonces el problema más grave?
R. Donde existe un conflicto real es en el impacto de los problemas financieros sobre los ingresos de las empresas, porque está constriñendo el comportamiento de los consumidores, el gasto de los consumidores, y está restringiendo la actividad de la construcción, tanto residencial como no residencial. La demanda agregada de bienes y servicios está ahora básicamente estabilizada, lo que significa que el índice de crecimiento del PIB en el primer trimestre de este año es, de hecho, cero. Esto es en buena medida resultado de presiones financieras. Y el resultado ha sido un debilitamiento considerable en nuevos pedidos, pero no como consecuencia de problemas crediticios.
P. En este contexto, ¿diría usted que la economía de Estados Unidos está al borde de una recesión?
R. Hay que definir la palabra recesión. Es una situación caracterizada por discontinuidades significativas en el mercado: caídas bruscas de pedidos, fuertes incrementos en desempleo, debilitamiento muy señalado, prácticamente de la noche a la mañana, en muchos sectores diferentes en los que una investigación revelaría que el cambio es radical. Así que tendríamos que encontrar señales de esta radicalidad; hay algunas, pero no muchas todavía. De forma que a menos que empecemos a ver estas discontinuidades, yo no caracterizaría como una recesión la situación en la que estamos, incluso aunque las probabilidades de que lleguemos a tenerla superan el 50%.
P. ¿La prioridad sería combatir una posible recesión o tomar medidas contra la inflación?
R. Bueno, este es el tipo de discusión en el que no quiero entrar, porque tiene que ver directamente con las políticas de la Reserva Federal. No puedo entrar en ello porque allí están los que acaban de ser mis colegas y mi sucesor ya tiene bastantes problemas como para que alguien desde fuera se dedique a hacer sugerencias.
P. ¿Cree que la época de crecimiento económico sin inflación ha pasado para siempre?
R. Lo que yo digo es que ahora estamos en una encrucijada: hemos tenido una significativa ausencia de inflación durante los últimos 15 años o más en EE UU y Europa; hemos presionado para mantener baja la inflación y esto nos ha permitido crecer a un ritmo muy rápido. España, por ejemplo, ha crecido de manera extraordinaria en los últimos años. Este periodo está acabándose, en el sentido de que el ajuste que se requería, por el giro espectacular de la planificación central a un mercado libre y un sistema competitivo en, por ejemplo, China, Rusia y otros países, está llegando a su fin: los precios de las exportaciones chinas están empezando a subir y serán cada vez menos competitivos, y las presiones inflacionistas en EE UU empezarán a subir, como en todas partes. Este periodo va a ser mucho más difícil, desde el punto de vista de la política monetaria, que el periodo en el que yo fui presidente de la Reserva Federal.
P. Abre su libro el 9 de septiembre de 2001, a bordo de un avión de la Swissair que le lleva a EE UU y que debe dar la vuelta y regresar a Zúrich. En retrospectiva, dice, se demostró que la economía mundial es más resistente porque es más flexible en un mundo globalizado.
R. Hay muchas y diferentes pruebas de que la economía de EE UU -y, en buena medida, la del resto de los países desarrollados y de cada vez más que se están desarrollando- es una economía mucho más flexible. En EE UU hemos afrontado dos pruebas que se salen de lo ordinario. Una fue el desplome de los mercados de octubre de 1987, que, si se hubiera producido como otros crash históricos, hubiera llevado a la economía a una fuerte recesión. Pero no ocurrió así: prácticamente no causó ningún cambio en la actividad económica. Después, en el 11-S, ocurrió algo muy similar: el shock de los atentados hizo que todo el mundo se replegara lleno de miedo, que se alejara de la actividad económica; hasta donde podemos saber, el Producto Interior Bruto cayó durante un periodo de cuatro a seis semanas, pero después se estabilizó. Lo que yo digo es que si mantenemos la flexibilidad adecuada -lo que exige mantener el proteccionismo en un nivel absolutamente mínimo- el tipo de problemas que afrontaremos en el futuro, incluyendo la actual crisis financiera, se absorberán en muchos aspectos sin graves impactos, tanto en el empleo como en producción.
P. ¿Habrá países de la UE que sufrirán especialmente la crisis?
R. Depende de las políticas que se apliquen. Y de otros factores; usted sabe, por ejemplo, que la burbuja inmobiliaria en España ha sido más amplia que la de la mayor parte de los países europeos, desde luego más amplia que la de EE UU. En este sentido, habría que presumir que hay más vulnerabilidad. Pero Europa en su conjunto está trabajando de manera uniforme y, como consecuencia, toda la zona euro se mueve, más o menos, de la misma manera. Italia tiene sus propios problemas, pero los tenía ya antes del euro y como es lógico, sigue teniéndolos. Alemania va bien; Francia va bien, aunque sus índices de crecimiento sean muy modestos y todavía haya problemas estructurales.
P. ¿Qué grado de optimismo tiene sobre las economías de Estados Unidos y de Europa a medio plazo?
R. Eso va a depender de manera muy significativa de qué tipo de estructuras reguladoras haya. Lo que las pruebas que tenemos después de la Segunda Guerra mundial nos indican es que a las economías que se abren y son capaces de competir con el resto del mundo invariablemente les va mejor. Y a los países que se atrincheran y tratan de proteger a sus empresas de decisiones competitivas procedentes de la competencia exterior les va peor. Así que si se piensa en los próximos diez años, lo más importante a la hora de hacer un pronóstico es saber qué tipo de estructuras habrá, qué grado de protección del derecho a la propiedad, hasta qué punto se respetará el imperio de la ley y qué regulaciones existirán sobre la actividad económica. El Reino Unido ha elegido abrir notablemente su economía; teniendo en cuenta el estado en el que estaba hace 20 ó 30 años, esa economía ha evolucionado muy positivamente. A Irlanda le está yendo muy bien por la misma razón. Si nos fijamos en los países en desarrollo, hay innumerables casos en los que el paso de una forma de planificación central a los mercados competitivos ha permitido que aumente enormemente el nivel de vida. Creo que se trata de un principio seguramente válido para todos los países: a los que optan por protegerse de la competencia exterior o incluso de la interior les va muy mal; los que se abren a las fuerzas competitivas internas y externas se ven forzados a hacer las cosas mejor, y las hacen.
P. Sobre Irak escribe usted: "Me entristece que sea políticamente inconveniente reconocer lo que todo el mundo sabe: que la guerra de Irak tenía que ver, sobre todo, con el petróleo". ¿Qué quiere decir exactamente?
R. Lo que debería haber dicho -creí que era evidente, pero aparentemente no lo es- es que si no hubiera petróleo bajo las arenas de Irak, Sadam Husein no hubiera podido poner en pie los recursos que le permitieron amenazar a los países vecinos. El problema básico con el que empezó la primera guerra del Golfo fue que Irak invadió Kuwait y amenazó con apoderarse del estrecho de Ormuz, por donde pasan cada día 18 millones de barriles cada día. Fue la existencia de petróleo la que dio a Sadam los recursos que crearon los problemas que llevaron a la reacción contra él.
P. No sé si querrá decir algo sobre las elecciones norteamericanas, sobre John McCain, Barack Obama y Hillary Clinton...
R. (Risas) Bueno, soy republicano y apoyo a John McCain, al que conozco muy bien y a quien respeto mucho.
P. ¿Teme que haya una oleada proteccionista en EE UU o lo que estamos oyendo al respecto es mero debate electoral?
R. No sé. Lo que sé es que hay una considerable preocupación de que estos argumentos proteccionistas vayan más allá de lo que sería cómodo para los economistas, tanto republicanos como demócratas. Espero que se trate sólo de lo propio del debate político, pero no lo sé.
P. ¿Algún consejo para el futuro presidente o presidenta?
R. Prefiero dárselo en privado.
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