Greenspan echa balones fuera y atribuye la burbuja inmobiliaria a un "error de cálculo" del mercado
El anterior presidente de la FED vincula la crisis de las 'subprime' a una "ilusión" de grandes oportunidades de negocio
El anterior presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, ha respondido echando balones fuera contra quienes apuntan a su gestión como causa de la burbuja inmobiliaria que ha sacudido la economía de la primera potencia mundial y comprometido el sistema financiero internacional.
Según asegura el el otrora todopoderoso Greenspan en un artículo publicado hoy en el Financial Times, no hay pruebas estadísticas para culpar al instituto emisor estadounidense de la burbuja inmobiliaria sufrida por el país. Según argumenta, este fenómeno es similar al experimentado por muchos otros países y sus razones hay que buscarlas en el "error de cálculo" del sector financiero.
Greenspan, a quien los críticos acusan de fomentar la crisis hipotecaria por su política de tipos de interés bajísimos, afirma en su defensa que la crisis de las hipotecas de alto riesgo o subprime explotó porque los títulos respaldados por estos créditos estaban "aparentemente" infravalorados, debido a unos bajos niveles de impago, lo que creaba, a su juicio, una "ilusión" de grandes oportunidades de negocio, sin tener en cuenta la poca seguridad de estos productos.
El economista señala que, incluso si la FED hubiera tenido mayores posibilidades de intervención, difícilmente habría logrado prevenir la crisis.
Greenspan considera que los bancos que prestan el dinero son mucho más conscientes de los riesgos y la forma de actuar de otras entidades financieras que los reguladores, que se han mostrado, a su entender, incapaces de prever y anticiparse a las disfunciones del sector financiero.
El ex presidente de la Fed pone como ejemplo la incapacidad de la Autoridad de los Servicios Financieros (FSA) del Reino Unido, a pesar de su prestigio, de anticiparse a la crisis crediticia del banco hipotecario británico Northern Rock.
De este modo, afirma que el problema no es una falta de regulación, sino unas expectativas sobre lo que pueden solucionar los reguladores que no se corresponden con la realidad.
De este lado, el economista mantiene su convicción en que el libre mercado "no tiene rival" en la organización de una economía, ya que, afirma, tanto la fuerte regulación como la planificación centralizada han demostrado que no funcionan.
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