El sueño de Martin Luther King renace 40 años después
El empuje de Obama convierte el aniversario en una fiesta de igualdad racial
Las peregrinaciones al hotel Lorraine de Memphis, donde Martin Luther King fue asesinado el 4 de abril de 1968, tienen este año una nueva razón y un nuevo horizonte. Una maestra negra explicaba ayer a sus alumnos negros frente a la habitación 306, de la que el adorado héroe nacional salió para ponerse bajo la mira de su asesino, que dentro de poco habrá que añadirle al museo allí creado una nueva sección, la del primer presidente negro de la historia de EE UU.
Cuarenta años después de aquel hito de la historia estadounidense, este país está más cerca que nunca de otro acontecimiento de similares proporciones, de algo que, en el fondo, puede venir a culminar la obra que el reverendo King empezó y hacer realidad el sueño que predicó. La posibilidad de que Barack Obama pueda ser elegido presidente en noviembre convirtió los actos de ayer frente al célebre pasillo del Lorraine, tradicionalmente autocompasivos y victimistas, en una gran celebración de la igualdad racial.
Un 75% de los estadounidenses acepta hoy tener un presidente negro
Todo ello sin que Obama estuviera siquiera presente en la conmemoración, que se desarrolló bajo una fuerte lluvia. Fue el único de los tres candidatos presidenciales en liza que no acudió a Memphis, lo cual dice mucho sobre el papel que el problema de la raza juega en esta campaña electoral. John McCain estuvo aquí como simple reconocimiento y muestra de sus intenciones como presidente. Y Hillary Clinton, que a los ojos de muchos negros ha pasado de ser una hermana blanca a una hermanastra envidiosa y de malas artes, también buscó ayer la reconciliación con esta comunidad.
Pero Obama prefirió quedarse haciendo campaña en Indiana. En parte porque el respaldo entre los electores negros está asegurado. Pero, en parte también, porque un exceso de vinculación visual entre él y los líderes afroamericanos, todos ellos presentes ayer, no es aconsejable para su proyecto.
Obama es un candidato negro, pero ha conseguido ser también una candidatura interracial gracias a un mensaje de armonía, sin víctimas ni deudas pendientes, muy distinto al que otros políticos negros habían propagado hasta ahora. Ese mensaje fue puesto en duda recientemente tras publicitarse la relación de Obama con Jeremiah Wright, un pastor negro de posiciones radicales. Pero el candidato demócrata consiguió contrarrestarlo con un discurso en el que puso a la sociedad frente a la realidad innegable del racismo y ofreció una vía de diálogo para resolverlo.
Como lo expresó ayer Clarence Jones, autor del libro What would Martin say? (¿Qué es lo que diría Martin?) y uno de los escritores más cercanos al mártir de los derechos civiles, "King estaría entristecido y decepcionado de que, 40 años después de su muerte, Estados Unidos estuviera todavía bajo la amnesia sobre el trato dado en el siglo XX a los afroamericanos". "Sin embargo", añadió, "uno puede pensar en Obama, y King le aplaudiría por haber tenido el coraje de ir al cuarto de estar de los norteamericanos y hablarles del gorila de 400 kilos que está sentado en el medio".
El éxito de la candidatura de Obama puede ser la prueba de que ese gorila empieza a reducir su tamaño. Hoy tres cuartas partes de los estadounidenses, según las últimas encuestas, aceptan que un negro sea presidente. La nación oficial, por supuesto, rindió ayer homenaje a Martin Luther King y a su ejemplo; el Senado y la Cámara de Representantes recordaron la histórica fecha y la lección impartida por King. Pero también la nación real se ve más proclive a hacer frente a una realidad apabullante: los negros duplican o triplican a los blancos en número de muertos en acciones violentas, en número de presos, en número de pobres, en niños muertos al nacer, en fracaso escolar, en falta de vivienda, en rupturas de parejas, en hábitos insanos, en expectativa de vida y en confianza en el futuro.
Es fácil entender así por qué Obama representa en estos momentos para los negros mucho más de lo que él, otro político al fin y al cabo, es capaz de dar. Su candidatura es, simplemente, la esperanza recuperada 40 años después.
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