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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El país de la sed

El país de la sed. El capitán Haddock no pensaba en Cataluña cuando acuño la afortunada expresión en El cangrejo de las pinzas de oro, pero tras la última semana, en que la sequía se ha consolidado como tema estrella, la apropiación no parece indebida. Pasadas las elecciones, el consejero Baltasar y la ministra Narbona ya no nos ocultan que vivimos en el país de la sed. Al parecer, temían perder votos si lo reconocían antes, mira qué cosas, pero ahora que el escrutinio ha quedado atrás se sienten autorizados a alimentar la psicosis colectiva discutiendo si conviene llevar agua a la ciudad desde el Segre o de otras partes, en barco o tren (¡lo que le faltaba al pobre tren!).

En fin. Pero hay que decir que el abastecimiento de Barcelona siempre ha sido un asunto espinoso. El libro de Eloi Babiano Antoni Rovira i Trias, arquitecte de Barcelona (Viena Edicions), publicado recientemente, dedica un capítulo entero al Rec Comtal, al que el autor del proyecto que ganó el concurso municipal del Eixample -relegado finalmente por el de Cerdà- estuvo estrechamente vinculado como experto de la Sociedad de Propietarios del Rec a partir de 1851 y a la vez como arquitecto municipal de Barcelona.

Hay que llegarse hasta Montcada i Reixac, al pie de la cementera, para reconstruir algo de esa memoria. El parque de les Aigües es un extraño remanso de paz entre líneas de ferrocarril (la de Portbou y la de Cercanías), la autopista a Francia y la carretera a Puigcerdà. Hay aparatos públicos de body-building y un campo de petanca bajo plátanos alineados. La Casa de la Mina luce en su fachada el escudo de quien la mandó construir en 1778, la junta directiva de Aguas de la Acequia Condal. Hoy esa casa es un casal de la gent gran que próximamente acogerá un ciclo de cine erótico, titulado Primavera excitant. De debajo del edificio, bajo un arco majestuoso con placa semiborrada en la que todavía se lee "... abasto en notoria utilidad del público...", sale el Rec, un humilde canal de apenas tres metros de ancho por medio de profundidad que un centenar de metros más allá desaparece bajo un montículo. Unos carteles advierten: Prohibido bañarse y Agua no potable, cuando hasta los años setenta del siglo XIX aportaba todavía cerca del 60% del agua de boca que consumía la ciudad. Pero ya por esa época el Ayuntamiento andaba preocupado por la escasez de los caudales y por eso encargó excavar nuevos pozos, no sin reticencias por parte de la sociedad gestora de la acequia. Fue ahí donde intervino Rovira, el cual construyó parte de los edificios de la llamada Casa de la Aguas, concretamente la sala de los pozos y la vivienda del maquinista. Este edificio ayer estaba cerrado. Un cartel junto a la cancela anuncia una próxima reforma. El Besòs, justo enfrente, discurre con indolencia.

Aguas arriba, en el barrio de La Ferreria, el río debería recibir el aporte de la riera de Sant Cugat, pero el lecho de este curso está sin una sola gota. En sus márgenes ha surgido otro parque urbano, también equipado con aparatos de body-building. En la orilla derecha hay un restaurante llamado la Font Pudenta, un nombre debido probablemente al contenido sulfuroso de las aguas -muchos manantiales catalanes se llaman así-, pero que en el actual contexto suena a amenaza bíblica. Mejor dirigirse pues a casa Ramos, al lado de la fábrica de pinturas Valentine, cuyo sobrenombre parece bastante más optimista y festivo: El Manantial de la Cerveza. Al capitán Haddock le habría gustado.

Babiano consigna en su obra un dato surrealista. Resulta que la documentación sobre el Rec Comtal conservada en el Ayuntamiento de Montcada es muy escasa... ¡porque la riada de 1962 se la llevó por delante! El país de la sed hasta que llegan las inundaciones. Sin remedio, oiga.

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