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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No a cualquier precio

La actitud de sus posibles aliados da argumentos a Zapatero para prescindir de ellos

Desde que se conoció el veredicto de las urnas, Zapatero y sus próximos vienen deslizando la idea de que los resultados permiten al PSOE desplegar su propio programa sin las hipotecas que marcaron la anterior legislatura. Está a siete escaños de la mayoría absoluta, y de aquí a la investidura intentará anudar los acuerdos necesarios para garantizarla. Pero advirtiendo que no será a cambio de contrapartidas políticas sustanciales.

Ello supone asumir el riesgo de no alcanzar la mayoría requerida en primera votación y someterse a una segunda, 48 horas después, en la que bastaría la mayoría simple: más votos a favor que en contra. Para ello sería necesaria la abstención de un mínimo de siete diputados de los demás partidos. Aunque esto tampoco está garantizado, parece improbable que todos ellos voten en contra.

La actitud de Zapatero es en parte reflejo de su aumento de escaños y en parte de la experiencia de la anterior legislatura. Pagó un alto precio (no sólo electoral) por su alianza estable con partidos como ERC, y las formaciones aspirantes a ocupar ese lugar, CiU y PNV, plantearon durante la campaña condiciones entre costosas e imposibles. La primera habría sido el aliado más obvio, pero su situación de oposición al Gobierno de Montilla en Cataluña plantea problemas a ambas partes; al menos como aliado fijo.

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El PNV pudo haber sido el recambio de haber seguido Imaz al frente. Pero la actitud vacilante de sus sucesores los convierte en aliados de riesgo. La reacción de los socialistas les obligó a rectificar ayer su vergonzoso comportamiento de la víspera en relación a la moción de censura contra la alcaldesa de ANV de Mondragón (que se negó a condenar el asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco). Algo así, el mismo día en que ETA reiteraba sus amenazas a los miembros de ese partido, era una infamia, agravada por los argumentos con que Egibar lo había justificado. En un asunto tan grave no cabe ser ambiguo, ni pactar con un partido que lo sea.

Ello no cuestiona la decisión socialista de ceder uno de los puestos en la mesa del Congreso al PNV (y otro a CiU), incluso después de haberse negado a apoyar a Bono como presidente. No era un derecho, pero es razonable que los otros dos únicos partidos con grupo parlamentario propio tengan voz y voto en ese organismo. Los socialistas han sido más inteligentes al hacerlo que el PP al rechazar algo que habría sido una inversión a largo plazo, por más que estuviera fuera de lugar el emplazamiento público realizado al efecto por el PSOE. Cosa diferente son los cambalaches de préstamos de escaños (seis al PNV en el Senado), en claro fraude de ley, para que puedan tener grupo propio (y cobrar las subvenciones correspondientes) los partidos que no se han ganado ese derecho en las urnas.

Todo ello indica que el PSOE inicia la legislatura con dudas sobre el camino a seguir. Prefiere la garantía de unos aliados, pero no a cualquier precio.

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