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Reportaje:

Patti Smith hace memoria en París

La Fundación Cartier expone 40 años de recuerdos en 'polaroid' de la rockera

¿Rossini era un gran cocinero? ¿Marcel Duchamp hubiera podido ser campeón del mundo de ajedrez? Son preguntas pertinentes. El compositor era un buen chef y el hombre que puso patas arriba el arte figuró en el equipo francés de ajedrecistas. Patti Smith es rockera, punk por anticipación y poeta. Pero en la exposición abierta en la parisiense Fundación Cartier hasta el próximo 22 de junio se nos revela sobre todo como fotógrafa. De ahí el nombre de la muestra: Land 250, que toma de un modelo de cámara Polaroid.

El tipo de máquina es determinante. Un aparato que no permite fotos técnicamente sofisticadas. Sirve para lo que fue concebida: inmortalizar un instante, perennizar los recuerdos. Y a Patti Smith le gustan determinados momentos y lugares; los cielos tormentosos, los paisajes desolados, los cementerios y los objetos que considera personales e intransferibles. Eso último vale tanto para las zapatillas de un Robert Mapplethorpe enfermo como para la cama de Victor Hugo.

"Cuando murió mi marido, la fotografía me procuró una liberación"

Las fotos reunidas cubren 40 años, de 1967 a 2008, aunque "hay sobre todo de 1995 a hoy", explica Patti Smith. "Cuando murió mi marido no tenía energía ni ganas de escribir o dibujar, pero necesitaba hacer algo. La inmediatez del procedimiento fotográfico me procuró un sentimiento de liberación".

El acto de apretar el disparador como un gesto casi maquinal. "La música, la poesía o el dibujo son procesos largos y complicados". Mucho más que tomar una foto. Y ella admite y reivindica esa facilidad: "La Polaroid no me reclamaba un gran esfuerzo pero me tranquilizaba porque sabía que mi inteligencia, mi conocimiento de la luz y mi sentido de la poesía sí eran exigidos por cada imagen".

Patti Smith sigue fiel a sí misma, con sus amplias camisas blancas, chalecos negros, pantalones y botas fatigadas. Su cabello no oculta que ha cumplido los sesenta y su aspecto sigue siendo el mismo "homenaje a Rimbaud" de siempre. Se la veía ayer contenta de exponer en la Cartier. Para la ocasión ha recreado "un lugar en el que la gente se pueda sentir cómoda, en el que te vengan ganas de dibujar o escribir poemas". Claro que ella los puede escribir en la calle, tal y como cuenta: "Era el día siguiente del entierro de Susan Sontag. Había vuelto al cementerio de Montparnasse. Hacía mucho frío y viento. Lloviznaba. Y a pesar de todo ello las flores seguían sobre la tumba de Susan. Luego, andando hacia el Sena, pensaba en el poema que intentaba terminar sobre el Guernica de Picasso. Me senté en el suelo, en una callejuela, para anotar unas ideas y de pronto, al levantar los ojos, vi que estaba justo donde él pintó el cuadro, donde tenía el taller".

Las fotos -más de 200- están ahí como mojones de la memoria. Y de los mitos de su vida: el ya citado Rimbaud; Virginia Woolf, de la que vemos su cama pero también una piedra encontrada en el río en el que ella se sumergió para siempre; Hermann Hesse, evocado a través de su máquina de escribir. Los hijos de Patti Smith -Jackson y Jesse- participan de ese culto, él tocando, ella recitando. Ese respeto y amor por los desaparecidos lo explica Patti citando a Pasolini: "No es que los muertos no hablen, es que nosotros hemos perdido la costumbre de escucharlos".

Autorretrato tomado con una  Polaroid.
Autorretrato tomado con una Polaroid.
Uno de los dibujos de la rockera.
Uno de los dibujos de la rockera.

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