La enciclopedia de Babel
Empezaré por reconocer que soy un decidido defensor de Wikipedia. Cuento con que una confesión semejante sea recibida con displicencia, pero no puedo negarlo: soy usuario habitual de la inagotable enciclopedia online creada en 2001 por Jimbo Wales y Larry Sanger y que en este momento incluye 10 millones de artículos escritos en 137 lenguas activas.
En el árbol de mi página de "favoritos", carpeta "referencia", he creado entradas para todas las versiones de Wikipedia cuyas lenguas puedo comprender con menor o mayor dificultad, desde el inglés hasta el asturianu. Recurro a una u otra según la naturaleza de lo que deseo obtener. Si, por ejemplo, necesito orientarme rápidamente acerca de Jaume Safont o sobre el calçot, existen más posibilidades de que encuentre mejor información en la Viquipèdia (versión catalana) que en cualquier otra.
La Wikipedia inglesa, la más extensa y segura, contaba esta mañana con 2.273.708 artículos, mientras la española (en el noveno lugar por número de entradas), con 340.875. Una de las razones de tamaña disparidad es que, como se sabe, la ciberenciclopedia aumenta y se perfecciona a partir del trabajo voluntario y gratuito de "autores" y "editores" que redactan y depuran los textos, y entre los hispanos el trabajo voluntario no goza de especial predicamento. Wikipedia es de todos y la construyen muchos, pero hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. Entre otras razones, porque una entrada puede iniciarse por alguien consciente de su ausencia, pero que no cuenta con la formación o los datos necesarios para completarla con garantías. Y no basta con señalar las deficiencias: luego deben intervenir los que las perciben, cada uno editando y completando la obra del anterior con sus propios conocimientos. Todo ello supervisado por los administradores (unos 1.500 para la edición inglesa) que se ocupan del mantenimiento y los vínculos, y de controlar los estragos que ocasionan periódicamente los vándalos. Cuando los contenidos de una entrada o parte de la misma ocasionan controversia (véase, por ejemplo, Guantanamo detention Camp o "Comunidad Valenciana"), se produce una "guerra de editores", lo que se advierte en el texto hasta que las diferencias se resuelven en la "página de discusión", en la que se aspira a la "neutralidad" propia de una enciclopedia. La tensión entre "inclusivistas" y "borradores" también es una constante en un corpus que se quiere vivo.
¿Garantía total? Claro que no. Cada uno usa Wikipedia como puede y sabe -algo que profesores y educadores deben tener muy claro a la hora de orientar a sus alumnos-, pero a estas alturas resulta inútil limitar el uso de una de las más formidables herramientas de conocimiento del siglo XXI. Una enciclopedia en cuya estructura no se establecen diferencias entre alta y baja cultura, entre el ayer o la actualidad: resulta fascinante poder informarse bien y rápido sobre las circunstancias en que fue compuesto The end, el tema de The Doors, o sobre la Selenografía de Hevelius. Todo al alcance de un click.
Un reciente artículo en The New York Review of Books del novelista Nicholson Baker -el mismo que hace años llamó la atención acerca de la escandalosa destrucción de libros que "no caben" en las bibliotecas públicas- señala precisamente esa condición siempre perfectible y altruista (además de adictiva) de Wikipedia. Ser editor requiere la aceptación de un conjunto de sencillas normas (véase en Wikipedia el artículo "Wikipedia"). Una vez aceptadas, uno ya está en disposición de poner sus conocimientos a disposición de todos con la certeza de que, alguien, alguna vez, los leerá y, quizás, pueda completarlos o corregirlos. Así va creciendo una enciclopedia de Babel que, a diferencia de la homónima biblioteca-universo de Borges, no existe desde toda la eternidad, pero tiene vocación de guardar todo el conocimiento humano. Y, además, no ocupa espacio: como el saber. Un vértigo.
Babelia
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