Dinero falso en una jaula de oro
'Los falsificadores' narra la mayor estafa de la historia en un campo nazi
Adolf Burger tiene 91 años. Es uno de los pocos supervivientes del horror nazi y, desde que el 5 de mayo de 1945 fue liberado por tropas estadounidenses del campo de concentración de Ebensee, ha dedicado su vida y sus energías, que todavía son muchas, a divulgar su experiencia entre los más jóvenes, también entre sus nietos.
Nacido en Eslovaquia, Burger fue arrestado y hecho prisionero en 1942 junto a su mujer en Auschwitz. Ella fue asesinada y él salvó su vida. Impresor de profesión, le trasladaron año y medio después a otro campo, el de Sachsensahuse, donde los nazis crearon, con él y otros expertos, todos ellos prisioneros, un taller clandestino de falsificación de dinero. Conocida como la Operación Bernhard, está considerada la mayor estafa de la historia. Se imprimieron más de 130 millones de libras esterlinas con el objetivo de inundar de dinero falsificado las economías de los países aliados. A punto estaban de quebrar la economía estadounidense con un falso dólar cuando llegó la liberación.
"Como cineasta y como hombre estoy obligado a luchar contra los nazis"
El filme austriaco, que ganó un Oscar, se basa en el relato de un testigo vivo
Toda esta historia real está contada en la película Los falsificadores, que, dirigida por el austriaco Stefan Ruzowitzky, ha conseguido el Oscar a la mejor película de habla no inglesa y que se estrena el próximo viernes en España. Ruzowitzky es un vienés rubio y grande de 49 años. De abuelos simpatizantes de los nazis -"lo percibí desde niño"-, desde siempre ha querido aportar su visión sobre esta trágica parte de su historia, de su país y de su familia. "En Austria hay muchos partidos de extrema derecha con gran fuerza que continúan expresando sus opiniones a favor de los nazis. Debemos hacer un frente común para mostrarles la verdad de lo que pasó. Como cineasta y hombre comprometido me veo en la obligación de mostrar mi oposición a todo este pensamiento nazi y luchar contra ellos".
Ruzowitzky, autor también del guión, contó en todo momento con el apoyo decidido del testigo Adolf Burger, que narró sus vivencias en el libro The devils, workshop. "Es la autobiografía de un preso en un campo de concentración. La adaptación del filme no es absolutamente fiel a la obra. Hemos combinado la historia de la estafa dando protagonismo a todos los presos implicados. Burger dio su consentimiento a la película con la condición de que todo lo que contáramos fuera real", explica el director.
Era una jaula de oro en medio del horror de los campos de concentración. Estos presos, tipógrafos profesionales, meticulosos banqueros y sencillos artesanos, fueron obligados a falsificar miles y miles de libras esterlinas. La operación fue un auténtico éxito. A los prisioneros se les puso ante una disyuntiva terrible: si colaboraban con el enemigo, tendrían la posibilidad de sobrevivir. Tenían comida suficiente y una cama en la que descansar. Hasta les regalaron una mesa de pimpón, instalada en un mugriento patio, para relajarse. Si saboteaban la operación, les esperaba una muerte segura. Para muchos no sólo era una cuestión de salvar sus propias vidas, sino también de salvar sus conciencias y su dignidad.
Cuando Ruzowitzky recogió el Oscar en Los Ángeles el pasado 24 de febrero, recordó a sus colegas austriacos, cineastas como Billy Wilder, Fred Zinneman y Otto Preminger, que tuvieron que dejar su país huyendo de los nazis - "toda la vida intelectual y cultural de Austria fue cercenada de raíz tras su expulsión"-. Él también considera a Wilder ese dios en el que aseguró creer Fernando Trueba. "Es mi referente. Para cualquier cineasta es una clara referencia y más aún si uno es austriaco. Esa mezcla de comedia y tragedia, ese humor tan típico de Viena".
Su llegada a Austria con el Oscar, el primero que consigue este país, ha levantado entusiasmo. "En Austria no se interesan por sus películas. Nunca se había experimentado un acontecimiento así. Estamos acostumbrados a los entusiasmos deportivos, pero no a los artísticos. Espero que el Oscar ayude a nuestro cine. Es verdad que un Oscar es una buena herramienta de publicidad y que ya estoy recibiendo llamadas desde Hollywood. Pero soy muy consciente de que hay que tener cuidado".
Babelia
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